viernes. 19.04.2024

PISA al aparato

España está estancada. Esta es la conclusión de la edición 2013 del famoso informe Pisa trianual, que la OCDE hizo público el dos de diciembre...

España está estancada. Esta es la conclusión de la edición 2013 del famoso informe Pisa trianual, que la OCDE hizo público el 2 de diciembre y que refleja el rendimiento escolar de los alumnos de 15 años de 67 países. La media obtenida por nuestro país se sitúa por debajo de otros países europeos. La comprensión lectora, Matemáticas y Ciencias, quedan por debajo de la media de los países desarrollados. Ocupamos la posición 33 del ranking liderado por Shanghai, Singapur, Hong Kong, Taipei y Corea del Sur. También es destacable que Finlandia pasa de los primeros puestos a la posición 12.

El análisis de los datos, en busca de razones y causas, es algo más complicado. Atribuir al fracaso escolar o la no continuidad de los estudios generales la causa de la situación es otra cuestión, debatible y en todo caso controvertida. En primer lugar relacionar el resultado Pisa con el fracaso escolar, puede ser una auténtica tautología. No lo es el hecho de que entre 2003 y 2012 los alumnos españoles no han sufrido cambios significativos. Todo parece indicar que es más importante el Centro donde se estudie que la comunidad en la que se viva, que el nivel socioeconómico de ambos. De  igual modo, no hay una relación lineal entre los recursos que se invierten y los resultados, claro dentro de un orden, salvaguardados los mínimos, como acontece en el mundo desarrollado o en vías de desarrollo. En todo caso, está en cuestión la precisión de los resultados que ofrece el informe Pisa. Es posible que haya que considerar hasta 100 puntos de holgura. Esto satisface a algunos, especialmente en entornos gubernamentales, a los que les viene bien el amparo que consiguen del suficiente margen para entrar en las medias de los países occidentales, por ejemplo. Pero de lo que no nos libramos es que de la comparativa con datos de informes anteriores, la conclusión es que estamos donde ya estábamos, casi sin movernos. Si no pretendemos excusarnos, Pisa ofrece datos para analizar el impacto de políticas educativas, su eficacia, por limitada que ésta sea y la posibilidad de orientar las decisiones en la dirección más apropiada.

La tentación de emplear el informe como arma arrojadiza, no es exclusivo de nadie. La práctica de atacar a tirios y troyanos, proceda o no, es demasiado usual. El gobierno actual del PP, tiene la voluntad floja en esta parcela. Tras dos años de ejercicio del poder, todavía exhibe tics atávicos que sacan a relucir cuando pretenden endosar a ZP sus vergüenzas actuales. Pero, como decimos, no son únicos en estas lides. En 2012, el embajador norteamericano Boucher, que es secretario general adjunto de la OCDE, disparó con carga y no con salvas, como corresponde a sus hábitos más genuinos, en un seminario sobre la primavera árabe que organizó en Marsella la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, al afirmar que “Nadie quiere ser hoy como España. España solo vale para el flamenco y el vino tinto”. Duelen por hirientes estas palabras. Pero el informe Pisa nos saca vergüenzas que no debemos ni ocultar, ni despreciar, ni siquiera dejar de conocer. Tenemos un problema con la Educación. Cuanto más tardemos en aceptarlo, peores consecuencias sufriremos.

El informe Pisa nos sitúa en el pasado. Nuestros métodos, procedimientos, contenidos y formas no son los apropiados. Los iluminados que han inspirado las reformas no han acertado, es posible. Pero, todavía es peor que la aplicación de las diferentes propuestas no se haya evaluado, con objeto de conocer su eficacia y el acierto o no de las medidas. Tampoco ahora. La reforma WERT, en ciernes, no obedece a un análisis objetivo de la eficacia del sistema educativo. Se ha operado con las entrañas y no con la cabeza. No se han delimitado las deficiencias y modificado contenido, formas y prácticas para soslayar ninguno de los problemas que aquejan a la educación actual. Si alguien pregunta por el modelo en que se sustenta la actual reforma, puede obtener respuestas de tipo económico, ideológico o coyuntural, pero difícil lo tiene si pretende conocer la apuesta por un firme y decidido talante de mejora y de logro de una sociedad más conocedora del conocimiento, hoy oportuno y adquisición de unos valores imprescindibles para la vida. No tenemos nada en común con los sistemas educativos de Canadá o de Australia diseñados para incorporar  eficazmente a inmigrantes, ¿no es razonable esta apuesta? Nos empeñamos en mirarnos en el espejo de Estados Unidos, sin tener en cuenta las enormes diferencias que nos separan.  En Estados Unidos están bastante menos preocupados por la educación secundaria y diseñan, en cambio, sus Universidades para que solo accedan los mejores. ¿Tienen que parecerse nuestras Universidades a las norteamericanas? Nos gustaría por la calidad, pero el sistema no tiene nada que ver con el nuestro en el que, hasta ahora, la apuesta era por una amplia educación general, con lo que llegaban a la Universidad una gran cantidad de estudiantes. Si se dice que preferimos que lleguen menos estudiantes a la Universidad, es una opción respetable, como cualquier otra, pero se tiene que decir, explicar y convencer de que un nuevo sistema va a impedir que se masifiquen las Universidades y, por tanto se va a hacer esto o lo otro. No es lo que ocurre aquí. Se mezcla todo y se cambian las referencias, sin advertir por donde se quiere tirar y las razones para ello.

Se quiera o no, el informe Pisa es un relato de nuestras deficiencias. Las sociedades que estudia el informe son muy diversas. En Asia son todavía proclives al esfuerzo, al interés por aprender. Hijos y padres comparten tareas en una cultura del aprendizaje en el que se reconoce y destaca el nivel del mismo. El nivel de estudios de las madres son determinantes del éxito escolar de los niños. En el entorno asiático encontramos estos valores. En ese ámbito, el éxito es muy superior al del resto de países analizados. Aquí, en nuestro país, hemos vivido épocas pasadas en las que estas características estaban vigentes. Seguramente, han garantizado el nivel que hemos alcanzado como país. Pero ahora no estamos en la misma situación. Estos aspectos son antes, después o da lo mismo, cuando una reforma del sistema educativo se pone en marcha. 

En Alemania no hay deberes para casa. ¿Significa eso que Alemania, que es una referencia económica inexcusable, debe orientar nuestras medidas de reforma del sistema educativo? Bueno, pues habría que señalar que los alemanes pueden no hacer nada especial fuera de las aulas, porque el trabajo que hacen en clase es extraordinario. Profesores buenos, métodos de enseñanza excelentes, resultados de aprendizaje extraordinarios. Copiemos, pero todo, no solo parte. El número de alumnos por aula, incide. Padres, profesores y alumnos, forman un todo que debe funcionar armónicamente. No se trata solo de cambiar los criterios de selección y acceso, exigiendo más, para obtener mejores resultados. Se trata de que el clima escolar tiene que ser de disfrute. Cuando acaba la clase en España los estudiantes salen corriendo. En otras partes abordan al profesor para incrementar el nivel de información que obtienen. Los estímulos son otros, ¿Cuáles son los nuestros?

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