sábado. 20.04.2024

Poder y dinero igual a corrupción

Estamos comprobando estas fechas cómo afloran numerosos casos de corrupción política en nuestro país, que están degradando más allá de lo razonable y tolerable la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Los informativos hablados y escritos tienen ya institucionalizada una sección “corrupción”.

Estamos comprobando estas fechas cómo afloran numerosos casos de corrupción política en nuestro país, que están degradando más allá de lo razonable y tolerable la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Los informativos hablados y escritos tienen ya institucionalizada una sección “corrupción”. Cualquier ciudadano preocupado por el presente y futuro de su país tiene que sentir por ello inexorablemente una mezcla de cansancio, asco y de hedor. A la clase política en cambio esta circunstancia se la trae floja. Y también a amplios sectores de la sociedad española, vistos algunos resultados electorales. A veces, tengo la impresión de que los partidos políticos consideran rentable electoralmente llevar algún corrupto en una lista Hoy muchos españoles van a votar tapándose la nariz. Se necesita una ciudadanía responsable e impregnada de unos valores éticos claros y auténticos, que rechacen con contundencia cualquier caso de corrupción. Tarea, por cierto nada fácil, tal como estamos comprobando. Los escrúpulos morales parecen ser de otras épocas. Mas no siempre ha sido así, tal como acaba de exponer recientemente el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, Julián Casanova. Una trama de corrupción y sobornos, el escándalo del estraperlo para introducir una ruleta en el casino de San Sebastián, acabó en 1935 con la vida política de Alejandro Lerroux, el viejo dirigente republicano del Partido Radical que presidía entonces el Gobierno. Los ministros radicales tuvieron que dimitir, y cayeron también muchos cargos provinciales y locales del partido. En las elecciones de febrero de 1936, el Partido Radical, que estaba gobernando desde septiembre de 1933 hasta finales de 1935, se hundió en las elecciones. Quedó reducido a cuatro diputados, noventa y nueve menos que en 1933. Alejandro Lerroux ni siquiera salió elegido en la lista. Todo un ejemplo. Y eso que en aquellas fechas aproximadamente la mitad de los españoles eran analfabetos. Tendrían carencias educativas, pero los principios éticos eran muy claros. En cambio, a los españoles de hoy nos ocurre todo lo contrario.

La lacra de la corrupción está en relación directa con el poder y el dinero, ya que suelen presentarse juntos, y ser compañeros de viaje inseparables. En Madrid reside el poder político desde hace siglos, ya que adquirió la condición de capital administrativa (desde 1561) y política (desde 1714). Aquí está el Palacio de la Moncloa, el Congreso de los Diputados y el Senado, el Consejo del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Ministerios de Sanidad, Economía y Hacienda, Agricultura, etc... Por ende, aquí se toman las grandes decisiones políticas que afectan a todo el territorio del Estado. Y según Germà Bel, desde hace unas pocas décadas también se ha convertido en la capital económica de España, en el 2009 tenían sus sedes operativas las grandes multinacionales españolas, siete de las diez primeras: Banco de Santander, Telefónica, BBVA, Iberdrola, Endesa, Repsol, Iberdrola Renovables. A su vez atrae una fuerte inversión exterior; se han desarrollado sectores de alto valor añadido como el audiovisual y las altas tecnologías y del conocimiento. Están presentes las grandes instituciones culturales como Museo del Prado, Museo de los Thyssen-Bornemisza, el Reina Sofía, Biblioteca Nacional. Los más poderosos e influyentes medios de comunicación como TVE, las grandes cadenas de radio y televisión; los periódicos de mayor tirada nacional, como El País, El Mundo, ABC, Marca y el AS. Por todo lo expuesto, hoy es innegable que en Madrid se está consolidando una élite, un núcleo de poder, político-financiero-funcionarial-mediático que, esta vez sí, ha conseguido la hegemonía peninsular, y que desde el centro está cuestionando todo el proceso de descentralización administrativa del Estado de las Autonomías, intentando recentralizar y uniformizar el Estado español. El discurso de España se rompe está de moda. ¡Qué bien le vienen a Cristóbal Montoro las exigencias del cumplimiento del déficit público en las diferentes Comunidades Autónomas para meterlas en cintura!

