jueves. 25.04.2024

Pero, ¿qué se nos ha perdido en Washington?

El Gobierno español está haciendo juegos malabares para estar presente en la cumbre del G-20 que, con algunos añadidos, se celebrará en Washington el próximo 15 de noviembre.
El Gobierno español está haciendo juegos malabares para estar presente en la cumbre del G-20 que, con algunos añadidos, se celebrará en Washington el próximo 15 de noviembre. Se trata de analizar la crisis y buscar soluciones, no de encontrar a los responsables del actual desaguisado económico mundial y propinarles una colleja o, al menos, retirarle el saludo a Allan Greenspan, el guru de la Reserva Federal de los Estados Unidos que aparece como uno de los artífices de esta crisis que ya cuesta a diario miles de empleo y bolsas en picado.

Por más que diga lo contrario el ministro Miguel Sebastián, la presencia o no del presidente del Gobierno español en dicha cita ni siquiera se verá condicionada a los resultados en las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, dado que ese día Georges Bush no habrá formalizado aún el traspaso de poderes a su sucesor en el despacho oval. Un detalle a tener en cuenta si el recibimiento oficial o no a ZP ha formado parte de dos de los debates de los candidatos a la Casa Blanca. ¿Qué se puede esperar del país que sustentó su auge mundial con la derrota española en la guerra de Cuba, que colonizó la España de la dictadura franquista con un puñado de bases y sin derecho siquiera a un Plan Marshall, que embelesó a Leopoldo Calvo Sotelo y a Felipe González para que España dejase de ser un país supuestamente no alineado y se adhiriese a la OTAN en plena guerra fría y que utilizó al Gobierno de José María Aznar como un títere para perpetrar la matanza de Irak que no cesa?
Bush no está despreciando al Zapatero que no se levantó ante la bandera de las barras y estrellas en el desfile de las fuerzas armadas de 2003. Ni al que se retiró de Irak con una lacónica llamada telefónica a la que el implacable tejano despachó con un "bien, perfecto, adiós", tan monosilábico como sus posteriores encuentros en cuchipandas internacionales. Es un desaire a la España que aún mantiene soldados en la misión de la OTAN en Afganistán, o la que envió ayuda y dinero a los damnificados del Katrina en las viejas calles españolas de Nueva Orleans. ¿Qué se puede esperar del presidente estadounidense que en vez de viajar a España para depositar unas flores en Atocha declaró en su anterior campaña electoral aquello de “Nosotros no nos rendimos al terrorismo del modo en que lo ha hecho la población española”?

Qué raro patriotismo el del Partido Popular o el de la FAES, que en vez de arrimar el hombro respecto a lo que debiera constituir una política de estado y no un nuevo rifirrafe electoralista, prefiere hacer chanzas sobre el zafarrancho diplomático que España ha emprendido a tal fin en las últimas semanas. Quizá sea el mismo sentido del bien común que debían buscar los españoles según los viejos libros de la Formación del Espíritu Nacional y que se ha traducido en sonados desplantes públicos de José María Aznar contra Rodríguez Zapatero en los Estados Unidos, una labor de tierra quemada que buscaba perjudicar al presidente pero que finalmente se ha vuelto traidoramente en contra de todo el país. Y es que si el director del área de Economía de la Fundación FAES, Fernando Navarrete, afirma ahora que, con las gestiones que está haciendo José Luis Rodríguez Zapatero para que le inviten a la cumbre del G-20, "está demostrando que no merece estar" entre los principales líderes mundiales, el presidente de dicho think-tank conservador, e tipo que colocaba los pies sobre la mesa en las regiones con Bush y con Blair y que tarareó con el presidente polaco los himnos de guerra del cuarteto de las Azores, no ha perdido ocasión para arremeter en tierras gringas contra su sucesor en La Moncloa: “Los gestos de antiamericanismo primario, la hostilidad sin motivo, pondrán más difíciles las cosas a aquellos dirigentes que se han dejado llevar por esa corriente”, escribió Aznar por ejemplo en las páginas de The Wall Street Journal.

¿Qué se nos ha perdido allí? Salir en la foto del nuevo orden mundial, probablemente. O, en el caso del pulso partidista, desautorizar definitivamente al PP sobre los esfuerzos del Gobierno contra el crack que se nos viene encima. En Washington, van a decidirse asuntos importantes y no es baladí que ZP quiera estar presente, como dirigente de la octava potencia del mundo; un rango que ni en tiempos de Aznar, el amigo americano, sirvió para meter la cabeza en el G-8 o en el G-20. Pero ocurra lo que ocurra allí, nuestro país será partícipe, por acción, por omisión o por contagio, de las decisiones que las potencias mundiales adopten. Otra cosa distinta es que dichas acciones tengan relevancia real o, como viene ocurriendo hasta el momento, la acción de los gobiernos se la traiga floja a los parqués.

De todo este asunto, empero, no sólo cabe presumir consecuencias económicas, sino políticas. El propio Felipe González --¡quién iba a decirlo!�ha señalado una de las posibles oportunidades del extraño DAFO de la crisis actual, esto es, un gran momento para que la izquierda apostase por un mundo más justo, si la izquierda de hoy estuviera suficientemente cohesionada, que no lo está, o tuviese claro su ideario último, más allá del altermundismo que empieza a quedarse estrecho ante las dimensiones de la crisis. Los tiros, y nunca mejor dicho, parece que no van por ahí: después del desastre económico y no sólo humano que ha supuesto la guerra de Irak, Israel parece estar dispuesto a atacar a Irán, o al menos, algunos de sus mejores periodistas lo hacían saber así a sus colegas españoles y palestinos durante un encuentro discreto celebrado hace unos días en la sede sevillana de la Fundación de las Tres Culturas. En esta línea, todo apunta a que, como señalaba Fidel Castro en estos últimos días, la cita de Washington suponga un remake de los Acuerdos de Bretton Woods, esto es, las resoluciones de la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, que tuvo lugar en el complejo hotelero de dicho nombre, en New Hampshire, en julio de 1944 donde se establecieron las reglas económicas y políticas de la posguerra mundial. Allí, los países más industrializados del mundo, decidieron la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional y el uso del dólar como moneda internacional. Las consecuencias de todo aquello se percibieron pronto en el llamado Tercer Mundo, en una crisis perpetua que no ha interesado nadie hasta que las vacas flacas también han empezado a morder a sus vecinos del piso de arriba.

Juan José Téllez
Escritor y periodista

Pero, ¿qué se nos ha perdido en Washington?
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