sábado. 20.04.2024

No pienses en un elefante

Ese hubiera sido el consejo del politólogo norteamericano George Lakoff al rey Juan Carlos. “No piense en un elefante, míster Borbón, porque ya no se lo podrá quitar de la cabeza”. Que es lo que este autor sostiene en su libro acerca de la poderosa ideología de los republicanos de Estados Unidos, cuyo símbolo,  un elefante, utiliza como metáfora para analizar la estrategia del pensamiento conservador.

Ese hubiera sido el consejo del politólogo norteamericano George Lakoff al rey Juan Carlos. “No piense en un elefante, míster Borbón, porque ya no se lo podrá quitar de la cabeza”. Que es lo que este autor sostiene en su libro acerca de la poderosa ideología de los republicanos de Estados Unidos, cuyo símbolo,  un elefante, utiliza como metáfora para analizar la estrategia del pensamiento conservador. Remember: Don’t think, mister Borbón, don’t think!

Pero el Rey de España estaba obsesionado con un elefante y cedió a la tentadora oferta de un magnate de origen sirio que trabaja para la casa real de Arabia Saudí, de ir a cazar, de balde, uno a Botsuana. Contrariando a Oscar Wilde, a veces no es bueno ceder a las tentaciones por mucho que uno sea rey, más cuando se trata de matar animales protegidos por cuenta de un patrocinador millonario, que no es la compañía más adecuada para el rey de un país que atraviesa un severo momento económico. Pero el Rey se dejó llevar porque quería su elefante, y despreció el riesgo político, en el físico ni siquiera pensó, que el safari entrañaba, pagase quien pagase, por la repercusión que podría tener en la opinión pública un acto tan ostentoso, cuando los ciudadanos rasos de España se aprietan el cinturón hasta la asfixia.

Olvidaba el monarca que Shakespeare, en uno de sus dramas, pone en boca del desesperado rey Ricardo III las palabras: “Mi reino por un caballo”, dispuesto a cambiar el trono por un penco. Promesa de dudoso cumplimiento, dada la trayectoria plagada de felonías del monarca, pero que no se pudo llevar a efecto. Sin recibir ese socorro y obligado a combatir a pié en la última batalla de la Guerra de las dos Rosas -la blanca de la casa York y la roja de los Lancaster-, el pérfido rey pierde el trono y también la vida a manos de su rival, que será el nuevo rey Enrique VII. Y es que a veces, la suerte de un reino depende de algo tan circunstancial y ajeno a la actividad política como es un animal. Ricardo III entregaba su reino por un caballo vivo y Juan Carlos II ha arriesgado el suyo por un elefante muerto. 

No pienses en un elefante
Comentarios