jueves. 28.03.2024

“Periódicos-partido”, una reflexión sobre el papel de EL MUNDO

La salida de Pedro Jota como director de EL MUNDO es también una buena excusa para hacer un balance de la importancia de los medios de referencia en la conformación de la conciencia colectiva...

La salida de Pedro Jota como director de EL MUNDO es también una buena excusa para hacer un balance de la importancia de los medios de referencia en la conformación de la conciencia colectiva. Tanto EL PAIS como EL MUNDO informan diariamente a una audiencia de más de un millón de personas desde una determinada perspectiva. ¿Qué rol han cumplido en los más de 30 años en democracia?

Comencemos con un breve esbozo de el papel cumplido por EL PAIS, un diario que, desde su fundación en 1976, ha sido el constructor de la ideología liberal progresista, el que ha dado forma a la izquierda moderada, o, como lo presentaba el mismo Polanco, el intelectual orgánico del PSOE. Su influencia sobre la agenda (temas, enfoques, opiniones) le convirtió en el instrumento esencial que facilitó el acceso al poder de la generación de profesionales progresistas de la transición. En mi opinión, supo tomar el relevo de la herencia recibida de la revista TRIUNFO que, desde 1962, había dado coherencia al pensamiento de las diversas corrientes intelectuales criticas contra el franquismo y el sistema capitalista y les preparó en el sentido más pragmático hasta formarlos como gestores del poder.

El papel de EL MUNDO es el espejo y contrapunto de EL PAÍS. Objetivamente, su papel ha sido determinante en la “modernización” de una derecha sin complejos ni escrúpulos, asentada también en las capas medias de profesionales urbanos, para los que nacionaliza buena parte de las ideas del pensamiento neocons. Esa nueva derecha se nutre de desencantados de las más diversas ideologías hasta formar un discurso ultraliberal en lo económico,  antinacionalista agresivo en términos territoriales, envuelto en una retórica regeneracionista moderna y laica que lo aleja de la derecha tradicional, casposa, meapilas y monárquica. En su construcción ha sabido galvanizar y dar cobijo a ideólogos "ex sesentayochistas" de las más extravagantes izquierdas y mezclarlos adecuadamente para obtener un producto agresivo contra el progresismo y cualquier experiencia de gobierno de la  izquierda realmente existente.

A algunos les parecerá exagerado atribuir tanta influencia a El MUNDO y, en general, a los medios. No lo es. La cuestión es distinguir el rol de legítimos actores sociales y el de protagonistas políticos. De un lado, los estudios de comunicación siempre les han reconocido un papel esencial en política. Lo señalaban con claridad los sociólogos germanos Kurt Lang y Gladis Lang cuando afirmaban, en 1962, que "los medios son algo más que un simple canal a través del cual es presentada a los lectores la política, (...) modelan las imágenes de los candidatos y partidos y definen la especifica atmósfera y área de importancia y reactividad que interesa en cada momento". Pero hay un paso más que pueden asumir en el espacio político, un paso que Gramsci, que por cierto fue director de periódicos y revistas, describía en sus notas sobre El Príncipe de Maquiavelo (1933) afirmando que “un periódico (o un grupo editorial) también son partidos o fracciones de partido”.  O sea no solo un instrumento ideológico imprescindible en la legitimación del poder sino un partido o una fracción de partido en sí mismo, con la particularidad de que no necesita presentarse a las elecciones para condicionar o imponer su programa.

Un caso reciente puede ayudar a entender la frontera entre canal y actor político. La virulencia con la que Fox News ha atacado a Obama y al Partido Democráta hizo perder los papeles, a mediados del 2009, a los responsables de su gabinete, cuando declararon solemnemente que no considerabana a la Fox un medio por “no estar ya en el negocio de la información”, de ser solo “una marca política” más. Con independencia de la poca inteligencia mostrada (la FOX subió desde entonces su audiencia) querían llamar la atención del salto que separa a los intermediarios de los protagonistas, de la frontera que divide a los que solo quieren contar e interpretar lo que otros hacen de los que quieren convertirse ellos mismos en actores. La confusión entre esos roles es, hoy, por otro lado, un factor decisivo en la pérdida de credibilidad del periodismo.

