viernes. 19.04.2024

Piquetes y picotas

La reciente huelga general del 29M se ha llevado a cabo con éxito, a pesar del despliegue mediático y político de cierta derecha reaccionaria que no digiere bien todavía algún que otro derecho constitucional. Y, a pesar también, de los resortes autoritarios que se ocultan en algunos recursos formalmente democráticos a disposición de los poderes ejecutivos de turno.

La reciente huelga general del 29M se ha llevado a cabo con éxito, a pesar del despliegue mediático y político de cierta derecha reaccionaria que no digiere bien todavía algún que otro derecho constitucional. Y, a pesar también, de los resortes autoritarios que se ocultan en algunos recursos formalmente democráticos a disposición de los poderes ejecutivos de turno. Esa derecha reaccionaria ha quedado retratada, una vez más, como adversaria sempiterna de la clase trabajadora reavivando, si no una lucha, al menos un conflicto de clases permanente entre el mundo del capital y el mundo del trabajo.

Frente a la campaña mediática y política desatada contra los sindicatos, campaña de largo alcance, estos han demostrado que, unidos, son más numerosos y más fuertes, y que con unidad se concita la aquiescencia de la mayoría de los trabajadores. Siempre hay, claro está, quien desconoce el pasado de las luchas obreras, que consiguieron dignificar el trabajo asalariado y reconocer una serie de derechos laborales y socio-económicos que no se hubieran conseguido nunca por concesión o iniciativa de capitalistas o poderes públicos. Siempre hay quien todavía cree ingenuamente que a los trabajadores se les ha concedido derechos desde arriba, ignorando que esos derechos se han arrancado desde abajo.

Y uno de los instrumentos fundamentales que permiten el libre ejercicio del derecho constitucional a la huelga general laboral (que algunos confunden interesadamente con huelga política) es el piquete sindical informativo. Como uno de los instrumentos coactivos que impiden el libre ejercicio de ese derecho es el piquete empresarial, esto es, la amenaza de sanción o despido que se ejerce sobre los trabajadores, de manera tácita o expresa, por parte de los empresarios o directivos del negocio o firma correspondiente. Una coacción, una amenaza que, al materializarse, pone al trabajador en la picota de la discriminación o directamente a la cola del Inem, como en época medieval se ajusticiaba al reo en la picota o rollo que había en la mayoría de los pueblos. Todavía para muchos empresarios españoles el trabajador huelguista es, básicamente, un delincuente.

La diferencia entre los piquetes sindicales informativos y los piquetes empresariales es bastante sustancial. En los primeros pueden darse, sin duda, desmanes agresivos o violentos, que siempre serán censurables. Pero la gran mayoría de los mismos son pacíficos y pretenden, eso sí, convencer con argumentos concretos o solidarios a quienes no están bien informados o no se atreven a ejercer el derecho que les pide el cuerpo. Sin embargo, todos los piquetes empresariales son violentos, pues ninguno se limita a informar del derecho a la huelga del trabajador, sino que pretenden conocer con días de antelación quiénes van a ser los huelguistas o pretenden coaccionarlos con amenazas de sanción o despido e, incluso, les informan de cómo deben acudir al trabajo sin ser identificados como huelguistas en la calle. La derecha reaccionaria mediática y política nunca habla de estos piquetes empresariales, lógicamente. Ignorarlos es la táctica que despliegan para que no se hable de ellos. En esta última huelga, eso sí, alguna patronal y su portavoz mediático de turno ha manifestado su deseo de que los piquetes sindicales no deberían existir ya, pues no tienen sentido en la sociedad de la información del siglo XXI.

¿Nos imaginamos este último supuesto? Tratemos de visionarlo por unos segundos. No pensemos en las grandes empresas donde las secciones sindicales y sus delegados aseguran la denuncia de la coacción empresarial. Pensemos solo en las empresas donde no hay secciones sindicales o estas son las promovidas por el propio empresario. Sí, los sindicatos amarillos, que todavía existen y en algunas empresas con implantación mayoritaria. Pensemos en estas últimas, grandes, medianas, y en las pequeñas empresas o negocios que no cuentan con representación sindical. ¿Alguien cree, con un mínimo de sentido común, que en este tipo de empresas se podría ejercer el derecho a la huelga general de no esperar la incómoda presencia de un piquete sindical? Y vayamos más lejos aún… ¿Alguien cree que sin la existencia de sindicatos mayoritarios y de legislación sindical se podría ejercer, ni siquiera en un Estado democrático, el derecho a la huelga general? ¿Estarían dispuestos, quienes defienden la ausencia de piquetes sindicales, a que tampoco existiera ningún despliegue policial en ninguna empresa pública o privada y a que la mínima coacción empresarial se pudiera denunciar de manera inmediata a alguna autoridad pertinente? Porque exigir la renuncia de una parte, la de los piquetes, sin ofrecer la propia, la de las picotas, resulta un juego muy tramposo y demasiado evidente.

Por eso, nunca podremos agradecer en su justa medida a todos los representantes sindicales, cuadros intermedios, sencillos afiliados o trabajadores sin más que se ofrecen para ser piquetes informativos, nunca podremos agradecerles lo suficiente, repito, la labor tan importante que realizan por todos los trabajadores, huelguistas o no, pues sin su esfuerzo y sacrificio ni una sola huelga general tendría visos de realización en este país. Una labor que comienza tiempo antes en las empresas y que se despliega especialmente en los días anteriores, culminando en la jornada de huelga, arriesgando integridad física, multa, detención, prisión o juicio, o todo a la vez. Más allá de lo mejor o peor que realicen su labor habitual los sindicatos y sus delegados en los centros de trabajo, en una jornada de huelga general hay que reconocerles el valor y el mérito de ser la imagen, la avanzadilla, del resto de trabajadores que, unos por miedo, otros por comodidad, se quedan en casa esperando, eso sí, en el fondo, que la huelga sea un éxito. De ahí que las jornadas de manifestación hayan sido tan multitudinarias en esta ocasión del 29M, porque en esta huelga general ha habido más picotas empresariales, mediáticas y políticas que en las anteriores. De ahí que en esta huelga general del 29M haya que reconocer muy especialmente el coraje de los piquetes sindicales y agradecerles su labor.

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