viernes. 29.03.2024

Perspectivas transformadoras y sociopolíticas tras el 29-S

NUEVATRIBUNA.ES - 20.10.2010¿Qué efectos pueden tener el proceso de la huelga general y el conflicto social creado en dos aspectos fundamentales (externos e internos) de influencia sustantiva y dimensión social, a corto y medio plazo?En primer lugar, veamos algunos rasgos específicos de este contexto: Primero, el poder del bloque adversario, de los ‘poderosos’, es impresionante: el mayor de estas décadas, por sus apoyos y
NUEVATRIBUNA.ES - 20.10.2010

¿Qué efectos pueden tener el proceso de la huelga general y el conflicto social creado en dos aspectos fundamentales (externos e internos) de influencia sustantiva y dimensión social, a corto y medio plazo?

En primer lugar, veamos algunos rasgos específicos de este contexto: Primero, el poder del bloque adversario, de los ‘poderosos’, es impresionante: el mayor de estas décadas, por sus apoyos y condicionamientos internacionales, la acumulación de poder empresarial y su capacidad coactiva y de control (desde la deslocalización y descentralización productiva hasta la precariedad laboral y la inseguridad del empleo). Segundo, ese poder no es absoluto; tiene un punto clave muy frágil, un factor mucho más profundo que en otras épocas: escasa legitimidad popular de la élite política, gubernamental y económica (patronal y mercados financieros). Es su responsabilidad –activa o pasiva- en la generación de la crisis económica la que produce esto, con el alto paro, las brechas sociales y la inseguridad laboral, y también por su gestión institucional a través de su actual política socioeconómica regresiva. Tercero, existe una limitada capacidad transformadora y alternativa de las fuerzas de izquierda; por un lado, por la tendencia -dominante hasta ahora- del partido socialista que ha aparecido como gestor y corresponsable de las políticas económicas liberales; por otro lado, por una dispersión, debilidad o desorientación del resto de la izquierda política y otros grupos y movimientos sociales críticos o alternativos, así como por una base social con gran fragmentación sociolaboral. Cuarto, los sindicatos, en una situación compleja, difícil y defensiva, y aun con diferentes inercias, han demostrado una importante capacidad representativa y una voluntad movilizadora, aspecto sociopolítico que ha desconcertado al poder establecido, que arremete con furia contra él. Quinto, el contexto internacional es desfavorable para el cambio social y completamente distinto al conocido tras la crisis del año 1929 que culminó tras la II Guerra Mundial en el establecimiento de las políticas keynesianas y el Estado del Bienestar.

En segundo lugar, en el marco político más inmediato tenemos la ratificación del Gobierno de la continuidad de sus reformas antisociales. Aunque las organizaciones empresariales y la derecha política le nieguen la colaboración para la gestión política de esas medidas, su presión principal va hacia su sostenimiento y endurecimiento. Y cuenta con mayoría parlamentaria (con PNV y CC), limitada pero legalmente suficiente, para proseguir la línea restrictiva: aplicación total de la reforma laboral, Presupuestos Generales restrictivos, recorte de las pensiones. Está condicionado por la asunción acrítica de la representación de los intereses del poder económico y la aceptación del mandato de la UE. Parece que asume la prolongación de su desgaste social y electoral a corto plazo y confía a medio plazo (elecciones generales del año 2012) en que los efectos de esas reformas y el marco internacional de relativa recuperación económica sean positivos para el empleo y le permitan recuperar la legitimidad perdida. Craso error, que le puede costar al partido socialista el desalojo del poder gubernamental y afrontar una fuerte crisis en su interior.

Pero incluso, sin un cambio sustancial de su política, tiene algún margen para aprobar determinadas medidas que, además, tuvieran un impacto simbólico, suavizasen el descontento popular y permitiesen un menor alejamiento de las bases y direcciones sindicales. Por ejemplo, la retirada de la congelación de las pensiones (que apoya todo el Parlamento, incluidos PP y CIU) o una reforma fiscal más progresiva (con mayores impuestos a las clases altas y al patrimonio, que se redujeron hace poco). De momento, ni eso. Su componente expresivo va en la dirección contraria: demostrar a los mercados financieros su firmeza y su ‘responsabilidad’ en la mano dura, garantizarles las condiciones para sus negocios presentes y futuros, insistir en que la huelga general no tiene ningún impacto transformador y tiene el control social. En ese sentido, parece improbable su reconsideración de la reforma laboral. No obstante, durante los próximos meses, su aplicación incrementa la inseguridad laboral y las medidas restrictivas del gasto público mantienen y agravan la situación del paro; por tanto, va a continuar el descontento popular y el distanciamiento sindical.

La siguiente prueba del algodón para comprobar la posibilidad de una relativa desactivación del conflicto es la retirada de la prolongación de la edad de jubilación a los 67 años, aun manteniendo los demás componentes de recorte de las pensiones. El impacto de esa medida ya no es sobre el gasto público inmediato, aspecto central para la UE y los mercados de deuda pública. El Gobierno podría encontrar pretextos para su reconsideración en la ausencia de consenso político o social y aplazar su aprobación para después de las elecciones generales. No obstante, de momento también mantiene su propuesta, atendiendo a la solicitud de su ‘firmeza’ política ante sus socios europeos y los negocios de los fondos privados de pensiones. Su mantenimiento y aprobación agudizaría otra vez el conflicto social el invierno próximo.