El MUNDO, bajo la dirección de Pedro J Ramírez, ha sido el paradigma perfecto del periódico-partido. No solo por su apoyo indisimulado a las fracciones radicales del PP identificadas con Esperanza Aguirre y por el impulso decisivo al nacimiento de nuevas formas políticas como Ciudadans o la UPyD de Rosa Diez, sino, en general, por su implicación directa en todos los acontecimientos políticos que han pretendido debilitar a la izquierda gobernante.

Su concurso ha sido, desde luego, determinante para canalizar la evolución ideológica de una generación que ha terminando identificando corrupción y terrorismo de Estado con PSOE. Esa operación, de gran calado político, requería la habilidad (y el cinismo) de sacar de foco al franquismo corrupto y a la derecha de UCD, creadores de los grupos parapoliciales, mientras elaboraba un discurso ético que repudiaba, al tiempo, las cloacas del Estado y el "felipismo". Doblemente cínica por autoexculpatoria, pues silenciaba  que hasta abril de 1984, el mismo Pedro Jota había defendido desde D16, que "había que acabar con ETA de la forma que sea" y que lo moderado y sensato era estar a favor de la guerra sucia , pero no admitir que existía.

El caso es que con esa operación facilitó la base regeneracionista a la refundación del PP de Aznar mientras conseguía, entre 1993 y 1996, atraer entre sus lectores a un 15% de votantes comunistas. Ello le facilitó ser un actor de primera línea en la pinza IU-PP que atenazó al PSOE mientras lideraba en la sombra el contubernio mediático "para acabar con Felipe", según palabras del propio Anson, también actor político del mismo.

El tratamiento del 11M seguirá estando presente por mucho tiempo en la historia del periodismo, una muestra de hasta dónde se es capaz de llegar. ¿Periodismo? Difícil afirmarlo cuando, durante 9 años, se insiste en presentar mil veces como novedad lo que se sabe agotado. La reiteración de portadas sobre Trashorras o el titadine dejaron pronto de tener voluntad informativa, solo se justificaban por el deseo de activar una asociación subliminal entre 11M y las ideas de confusión, duda o chapuza, un mero ardid destinado a condicionar el comportamiento político de sus audiencias que los estudios de comunicación denominan efecto priming de la agenda.

Si el “felipismo corrupto” fue en los 90 el objeto de sus diatribas, la izquierda “ingenua y buenista” de Zapatero, el tripartito de Cataluña, el chavismo andaluz o cualquier experiencia de gobierno de la izquierda realmente existente le ha llenado los años que llevamos de siglo. En ese periodo cualquier institución que pudiera avalar, desde su independencia, las políticas progresistas ha tenido que soportar campañas en el límite de la tolerancia democrática: la realizada contra el Constitucional forzando la inhibición de cualquier magistrado que defendiera tesis favorables al Estatut o su liderazgo en el acoso y derribo a Garzón son solo ejemplos cuyas consecuencias proyectarán su sombra sobre el futuro.

Por todo ello a EL MUNDO de Pedro Jota le cabe el honor de ser, efectivamente, el intelectual orgánico de la nueva derecha agresiva y sin escrúpulos que conocemos.  Iluso es pensar que el personaje haya desaparecido de escena con su cese, una operación intuida desde hace mucho tiempo, que ha preparado calculadamente forzando el alejámiento simultaneo del  PP de Rajoy y de la Monarquía. Al acentuar su papel de víctima política nos deja en el aire los rasgos seguros de una nueva iniciativa “periodística”. Den por seguro que coqueteará con la idea republicana, radicalizará su regeneracionismo con toques anti-bipartidismo, seguirá la estela de Ciudadans y UpyD y encontrará el modo de coquetear, una vez más, con los desencantados del PP, incluidos Aznar y la lideresa. Al tiempo.

“Periódicos-partido”, una reflexión sobre el papel de EL MUNDO