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NUEVATRIBUNA.ES - 22.2.2010Hasta hace bien poco tiempo España era el país de los milagros en Europa. Todos admiraban nuestra tasa de crecimiento.
NUEVATRIBUNA.ES - 22.2.2010

Hasta hace bien poco tiempo España era el país de los milagros en Europa. Todos admiraban nuestra tasa de crecimiento. Parecía que la economía de lo inmobiliario, de la especulación del suelo, del consumo y el endeudamiento, de la economía sumergida, el empleo temporal y precario, los bajos salarios y las más altas tasas de paro de Europa iba como un tiro encabezando el crecimiento económico de Europa. Ganar mucho dinero en muy poco tiempo, parecía un atractivo imparable para traer dinero del exterior, ansioso de ganancias.

Pero llegó la crisis, una crisis global, una crisis mundial y nuestras vergüenzas quedaron al desnudo. La financiación se bloqueó, el sector inmobiliario se paralizó, el empleo se desplomó, el consumo se redujo brutalmente y, tras la construcción y los servicios, la industria entró en declive. Con la caída de la actividad económica muchas empresas han cerrado sus puertas o han intentado recomponer beneficios, prescindiendo de su empleo temporal, la fórmula más fácil y barata.

Ahora resulta que somos los PIIGS. Ese pelotón de países europeos (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España), que como todos sabemos, suena como “cerdos” en inglés. Muchos piensan en Europa que hemos sido destinatarios de cuantiosos fondos europeos, que hemos utilizado para construir sistemas económicos poco sólidos y transparentes, al tiempo que demasiado especulativos.

La crisis económica se ha llevado por delante el empleo y las endebles bases económicas que sostenían la imagen de crecimiento acelerado. Una economía de cartón piedra que hubiera merecido un Goya a los mejores efectos especiales y dirección artística, pero inútil cuando el rodaje se ha terminado. Somos una economía tremendamente ineficaz y especulativa. Y el problema no son los salarios bajos con respecto a la media europea, ni los trabajadores tremendamente precarizados y temporales. Ni los gastos sociales, muy inferiores a la media europea. Sino una clase empresarial acostumbrada al alto beneficio, el poco riesgo y los cantos de cigarra.

En un país así, los trabajadores terminamos siendo los costaleros y los costeadores del sistema. Dicho de otra manera, sobre nuestras espaldas, las rentas del trabajo, la calidad de nuestro empleo y la protección social de nuestras familias, recae el esfuerzo de sostener el paso cargado de oropeles, flores, velas, pesadas estatuas adornadas con valiosas joyas, capas, coronas de oro. A su paso aplaudían los mismos que hoy nos llaman cerdos. Pero los costaleros de la cofradía, con aplausos o bajo una lluvia que ha arruinado la vistosa procesión, somos los mismos. Eso sí, calados hasta los huesos, bajo el yugo de un paso que se ha llenado de agua y pesa mucho más. Además soportamos la carga en plena noche y las velas se han apagado.

Nuestros gobiernos, del pelotón de los PIIGS, han intentado por todos los medios salvar los muebles de la quema. Han convertido el superávit en déficit, para intentar suavizar la caída y salvar al sistema financiero. Ahora, los mismo que causaron la crisis, que reclamaron un paréntesis en la economía de mercado, los mismos que construyeron una economía de casino y sobrevaloraron inversiones como las hipotecas de alto riesgo, reclaman medidas de ajuste duro. Reducciones salariales, contratos de despido barato, recorte de derechos laborales, reducciones de impuestos, rebajas en las cotizaciones sociales, recortes en las pensiones, mercantilización y privatización de servicios públicos.

Se acrecientan las voces que reclaman medidas duras, sin negociación, sin acuerdo, sin diálogo. Meter en cintura a los sindicatos. Son los que frente al Pacto de Estado por la economía, el empleo y la cohesión social propuesto por CCOO desde hace meses. Frente al propio Rey, que en los últimos días se ha sumado a esta petición, apuestan por echar gasolina al fuego, incrementar la crispación política y preparar una fractura social de incalculables consecuencias.

El 23, CCOO y UGT, salimos a las calles, a defender la seguridad social y las pensiones. A reclamar una salida justa y solidaria negociada frente a la crisis.

Francisco Javier López Martín - Secretario General CCOO de Madrid.

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