Esa élite madrileña se muestra perfectamente ensamblada e interconectada e inaccesible para otros sectores de la sociedad, comparte unos mismos intereses y trata no solo de mantenerlos, sino también de acrecentarlos. Determinados políticos forman parte de los consejos de administración de las grandes empresas, de los grandes bancos, de las grandes inmobiliarias, en pago por los servicios prestados, conseguidos muchas veces producto de la corrupción. Y a la inversa del mundo de la gran empresa llegan muchos a la política. Es el llamado efecto de puertas giratorias. El exministro Ángel Acebes, está en el consejo de administración de Iberdrola. O José María Aznar asesor de Endesa. El caso inverso, el del ministro Luis de Guindos, procedente del mundo financiero. Esta elite se relaciona entre sí. Vive en los barrios más lujosos, desde los cuales en autobuses lleva a sus hijos a los mismos colegios privados, mayoritariamente religiosos, donde no convive con población inmigrante. Posteriormente prosiguen sus estudios superiores en universidades también privadas, donde entablan relaciones, que les facilitan el ocupar en el futuro puestos destacados en los ámbitos de la política, la economía o la cultura. Cuando enferma recurre a la sanidad privada. Se divierte en los mismos lugares. Compra en las mismas tiendas, veranea en los mismos lugares.

Es obvio que aquí abundan más que en el resto del Estado el dinero, el poder, y como corolario, la corrupción. Hay muchos intereses económicos en juego, y si no se satisfacen por procedimientos legales, se recurren a los ilegales, de ahí la presencia constante de la corrupción. Algunos ejemplos nos lo ilustrarán. Los casos más importantes de corrupción política se han dado en Madrid. Uno de ellos, realmente excepcional y espectacular, sirvió para cambiar los resultados de unas elecciones autonómicas tras el soborno a dos diputados socialistas, Tamayo y Sáez, y así posibilitar el acceso al poder de la gran Esperanza Aguirre. Consiguieron su objetivo. ¡Cuántos intereses urbanísticos había detrás! Mas esa élite trabajó a conciencia. Los medios de comunicación cargaron las tintas contra los diputados socialistas por haberse vendido. Mas es verdad de Perogrullo que si alguien se vende es porque alguien le ha comprado para sacar algún beneficio. Y aquí hubo algún beneficiado. Vaya que si lo hubo. El aparato judicial también corrió un tupido velo sobre el asunto. Y aquí paz y allá gloria.

Y qué podemos decir del caso Gürtel, el escándalo de corrupción más monumental en toda la historia de nuestra reciente democracia, en el que al verse implicados numerosos alcaldes, concejales, diputados y otros cargos populares en la Comunidad de Madrid, tuvieron que dimitir. Parece de sentido común que la máxima dirigente de los populares en esta comunidad tuviera alguna responsabilidad. Pues, no. También la susodicha élite ha trabajado a conciencia. Desde los medios de comunicación, si no consiguieron ocultar la trama, ante la magnitud del escándalo, si que consiguieron que, de nuevo, Doña Esperanza saliera indemne. Y desde el poder judicial se expulsó de la carrera judicial a Garzón por su trabajo impecable en la investigación en la trama. Impresionante, de nuevo.

Y mientras estoy escribiendo estas líneas me llegan las noticias del pago en dinero negro a miembros de la cúpula dirigente del PP. Que se enriquezcan de tal manera, cuando hay tantos recortes, es un insulto a la ciudadanía. Y todavía más, que Dolores de Cospedal diga al respecto que “no me consta…” Tiene la cara más dura que el cemento armado.

Poder y dinero igual a corrupción
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