martes. 23.04.2024

Paisaje después de Aminetou

NUEVATRIBUNA.ES - 22.12.2009Aminetou Haidar ha vencido esta batalla.
NUEVATRIBUNA.ES - 22.12.2009

Aminetou Haidar ha vencido esta batalla. La ganó desde el momento y hora en que desenmascaró a la diplomacia marroquí: su dignidad logró en treinta días destrozar el paripé de complicidades que había tejido Rabat durante treinta años en relación al antiguo Sáhara español, una colonia o una provincia que desde 1974, entonces bajo bandera franquista, quiere ser lo que quieran sus habitantes.

La pacifista saharaui logró volver a El Aaiún después de una huelga de hambre que mantuvo en vilo a la opinión pública internacional y que motivó el mayor desembarco de cargos públicos marroquíes en España, desde comienzos de la transición democrática. Sin embargo y aunque las presiones del poderoso majzén marroquí lograron que el Gobierno español volviera prudentemente a nadar y guardar la ropa en este asunto, está claro que también fue uno de los principales actores, junto a Francia y Estados Unidos, en la solución final de esta crisis.

¿A qué entonces el enfado hipócrita del Partido Popular que, a pesar de sus pintorescas simpatías respecto a Argelia que terminaron derivando en la no menos curiosa guerra de El Perejil, debe ser consciente de que la geografía es tozuda y cuando vuelvan a gobernar tendrán que entenderse con Marruecos? ¿A qué ese nuevo arranque de Mariano Rajoy disfrazado de guerrero del antifaz, de intrépido matamoros armado con una ristra de tomates, condenando demagógicamente las importaciones agrícolas que la Unión Europea realiza en Marruecos, cuando se trata de una política esencial de nuestro mercado común e incluye como próximo horizonte el establecimiento de una relación mucho más especial entre Europa y nuestro inmediato vecino del sur?

Escuchando a los líderes conservadores españoles, da la sensación –tal vez equivocada—de que les ha fastidiado sobremanera de que Aminetou Haidar no haya muerto en acto de servicio para echarle toda la artillería encima al Gobierno, tal y como ocurriera con el secuestro del “Alakrana” o con los tres cooperantes raptados por Al Qaeda en Mauritania. Pero el asunto del Sáhara debiera estar por encima de la pugna partidista. Tanto PP como PSOE y el resto de las formaciones políticas de este país debieran ser plenamente consciente de que, en el Magreb, nuestra cartera puede estar mirando a Tánger, pero nuestro corazón llega hasta Tinduf, en el desierto argelino, en donde doscientos mil saharauis esperan desde 1992 un referéndum que no parece que vaya a convocarse nunca. O tal vez nuestras emociones viajen hasta el Sáhara ocupado por Marruecos, cuya población ni fuerzas políticas parece que vayan a consentir que la autodeterminación de dicha región sea posible en un panmarroquismo que seguramente incluya en un futuro muy a largo plazo a Ceuta y Melilla y, tal vez incluso, a las Islas Canarias?

Al Estado español le interesa buscar un escenario de encuentro con Marruecos, más allá de todos esos posibles contenciosos. Y no sólo nos interesa desde el punto de vista político o económico, sino desde el punto de vista humano. Es cierto que este confín comunitario no crecerá suficientemente si no crece también Marruecos, pero es que con independencia de dicha cuestión debieran resultarnos intolerables las enormes bolsas de miseria y de exclusión que aún emergen constantemente a once millas de distancia, en nuestro paralelo 36.

Sin embargo, tampoco podemos renunciar a la búsqueda de una nueva alternativa de futuro para todos los saharauis. Marruecos y sus aliados, entre quienes a veces nos hemos contado por acción o por omisión, llevan años mareando la perdiz y, consciente de que el tiempo juega a su favor, demorando la convocatoria de esa consulta imprescindible para garantizar de forma definitiva la estabilidad de un territorio que resulta vital, también desde el punto de vista geoestratégico, en el polvorín latente del norte de Africa. Hay una resolución de Naciones Unidas que debe cumplirse. Y punto.

Después del trato que Marruecos ha dispensado a Aminetou Haidar, ¿cómo vamos a confiar en su prometido estatus autonómico para un Sáhara en donde los presos políticos afines al Polisario y exentos de delitos de sangre siguen creciendo a manojitos?
Muchos esfuerzos tendrán que hacer sus cancilleres, después de tanto despropósito, para volver a creer en sus pintorescos planes para el porvenir de esa tierra rica en fosfatos y de ese mar prodigo en bancos de pesca.

Después de que Aminetou Haidar haya estado a punto de morir, creo que todos tenemos derecho a ver la luz al final de este largo túnel que se inició con los acuerdos tripartitos de Madrid y con la marcha verde. Es verdad que Marruecos es poderoso y que cuenta con el respaldo estadounidense y europeo. Pero los saharauis del destierro o del exilio interior cuentan con un arma secreta de mucho más poderío: la complicidad de todos aquellos que alguna vez hemos sentido que un hilo más o menos invisible maneja nuestras vidas. O ahorca nuestros sueños. Y sólo cuando logramos romperlo, pudimos despertar de tan larga pesadilla.

Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.

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