viernes. 29.03.2024

Prepararse para una exigencia prolongada de rectificación

NUEVATRIBUNA.ES - 21.10.2010...con el mismo o distinto equipo dirigente, y también al probable futuro Gobierno del PP. Dicho de otra forma, la oposición firme y continuada de los sindicatos a esta política regresiva es lo más útil para promover su cambio, sea el partido socialista o la derecha política quienes la gestionen.
NUEVATRIBUNA.ES - 21.10.2010

...con el mismo o distinto equipo dirigente, y también al probable futuro Gobierno del PP. Dicho de otra forma, la oposición firme y continuada de los sindicatos a esta política regresiva es lo más útil para promover su cambio, sea el partido socialista o la derecha política quienes la gestionen. Constituye un freno a nuevas agresiones y una acción preventiva ante el riesgo de involución con un Gobierno del PP; a no ser que lo sustancial del trabajo sucio impopular esté hecho antes por los socialistas y la derecha sólo tenga que consolidarlo, con el riesgo de una grave y duradera crisis de credibilidad para el partido socialista. Pero la exigencia de rectificación puede tener que alcanzar a la próxima legislatura. Lo hecho hoy también sirve para mañana.

En definitiva, la apuesta gubernamental, de momento, es el clásico ‘sostenerla y no enmendarla’. Sus amagos de oferta negociadora de algunas medidas, o bien van dirigidas a la derecha política, con intención de reforzarlas y blindarse ante el descontento popular, o bien apuntan a cambios cosméticos para intentar desactivar la resistencia sindical y la indignación social. Aunque salve la continuidad de sus principales reformas con una pequeña mayoría parlamentaria (con PNV y CC), la posición gubernamental es inestable e insostenible por su ilegitimidad y sus efectos sociopolíticos y electorales. Y evitar el desgaste en esos planos (y sus consecuencias de pérdida de poder institucional) es un poderoso incentivo para la rectificación.

Por tanto, son posibles y deseables algunas rectificaciones en los próximos meses, aunque sean parciales. Sin embargo, lo más probable, para el campo sindical, es un escenario a corto plazo de dificultad para vencer al contrario, conseguir los objetivos reivindicativos de ‘así, no’, imponer una rectificación sustancial, anular la reforma laboral, evitar el recorte de las pensiones y cambiar la política socioeconómica y laboral. Ello no convierte en inútil la huelga general, ni tiene que generar frustración. El horizonte reivindicativo y la exigencia de cambio de las políticas antisociales permanecen y se prolongan. No supone la renuncia a la acción institucional y la utilización de la exigencia de consulta y negociación frente a la unilateralidad de las decisiones gubernamentales; incluso está la posibilidad de acordar alguna mejora parcial y relativa de carácter general o conseguir acuerdos positivos, sectoriales o locales. Y se da por supuesto la necesidad del incremento de la acción en las empresas, la actividad de información y apoyo sindical y jurídico directo a trabajadores y trabajadoras.

Pero los efectos perniciosos de esas medidas globales y las dinámicas generadas persisten y se profundizan. La acción contra ellas es imperiosa; no se puede aplazar, ni dejarla como secundaria. Ello significa que la ruptura del diálogo social, como marco dominante en el que negociar acuerdos globales, no es coyuntural sino profunda; la salida negociada en el marco de su restablecimiento, con la reversibilidad de esas medidas, no es probable a corto plazo y es necesario mantener el conflicto abierto. En ese sentido, salvando las distancias, esta situación tiene más elementos comunes con la del año 1985 –sin rectificación y prolongación del conflicto hasta el año 1988 - que con la del año 2002 – con rectificación inmediata y reanudación del diálogo social - o bien con la el año 1994 – sin rectificación y, posteriormente, instauración del diálogo social -.

Según organismos internacionales (OCDE, FMI) la crisis en España va a ser prolongada y, particularmente, el estancamiento económico no va a permitir reducir sustancialmente las altas tasas de paro (con más de 4 millones). Una reactivación relevante de la economía y el empleo no se prevé hasta los años 1915 o 1917, con recomendaciones de una profundización de las políticas restrictivas del gasto público, reformas ‘estructurales’ de ajuste y austeridad y reestructuración regresiva del Estado de bienestar. El diseño para el sindicalismo es que ocupe un papel subsidiario en ese proceso, acatando una salida neoliberal a la crisis y un retroceso en los derechos sociolaborales y sindicales. Puede haber una incapacidad o un desfondamiento de los sindicatos. Una adaptación más o menos impuesta para desempeñar un papel de acompañamiento. Es una situación que eliminaría su prestigio y reduciría su representatividad. Pero lo significativo de este conflicto es que indica su voluntad, acompañada de amplios apoyos sociales, de no rendirse. La apuesta es darle la vuelta a ese pronóstico liberal y conservador y abrir la posibilidad de cambio de esa política y ese modelo, con la consolidación del sindicalismo y unas relaciones laborales más equilibradas. Así, no hay que descartar un ciclo sociopolítico y sindical que empuje hacia nuevos conflictos generales. Una etapa, salvando las distancias históricas y de contexto económico e internacional, similar a la que fue de 1985 hasta 1990, pasando por la gran huelga de 1988. La dinámica que se genere en este próximo año y medio, de intento de implantación de políticas regresivas profundas, y hasta las elecciones generales, es decisiva. Es posible que el Gobierno no dé su brazo a torcer y que los sindicatos tampoco. Ello nos sitúa en la próxima legislatura, probablemente con un Gobierno del PP y un PSOE en la oposición, y con unos efectos socioeconómicos graves para la sociedad y los trabajadores y trabajadoras por la continuidad de la crisis y las políticas antisociales.

