viernes. 29.03.2024

Podemos y los intelectuales

He leído con cierta perplejidad las declaraciones de Pablo Iglesias El Joven con relación a la espantá de Juan Carlos Monedero.

He leído con cierta perplejidad las declaraciones de Pablo Iglesias El Joven con relación a la espantá de Juan Carlos Monedero. Me han sonado a dejá vu. A algo tan antiguo como las relaciones entre la política y los intelectuales.

Primero.- Veamos, Monedero deja los órganos de dirección de Podemos; a continuación expone los motivos que –incluso leídos superficialmente— son un cogotazo en toda la regla al grupo dirigente. Sobre el carácter de estas declaraciones no puedo pronunciarme: sencillamente no tengo información al respecto,  aunque me intriga que Monedero no haya sido más elegante, esperando que por lo menos pasara la primera etapa del proceso electoral, las municipales. En todo caso, esta decisión (y la oportunidad de la misma) son cosa que no me corresponde valorar. Por otra parte, sí me parece llamativo que Iglesias haya aceptado la dimisión tan raudo como una centella. Según parece, ni siquiera ha habido un «Oye, Juan Carlos: vamos a hablar tranquilamente». Lo que tampoco, a decir verdad, me corresponde valorar.

Lo que sí me importa –mejor dicho: me inquieta- es el argumento del joven Pablo Iglesias. Que, salvando las distancias, me recuerda al famoso «intelectuales con cabeza de chorlito», que en cierta ocasión una gran dama de la izquierda, Dolores Ibárruri, endiñó a Fernando Claudín y Jorge Semprún. La explicación que nos ha dado Iglesias es que «Quizás Juan Carlos no es un hombre de partido». Tal vez no lo sea, pero –con tan bombástico argumento--  nos quedamos a dos velas, especialmente porque Iglesias no ha dado respuesta a los dardos directos de quien tal vez «no es un hombre de partido», explícitamente ligada a su condición de intelectual.  En todo caso, entiendo yo que estaba obligado a responder a los pescozones que, con mayor o menor elegancia, Monedero propina en su carta de despedida del Parnaso. En primer lugar, por obligada cortesía al remitente y, en segundo lugar, como clarificación a sus parciales. Más todavía, nos hemos quedado ala Luna de Valencia en todo lo atinente a la vieja relación entre medios y fines que sutilmente dejar caer Monedero.

Segundo.- El debate que se libra en el interior de Podemos tiene una gran importancia. Es lógico que, en toda organización política y social, aparezcan estas discusiones que lógicamente nunca fueron resueltas. Es un debate que va más allá de la relación entre los intelectuales y los «hombres de partido». Y más lógico es, todavía, que aparezcan en una formación nueva que reclama para sí una profunda discontinuidad con los partidos de toda la vida. Que lo sea o no es ya harina de otro costal. Sin embargo, la manera de cerrar la crisis por parte de Iglesias tiene no pocas semejanzas con los viejos estilos de los partidos tradicionales, especialmente algunos de izquierdas. Con la notable diferencia de que la respuesta oficial del primer dirigente de Podemos –echa la salvedad de los hombres de partido--  ha sido no sólo cordial sino afectuosa al «querido amigo Juan Carlos».

En todo caso, vaga por la atmósfera qué se quiere decir exactamente con eso de «los hombres de partido». ¿Se refiere al militante o dirigente de espíritu berroqueño –de piedra picada, dicho en castizo- que acomoda su cerebro con la fe del carbonero a lo que dicta el partido? ¿Es el militante que es pensado por la dirección y, por lo tanto, es una persona demediada al renunciar a darle vueltas a su propia cabeza?

Pablo Iglesias el Joven ha recurrido a un viejo constructo: los hombres de partido. Y comoquiera que reserva la condición de intelectual a Monedero (frente a la de los hombres de partido) vuelve a traer a colación la antigua tensión entre intelectuales y partido. Que en los tiempos actuales –profesionalización superior de los políticos, poderes discrecionales del líder del partido, subordinación de la militancia «como servidumbre voluntaria», entre otros— adquiere otra dimensión.

Por lo demás, no es menos chocante que Pablo Iglesias utilice la expresión «intelectual» de una manera que repugnaría a Antonio Gramsci, esto es, referida solamente al «académico». Sabido es que Gramsci se refiere al partido como un «intelectual orgánico», luego sus militantes –académicos o no- son por extensión intelectuales. Cuestión diferente es si Podemos, dicho gramscianamente, es un intelectual colectivo o no. Pero esto es algo que me sobrepasa.  

Sea como fuere, lo que no es de recibo es la majadería de Artur Mas que –refiriéndose a lo que estamos comentando- ha declarado que los de Podemos «se pelean como monas». Por lo que se ve su pugna con Duran es un juego de inocentes pizpirigañas. 

Podemos y los intelectuales