viernes. 19.04.2024

¡Si no hay trabajo me voy!

Así se expresa el Presidente del país vecino. Cualquiera diría que da tal importancia al trabajo para la gente...

Así se expresa el Presidente del país vecino. Cualquiera diría que da tal importancia al trabajo para la gente, que lo sitúa en el objetivo ineludible a cumplir, hasta el punto de relegar a segundo lugar  a cualquiera otra consideración. ¡Tan cerca y tan lejos!

En nuestro país convivimos con un casi 27% de desempleo. Buena parte de la población transita en una situación límite en la que es muy dudoso que se cumplan los mínimos principios de justicia social exigibles a cualquier sociedad. Parece evidente que la crisis ha azotado en muchas partes, pero de forma desigual. Está por hacerse un análisis comparativo, que nos explique las desigualdades que se observan en  el grado y extensión de la crisis en diversas partes del mundo. No siendo todos iguales, alguna explicación detallada merecemos, dado que en nuestro país la crisis se ha cebado, especialmente, dejando a demasiados ciudadanos y ciudadanas al borde de la miseria.

No es suficiente con apelar a la estructura económica, o al mercado de trabajo, o a aspectos circunstanciales, da lo mismo, pero lo cierto es que no se explican fácilmente la serie de elementos que se han concitado para reforzarse y deprimir nuestra economía hasta límites insospechados. La temporalidad ha sido una de las claves, empujando hacia sectores productivos de menor valor añadido, pero que su proyección en la economía nacional e internacional es muy limitado, contribuyendo a reforzar un bucle en el que quedamos atrapados entre contratos temporales y desempleo en periodos sucesivos que limitan la capacidad de los jóvenes para formar familias y a todos los implicados en lograr una autorrealización como personas.

Claro que las medidas gubernamentales no han contribuido lo más mínimo a paliar los efectos nocivos. El contrato de emprendedores enfocó como novedad la bonificación a las empresas por la contratación durante un año de prueba, soslayando la indemnización por despido. Pero no satisface a la patronal, por cuanto el segundo año sube a 20 o 33 días por año la indemnización. La justificación de tal inconveniente la cifran en que en la incertidumbre actual, no proporciona ninguna estabilidad un contrato de estas características. Ciertamente la duración de estos contratos, solo hay que imaginar cual ha sido. ¡Qué estabilidad proporciona un contrato de esta naturaleza a una vida de una persona!

Muchos han propuesto la existencia de un solo tipo de contrato que acabe con la dualidad y la temporalidad, cuya indemnización debiera ser creciente en relación con el tiempo trabajado. Siempre que no se indujeran los despidos por razones espúrias y se controlara el proceso, pudiera ser una solución a la componente laboral. Pero solo es una parte de la jugada total, dado que la formación, la productividad y la producción son los elementos decisivos del proceso de recuperación. No solo tenemos un problema del mercado laboral, dado que la asignatura de la modernización de nuestro sistema productivo está pendiente. Simplemente nos estamos limitando a agotar unos sectores maduros, obsoletos y en su mayor parte superados, que solamente admiten pequeñas matizaciones, no sin arduo esfuerzo por mejorar algún producto que el mercado sería capaz de admitir. Pero estamos situados muy lejos de la producción de novedades capaces de disparar innovaciones y generar nuevos mercados con oferta de nuevos productos, como normalmente se debe derivar de las actividades de I+D+i, prácticamente ausentes de los escenarios públicos y desde luego en los privados. Así es que la asignatura de la productividad está demasiado mediatizada por una economía incapaz de innovar.

Ante la ausencia de razones capaces de neutralizar con argumentos convincentes, el gobierno suele aferrarse a la invocación de anticonstitucionalidad, no solo del referéndum de Cataluña, sino también a una reforma de los sistemas de contratación o a las modificaciones que pudieran tener lugar en nuestra Universidad o en cualquiera de los elementos sustanciales de nuestra sociedad.

Por esto tenemos que descubrirnos ante el solo hecho de que el Presidente francés sea capaz de estampar en la cara de nuestros dirigentes, que valora que lo más importante es el trabajo, que la economía es importante en tanto en cuanto proporciona trabajo, que esa es la riqueza que nos interesa, la que es capaz de proporcionar bienestar a las personas. Hasta tal punto valora esto de esta forma que es capaz de indicar que de no ser capaz de generar el trabajo que precisan los franceses, que se va, que lo deja, que no tendría sentido seguir siendo incapaz de lograrlo. ¿De qué son capaces nuestros gobernantes? Esa es la cuestión. Si ellos no toman la iniciativa, tendremos que indicársela, o mejor obligarles a que la tomen. Está en nuestras manos.

¡Si no hay trabajo me voy!