No se pueden prever todas las tendencias ni si se consolidarán las políticas de derecha y la hegemonía conservadora; ni siquiera el desarrollo de dinámicas profundas de individualización adaptativa, fragmentación sociolaboral, racismo y conflictos interétnicos o inter-grupales. El futuro sería sombrío. Pero, en la realidad actual, echando mano de los mejores valores –democráticos, de justicia social y solidaridad - de gran parte de la sociedad y de sus actores sociopolíticos, también está incardinada otra posibilidad: impedir ese retroceso, forzar el cambio hacia una salida progresista a la crisis y una reforma social avanzada. Hoy existen debilidades estructurales de las fuerzas que pueden propugnar esa orientación, aunque se pueden paliar en el recorrido. También caben otras dinámicas intermedias. Entre ellas, y dados los problemas de cohesión social y los límites de tipo de crecimiento económico –incluido los efectos ecológicos y medioambientales -, el que una parte del poder económico y del propio sistema político (en España, en Europa y en plano mundial) se incline por otro modelo distinto al destructivo neoliberal –como hizo el keynesianismo en los años treinta y cuarenta -, por una reforma de los mecanismos de regulación que garanticen un mejor el desarrollo de la estructura económica capitalista, la estabilidad de su régimen político y la vertebración de sus sociedades. No obstante, incluso para que esa opción pueda concretarse sería imprescindible vencer las resistencias conservadoras y fortalecer un empuje persistente y un apoyo social amplio de las fuerzas progresistas, con su proyecto autónomo de modelo económico y social que condicionase los nuevos equilibrios sociopolíticos. Y la voluntad, influencia y capacidad representativa del sindicalismo es crucial para inclinar la balanza hacia una dinámica u otra.

Así, se impone la conveniencia de una reconsideración estratégica de la política sindical, con objetivos transformadores a corto y medio plazo. Durante un periodo prolongado la acción sindical debe buscar más arraigo social, fortalecer sus vínculos con la gente trabajadora y la sociedad y generar mayor unidad y dinamismo en sus bases y sus estructuras. La huelga general, el mantenimiento de su impulso reivindicativo, puede señalar la transición hacia otra etapa diferenciada distinta a las anteriores (1985/1995; 1996/2009). La reflexión, el debate y la readecuación del pensamiento y la acción sindical y organizativa son imprescindibles. Lo que se ventila en los próximos años es el tipo de gestión y salida de la crisis, qué mercado de trabajo y condiciones sociolaborales, qué modelo social y de Estado de bienestar, qué equilibrio en las relaciones laborales, cómo se va a conformar la sociedad democrática y, específicamente, el retroceso o el avance hacia una democracia social y económica avanzada.

Por tanto, este nuevo escenario supone una gran responsabilidad para los sindicatos y exige una reflexión profunda sobre las estrategias y propuestas sindicales, al menos en cuatro aspectos relevantes. Primero, continuidad y firmeza de la actual política sindical de oposición al giro antisocial y exigencia de rectificación. Segundo, avanzar en un proyecto alternativo de modelo productivo, económico, social y medioambientalmente sostenible, que señale las pautas centrales de una gestión y una salida progresistas de la crisis, un horizonte de sociedad democrática, igualitaria y avanzada. Tercero, reforzar el componente sociopolítico, la autonomía sindical del poder establecido, la integración de las diversas problemáticas de las clases trabajadoras y la sociedad –particularmente la de género y la de la inmigración e interculturalidad- en un proyecto integrador y pluralista y el enganche con la gente joven. Cuarto, mejorar y renovar la cultura y las prácticas organizativas, los vínculos con las bases sociales, los sistemas de representación, gestión, comunicación y liderazgo. La elaboración de ideas y propuestas y su debate no atañe sólo a las direcciones sindicales mayoritarias, cuestión central, sino al conjunto del sindicalismo y a los distintos grupos sociales y políticos de izquierda, al mundo asociativo solidario, a la intelectualidad progresista.

Ha vuelto a la primera actualidad la clásica ‘cuestión social’, para muchos ya superada. Lo primero son las ‘personas’; es positivo la revalorización del ‘trabajo’, de las personas que lo realizan y las que queriendo no lo pueden realizar, así como de sus representantes, frente al pensamiento y la política dominante de la prioridad al beneficio privado del capital y a sus gestores. No obstante, no se puede caer en las unilateralidades del exclusivismo ‘obrerista’ tradicional. La sociedad actual es muy compleja y diversa y es necesario integrar toda su problemática y sus actores en un proyecto común y necesariamente abierto y pluralista. Es un motivo para la renovación, el fortalecimiento y la unidad del sindicalismo y los grupos progresistas y de izquierda.

En resumen, en el plano de la influencia sustantiva a corto plazo (es decir, en la consecución de los objetivos reivindicativos inmediatos), los resultados pueden ser escasos. Esto puede provocar frustración al no alcanzar beneficios materiales directos. Sin embargo, la reafirmación de la capacidad y eficacia transformadora colectiva se sitúa en el medio plazo, con la persistencia de la tensión movilizadora sindical y de los sectores progresistas hasta que se consigan objetivos básicos. El riesgo principal, hacia el que empujan todos los poderes políticos, económicos y mediáticos, es la ‘adaptación’ de la sociedad y los sindicatos a la situación impuesta, la resignación ante los retrocesos, la desactivación de la conciencia colectiva de indignación por esa política y la renuncia a la exigencia de rectificación. La acción por la supervivencia se puede trasladar exclusivamente al plano individual o de la competitividad grupal y los intereses corporativos. Ello nos lleva al plano de las características de la conciencia colectiva, del nivel de ‘identificación’ de las bases sociales y las estructuras sindicales con ese proyecto reivindicativo, a la importancia de la profundización democrática.

Antonio Antón - Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

Prepararse para una exigencia prolongada de rectificación
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