viernes. 29.03.2024

Orden

Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Constitucionalmente están permitidas las manifestaciones, pero dentro de un orden. A los manifestantes los flanquea una cadena humana que hace guardar el orden. Y por si acaso se desobedece a esos encargados, van a su lado, delante y detrás cordones policiales. Casco, chaleco antibalas, porras diseñadas especialmente para la crueldad por estudiosos crueles.

Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Constitucionalmente están permitidas las manifestaciones, pero dentro de un orden. A los manifestantes los flanquea una cadena humana que hace guardar el orden. Y por si acaso se desobedece a esos encargados, van a su lado, delante y detrás cordones policiales. Casco, chaleco antibalas, porras diseñadas especialmente para la crueldad por estudiosos crueles. Y unos fusiles que lanzan pelotas tremendamente dañinas, paralizantes, producto, entiendo, de personas creadoras de situaciones sanguinarias. Me imagino a los fabricantes de armas en una entrevista con los ministros de defensa: “Mire, Sr. Ministro, esta bomba es capaz de matar a tres mil personas de golpe. Puede usted hacer desaparecer un pueblo pequeño con una sola. ¿Se imagina el ahorro? Esta otra aniquila sólo a niños. Logramos así un enorme sufrimiento a los padres que terminarán claudicando inmediatamente. Además su acción evapora la sangre de los muertos y evitamos el espectáculo desagradable de tener que limpiarla con mangueras” Y el ministro comentando con sus colegas: “he hecho esta mañana una compra fantástica. No puedo revelar detalles, pero seremos los primeros en matar de la forma más higiénica posible”

Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Menos cuando de banqueros se trata. Veinte euros por renovar la tarjeta, tres por una transferencia de “mi” dinero a otra entidad bancaria, cinco por gastos postales, hipotecas vitalicias para dos dormitorios, cuarto de baño y cocina… Y así hasta cantidades infinitas. Aquí está permitido el desorden moral y ético. Tal vez por eso decía Cayo Lara estos días: “Hay que desalojar la calle de banqueros por higiene” Pero nadie se atreverá, porque son los que en realidad gobiernan el mundo. Los gobernantes están sometidos al ritmo indecente de la banca. La crisis actual está ocasionada por ella, pero la pagamos todos, especialmente los más pobres. ¿Y sus autores? ¿Cuántos de los padres de la crisis están en la cárcel? ¿A cuántos se les han embargado sus bienes? Eso queda para el albañil que duerme entre cartones porque no pudo pagar la mensualidad.

El orden. Cuando escribo ha sido desalojada la Plaza de Catalunya con un salvajismo digno de tiempos dictatoriales. Multitud de heridos. Un muchacho en silla de ruedas tirado al suelo. Los concentrados con las manos en alto, entregados limpiamente, pidiendo sólo que cambie un poquito el mundo. No que desaparezcan los pobres, sino que tengan derecho a la sonrisa. Por la tarde la Puerta del Sol se llenó de claveles, de “chabolistas harapientos”, diría Esperanza Aguirre. Se insulta hasta a los claveles. Claveles esperanzados de Abril portugués.

Orden. ¿Pero quien ha dicho que la vida sea orden? La vida es sorpresa, improvisación. El primer beso es un sobresalto de dulzura. El primer trago de carne y caricias, un escalofrío que pone de pié la sangre. La primavera llega como un fogonazo de luz. El mar es el mar porque no nos cabe en las manos. El amor, el revolcón inesperado de la existencia. El hijo, el asombro que nunca pudimos medir de antemano. El sexo, un temblor de vida, como un pájaro. El pájaro, la belleza haciendo caminos en el aire.

El 15-M está ahí. Inventando el desorden. Consciente de que el mar está bajo los adoquines, pidiendo lo imposible como parto feliz de la realidad. Estamos ahí, rehaciendo la historia para librarla de convertirse en costumbre esclavizante, creando futuro para que no nos golpee el presente y nos convierta en quietud suicida.

Nadie puede amar el orden. Sólo aquellos que fabrican bombas para ahorrarle dinero a los gobiernos.

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