viernes. 29.03.2024

Políticos y política en Madrid

NUEVATRIBUNA.ES - 10.5.2010El pasado 2 de Mayo, día de la Comunidad, encontramos una encuesta sobre tendencia del voto en Madrid. A cuenta de estos resultados parecería que la corrupción no hiciera mella en el PP. Me resisto a creer que los y las madrileñas traguen con ello.
NUEVATRIBUNA.ES - 10.5.2010

El pasado 2 de Mayo, día de la Comunidad, encontramos una encuesta sobre tendencia del voto en Madrid. A cuenta de estos resultados parecería que la corrupción no hiciera mella en el PP. Me resisto a creer que los y las madrileñas traguen con ello. Lo que puede ayudar a explicar esta situación es la valoración de los políticos que hacen los ciudadanos/as, que ocupa el tercer lugar entre los problemas más acuciantes, incluso preocupa más que el terrorismo y la inseguridad ciudadana.

La última encuesta del CIS sí parece que pasa factura al PP por Gürtel, rebajando su estimación de voto respecto al PSOE. Pero lo más significativo del sondeo es la confirmación del desencanto general respecto a la clase política, sea o no gobernante, pues tanto la labor del Gobierno como la de la oposición vuelven a salir mal paradas en la calificación que otorgan los encuestados.

Este hecho no puede pasarnos desapercibido. En medio de una situación de crisis y de desempleo, tiene que llamarnos la atención a quienes pretendemos hacer de la política un ejercicio noble y de servicio a la sociedad. Pero lo cierto es que los ciudadanos se sienten defraudados y no es para menos. A diario podemos leer páginas y páginas de escándalos, espionajes, y corrupción vinculados a la derecha madrileña. El caso Gürtel es la realidad del Partido Popular, y también su responsabilidad. Muchos esfuerzos hacen los ciudadanos para contribuir al mantenimiento del Estado del bienestar y para gestionar la crisis familiar, resistiendo a la falta de ingresos con escasos recursos o con ayudas del Estado mientras un pequeño grupo de ciudadanos, una elite debe encargarse de dirigir.

El desencanto de la sociedad con los políticos tiene que ver con la moralidad y la política. El problema es que se percibe un enfrentamiento entre la conducta política y la norma moral. La primera tiene privilegio frente a la segunda.

Esta continua violación de las reglas morales deprecia la política. La problemática es que en España se constata una desafección ética en los agentes reconocidos del Bien Común - la clase política -. Por eso en Madrid debe tomarse como un imperativo hablar de regeneración democrática, aunque la “mayoría” aún no lo vea. Hay que sanear el ejercicio de la política. Hay que recuperar la ética en la política, dignificar este ejercicio, no trasladar a los ciudadanos el mensaje que todos somos iguales y que los políticos violan sus propios decretos.

La respuesta al problema no es que la política deba abandonar la moral, no es que le valgan excepciones. La política es moral. Es ética ella misma. No se es por un lado político/a y por otro un sujeto moral, como no se es tampoco por un lado sujeto económico y por otro persona. Cada actividad nos compromete en un todo. Aristóteles dijo que la Política es la forma más alta de la moralidad. Si de su tumba se levantara, no daría crédito a lo que la humanidad ha hecho del ejercicio político que él tanto enalteció con su filosofía, como la actividad excelente que puede acometer el ser humano, como la más alta virtud, haciendo posible la difusión de la misma en todo el cuerpo social. Lo que yo llamo pedagogía política. Siendo así, entonces la virtud política estará por encima de todas las restantes virtudes del hombre común... ¿Cuánto nos costará recuperar esta dimensión de la política?

Si no hay regeneración será una actividad sospechosa, propia de parásitos, y a la que sólo hay que soportar como un mal menor. Estarán siempre peleando por los cargos y los puestos, estarán de espalda a los ciudadanos y sus problemas. ¿Los políticos empezarán a considerarse exentos de las obligaciones comunes a todos? Un ejemplo son los representantes del gobierno regional, quienes justifican toda clase de excepciones y arbitrariedades porque poseen una apreciación unilateral y forzada de la política y del ejercicio del poder.

Esto último es una deformación de la verdad, que deviene del pensamiento de Maquiavelo, gran enaltecedor del poder, y que significa algo así como otorgarle un “cheque en blanco” al agente del poder supremo, zafando a la política de su identificación con la ética. Cambiando esa visión del político como buen hombre o mujer por excelencia en el espacio público, se da lugar a lo que hoy tenemos: una moral privada de excelencia especial, la moral burguesa.

Hay otra paradoja expresada en el dicho -tan difundido- de que “el poder corrompe al hombre”. Esto es una contradicción porque sin poder… ¿Qué estado o comunidad civil puede sustentarse? Sin poder político, las mismas condiciones que hacen posibles las virtudes del hombre privado, las virtudes del “buen burgués” caducan, y la comunidad civil entera se hunde en la corrupción. También lo previno Aristóteles: sin virtud política y sin poder legal todas las virtudes se hacen imposibles y el hombre deviene bestia.

Esta idea viene bien a la ideología neocon, que ansía un sistema en el que no se ejercite autoridad política alguna; o en todo caso en que el papel de la autoridad esté reducido al mínimo necesario y que la clase política, intrínsecamente corrompida, quede restringida a ese coto de “privilegiados” inútiles. Así, el poder será privado en la medida de lo posible. Esta mentalidad denostadora y menospreciadora del poder político sustenta hoy una nueva forma de poder. La que quieren ocultarnos. Es la forma de poder que hoy se ejerce y que por el mero hecho de ejercerse hace imposible una verdadera moralización de la política. Me refiero al poder económico. Esta nueva forma dominación se apoya en el mensaje “el poder corrompe”.

Volviendo al principio, las encuestas también reflejan la manera en la que los mensajes van calando en la opinión pública y por ello los socialistas no hemos de despistarnos o dejarnos acongojar para mirarnos sólo el ombligo y entablar luchas intestinas, irrespetando nuestras mismas normas de funcionamiento. Quien dirige debe oír las verdades, aunque éstas sean duras, y después de oírlas debe aprovecharse de ellas para corregir los errores.

Yolanda Villavicencio M. es diputada Socialista Asamblea de Madrid. Es licenciada en Económicas y Ciencias Empresariales, especialista en Cooperación Internacional al Desarrollo, especialista en Mujer y Desarrollo, máster en Migraciones y Relaciones Intracomunitarias y en los últimos ocho años ha dirigido la entidad AESCO, especializada en migraciones, cooperación al desarrollo y codesarrollo.




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