viernes. 29.03.2024

Nosotros somos quien somos

nuevatribuna.es | 06.01.2010Si el personal quiere seguir durmiendo, esperando a un caudillo, a un mesías que se lo dé todo hecho a la manera de siempre o a lo que sea, allá cada cual, pero el tiempo se acaba. El golpe de Estado mundial contra las conquistas obreras está a punto de culminar. De poco sirven las protestas en Barcelona, en Roma, París, Londres o Atenas, cada una un día, a una hora, por unas horas.

nuevatribuna.es | 06.01.2010

Si el personal quiere seguir durmiendo, esperando a un caudillo, a un mesías que se lo dé todo hecho a la manera de siempre o a lo que sea, allá cada cual, pero el tiempo se acaba. El golpe de Estado mundial contra las conquistas obreras está a punto de culminar. De poco sirven las protestas en Barcelona, en Roma, París, Londres o Atenas, cada una un día, a una hora, por unas horas. Esto es mucho más grave, muchísimo más dañino, exige un esfuerzo enormemente mayor y colectivo, coordinado y contundente en toda Europa, en todo el mundo.

De poco sirven ya las escusas ni las dilaciones ni el consabido “ya escampará”. No hay nada que explique por qué los sindicatos europeos no se han puesto de acuerdo para convocar unas jornadas de lucha que tengan por objetivo hacer saber a las instituciones y los bancos europeos que la Bastilla ya se tomó y que si hay que tomarla otra vez, se hará, esté dónde esté. Absolutamente nada. Hoy en la era de las nuevas tecnologías, sin moverse del despacho, del taller o de la empresa, lo mismo que hacen quienes juegan con nuestro presente y nuestro futuro, podemos decirles todos a una que aquí y ahora, la única soberanía reside en el pueblo, que es el pueblo quien decide y el que quita y pone rey. Sin esa coordinación necesaria, indispensable, se ríen de nosotros, se mofan y se befan. Nada de incendios por aquí y por allá, eso lleva a lo que ellos quieren, al desorden que tanto asusta a los timoratos, que son la mayoría, el movimiento ha de ser continental primero y mundial después. Eso antes era impensable. Ahora no lo es y, además, es obligatorio. Sería obsceno asistir a lo que está pasando como las esfinges, viéndolas venir, con la mirada hierática, perdida en el espacio, como si la cosa no fuera con nosotros, con nuestro hijos. Tenemos una obligación histórica y si no queremos ni siquiera ocuparnos de aquellos que hemos traído al mundo por nuestra voluntad, hagámoslo por nosotros mismos. Ante esta situación, no cabe el silencio, es llegado el tiempo de volver a la calle y no regresar a casa hasta que las gentes de la oscuridad hayan vuelto para siempre a ella. Aunque algunos no lo crean, somos muchos más y tenemos la fuerza de la razón y la justicia.

Esto es un asalto en toda regla. Yo no sé nada, por ejemplo, de Assange, pero los señores del dinero decidieron encarcelarlo por rebelar secretos que sabíamos todos y que pertenecían al pueblo, mientras pedían a voces la libertad de otra persona china a la que habían dado el nobel de la paz. Esto es terrible, esto era impensable hace sólo diez años. ¿Qué está pasando? No es hora de dormir, es hora de luchar, y ya no sirven ni navidades, ni semanas santas, ni puentes, ni que he quedado con mi tío para jugar a las cartas, el sitio está en la calle, frente a las instituciones, contra ellas, como Bastillas nuevas que tomar, y tomarlas. El pueblo es el único soberano, todos los poderes, absolutamente todos se deben a él.

Nadie puede convertir al pueblo en esclavo una vez que ha iniciado el camino de la libertad y el progreso, y quien eso ha decidido se ha equivocado de medio a medio. Los años de Ramses pasaron a la historia, también los de Cómodo y los de los papas con coraza, los de Felipe II y los de Luis XVI, los de María Antonieta y los de Nicolás II, los de la reina Victoria y los Chamberlain. Lo intentaron ejércitos más poderosos, disciplinados, ejércitos armados hasta los dientes dispuestos a exterminar a quien no fuese como ellos, a quien no pensase como ellos, a quién osase respirar o toser. Trajeron terremotos, llenaron el mundo de sangre, de odio, de ruinas dejando correr a sus anchas a los cuatro jinetes del Apocalipsis, pero fueron derrotados y saben, ya lo creo que lo saben, que de nuevo o serán. La Historia no corre hacia atrás, la historia camina siempre hacia adelante pese a quienes la paralizan y quieren retrasar las agujas del reloj. Mírenla, contémplenla, han caído todos los imperios y cuando los contemporáneos de cada uno de ellos pensaron que el fin del mundo era la perspectiva, volvió a salir la luz, una luz mucho más esplendorosa, más libre y más justa. Pueden ganar una batalla, ganar unos años, pero el tiempo de los canallas liberticidas, de los enemigos de los derechos del Hombre, de los explotadores no tiene futuro porque por mucho daño que hagan, que lo están haciendo, llegará el día en que todos ellos y sus hijos yazcan en el mismo lugar en que hoy lo hacen quienes quisieron esclavizar al pueblo, en el muladar de la Historia. Sépanlo y apúntelo en su agenda electrónica, en su blackberry o en la frente de sus mentores. Han ido demasiado lejos, se lo han creído, ya es demasiado tarde, todas las alarmas de sus búnquers están saltando aunque sus consejeros les digan que la mar está en calma y el viento es apacible. La letra y la música de la canción ya está escrita, también la sentencia inapelable de los pueblos. No hallarán lugar en el mundo, en el planeta, en la galaxia dónde reposar, dónde curar las heridas, dónde esconderse. Ustedes, señores del dinero, son el pasado, el cólera, la malaria, el tifus, la peste bubónica de nuestro tiempo: El pueblo sabe dónde está la vacuna, no tiene más que aplicarla, sin dudar. La socialdemocracia ya cometió un inmenso error con Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, está a tiempo de rectificar y volver a sus orígenes. No se puede poner una vela a dios y otra al diablo.








Pedro L. Angosto

Nosotros somos quien somos
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