El tercer elemento es la evidencia no sólo de la disminución de sus expectativas electorales, manifestada en diversas encuestas de opinión, sino del retroceso político real en las elecciones autonómicas (incluidas las catalanas) y municipales, previstas para la primavera. Ya empieza la alarma en las filas del partido socialista ante la previsible pérdida de poder institucional. Acumulado a los malestares anteriores, ¿será suficiente para que rectifique Zapatero? De momento los debates internos se quedan en la conveniencia del marketing electoral, en si la marca del liderazgo de Zapatero está agotada o es contraproducente para los intereses del partido socialista, y si hay que cambiarla (junto con su equipo) y cuándo. Pero no se plantea todavía claramente la necesidad de una rectificación a fondo de su política socioeconómica, que es lo sustantivo. Para ello deberían crecer los sectores más críticos y de izquierda del interior del partido socialista y el grupo parlamentario (hasta ahora han expresado críticas a la reforma laboral sólo cuatro diputados). Su capacidad de renovación interna, de conformar un nuevo equipo dirigente que cambie de rumbo, parece limitada. Incluso hay presiones de los sectores más liberales para, cambiando los líderes, reafirmar la contundencia de su política económica y laboral.

El laborismo británico y la socialdemocracia alemana, los más significativamente comprometidos con el giro al centro de sus políticas, han tenido que perder el Gobierno y pasar a la oposición para iniciar cierta renovación y un ligero giro hacia la izquierda. ¿El previsible batacazo en las elecciones autonómicas y municipales, con la pérdida de poder institucional, le podrá servir al PSOE de última lección para reorientar su política y cambiar de liderazgo, para intentar no perder estrepitosamente las elecciones generales y el poder gubernamental? ¿Será el momento de la rectificación? De entrada la desecha, confiando en que el descenso no sea muy pronunciado y buscando una nueva legitimidad electoral para relativizar la oposición sindical a su política, ampliamente respaldada por la ciudadanía. Es la experiencia del Gobierno de Felipe González, en el año 1989, que no dejan de recordarle a Zapatero, sin considerar las diferencias sustanciales: ahora los efectos de la crisis son más pronunciados y duraderos y el giro antisocial ha sido más brusco y profundo; también tiene una fuerte oposición social por la izquierda pero, además, existe una de derecha más potente y unificada y es difícil que gane más electorado centrista. Confía el partido socialista en que, pese a las distintas encuestas de opinión, no va a perder mucho electorado; y que incluso con distintos encajes podría conservar similar poder local, regional y estatal. Y, así, espera hacer frente con una legitimidad electoral renovada a la oposición sindical, reafirmado su política socioeconómica con sus mismos compromisos económicos e institucionales. Esa ilusión, alimentada mediáticamente por su entorno y temida y combatida por la derecha, también le impide rectificar.

Por tanto, quizá, sólo con la repercusión electoral y el retroceso institucional encima de la mesa retomará el Gobierno de Zapatero la reflexión sobre la posibilidad de su rectificación. La reafirmación en su ‘responsabilidad’ ante los mercados financieros y las instituciones europeas, y no ante la sociedad, puede ser el último intento de justificar la continuidad de sus políticas. Pero si la reactivación económica y del empleo no es relevante, cosa bastante probable en este escaso periodo de tiempo hasta el año 2012, la ausencia de cambio de rumbo no le va a permitir ganar credibilidad para conseguir la confianza popular. ¿Tendrá que pasar el partido socialista por la derrota electoral en las elecciones generales y el desalojo del poder gubernamental para que pueda tomar nota de sus errores, reconocer esa realidad democrática e iniciar una auténtica renovación en su seno, ya más distanciado de sus compromisos con los poderes económicos? La inquietud por salvarse del suicidio político crece; las tensiones internas por evitar cada cual los desperfectos se agudizan; el debate por encontrar nuevas fórmulas de imagen y comunicación se acrecienta. Todo empuja a buscar cómo conservar el poder, pero sin encarar una rectificación sustantiva. Ver si encuentra un último y desesperado amago de hacerlo sólo retóricamente. No se valora que hacer políticas de derechas favorece el acceso al Gobierno de la derecha y su continuidad; además contribuye a desactivar la izquierda social, profundizar en su desarticulación y fragmentación y abonar una trayectoria de hegemonía prolongada del pensamiento y la representación conservadoras.

Sin embargo, para el partido socialista, ésta es la ocasión casi exclusiva para retomar la recuperación de sus apoyos sociales y electorales; sólo que es una rectificación muy dolorosa por la necesidad de una reconsideración autocrítica y el conflicto durísimo que se abriría con los poderosos. En todo caso, ofrece una oportunidad para la renovación profunda de la reorientación de sus prioridades, la minoración de su declive y la recuperación de parte de su base social y electoral. El sindicalismo, la izquierda social y los sectores progresistas deben empujar hacia la rectificación, hacia un cambio de la política socioeconómica, pero está en manos del Gobierno hacerlo… o asumir las consecuencias de no hacerlo.

Antonio Antón - Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

Perspectivas transformadoras y sociopolíticas tras el 29-S
Comentarios