jueves. 25.04.2024

No perdamos esta oportunidad

Hace poco más de un año, Ignacio Fernández Toxo y Fernando Lezcano, secretarios general y de comunicación respectivamente de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, escribieron un artículo en Gaceta Sindical en el que hablaban de la necesidad de reivindicar pero también de repensar el sindicato.

Hace poco más de un año, Ignacio Fernández Toxo y Fernando Lezcano, secretarios general y de comunicación respectivamente de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, escribieron un artículo en Gaceta Sindical en el que hablaban de la necesidad de reivindicar pero también de repensar el sindicato.

La reivindicación es clara, por mucho que le moleste a la derecha y al sector más retrogrado del empresariado somos, junto con UGT, el instrumento más útil que tienen los trabajadores para defender sus derechos laborales y sociales, para luchar por una sociedad más equitativa y democrática.

Pero también debemos repensarnos. Entre otros motivos porque, según todos los sondeos demoscópicos, ocupamos los últimos puestos en cuanto a aceptación social (en el Barómetro de Confianza Institucional de Metroscopia, de la pasada primavera, a los sindicatos solo nos aprobaba el 27% mientras el 71% nos desaprobaba). Es cierto que la patronal, los obispos o los partidos políticos están peor valorados, pero no creo que esto nos deba servir de consuelo.

Sin duda las campañas de desprestigio de la derecha han hecho mella en la credibilidad de las organizaciones sindicales (lo que nos plantea un nuevo reto: como mejorar nuestra comunicación con los trabajadores y la ciudadanía en general) sin embargo no todo se puede achacar a las campañas de desprestigio, hay que ver cuáles son los puntos débiles, los errores o los desajustes que tenemos.

Las organizaciones deben se estructuras dinámicas capaces de adecuarse a las características de cada momento y el que vivimos es especialmente complejo. Las formas de producción han cambiado mucho y la sociedad también. Los trabajadores son además ciudadanos con intereses e inquietudes distintas, a los que no se puede clasificar en una única categoría.

Por otra parte el acceso a internet y las redes sociales ha modificado la relación de la gente –especialmente los jóvenes– con los sindicatos, partidos, medios de comunicación… desfigurando el papel de intermediación que han ejercido en otros momentos.

Todo esto en medio de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión, que ha puesto de manifiesto la debilidad de las instituciones europeas, incluida la Confederación Europea de Sindicatos. Además en España dicha crisis va unida a otra institucional, a la pérdida de confianza en las instituciones surgidas de la Transición, de las que los sindicatos no nos libramos.

Para colmo, los años de bonanza han facilitado –en parte por dejación de la izquierda política y social que ha/hemos renunciado a la defensa de los valores y a hacer pedagogía política– que las ideas dominantes en la sociedad sean las conservadoras. Predomina el individualismo, el sálvese quien, pueda sobre los proyectos colectivos y el inmediatismo sobre las estrategias a medio plazo. Los sindicatos no hemos sido inmunes al avance de las ideas conservadoras, a la pérdida de valores y la primacía de lo concreto e inmediato.

En CCOO estamos a las puertas de un congreso y cabe preguntarse si tenemos la organización preparada para intervenir con acierto y eficacia en un escenario tan difícil como el que se nos presenta a corto y medio plazo.

Son varias las cuestiones sobre las que debemos reflexionar:

La primera es el carácter sociopolítico del sindicato. Estamos ante una ofensiva conservadora en todos los frentes, económico, político e ideológico y si queremos cumplir con nuestro cometido, sea éste general o parcial, es imprescindible neutralizarla y conseguir un cambio de orientación política, de bases sobre las que asentar un nuevo desarrollo económico y social. Algo que solo conseguiremos con la movilización de la mayoría de la sociedad contra la política del PP.

No es posible una transformación social sin el movimiento sindical pero este no es suficiente para llevarla a cabo. La puesta de nuestra capacidad de elaboración y movilización al servicio de plataformas que se planteen objetivos comunes hará más sencilla la movilización y restará argumentos a movimientos corporativos, cuyo mejor caldo de cultivo son las situaciones de crisis con falta de alternativas.

La intervención sindical en estos foros ha de ser respetuosa con la diversidad existente, huyendo de las tentaciones de fagocitar o manipular los movimientos, buscando alianzas estratégicas

La segunda reflexión tiene que ver con la creciente fragmentación de la clase trabajadora. Nuestra política ha de llegar a los trabajadores, pero los más de 5 millones de personas, que buscan trabajo sin encontrarlo, no están en ninguna empresa. ¿Cómo llegamos a ellos? También tenemos dificultades en los extremos del espectro laboral: los más precarios y los más cualificados, colectivo este cada día más numeroso y proletarizado y de gran importancia estratégica en el funcionamiento de las empresas, tanto privadas como públicas.

La movilidad laboral es otro factor a tener en cuenta. El trabajador cambia de trabajo (también de federación), de ciudad incluso de país. Y lo que es peor, muchos de ellos solo cambian su estado, pasan de parado a activo y viceversa durante largos periodos de tiempo. La estrategia basada en la vinculación de una persona a un centro de trabajo resulta claramente insuficiente.

Llegar a los trabajadores es más complicado que hace unos años, su encuadramiento laboral se ha desdibujado y eso implica que necesitamos una organización más flexible, menos compartimentada y estanca. Atención especial requiere el trabajo con los jóvenes, asignatura pendiente que no hemos sabido abordar adecuadamente hasta el momento y esencial para la renovación del sindicato.

Los nuevos tiempos requieren cambios en el sindicato. Nos obligan a replantearnos las prioridades y la forma de trabajar, más teniendo en cuenta que vamos a sufrir una importante disminución de recursos tanto materiales como humanos.

Una de las prioridades debe ser la recuperación de la militancia y para eso es condición necesaria cambiar las formas de trabajo, abrir nuevos cauces de participación tanto en la toma de decisiones como en las tareas sindicales. Hemos de hacer del sindicato un lugar atractivo para todas aquellas personas que quieran colaborar en las tareas sindicales según sus habilidades, preferencias y grado de compromiso. Tenemos que aprender a convivir con la diversidad, mejorar las formas de debate y toma de decisiones, la democracia interna.

La relación de la dirección del sindicato con los afiliados no puede ser solo a demanda, esperando que se reclame su presencia para acudir a los sitios. Es necesario visitar periódicamente (con la mayor frecuencia posible) las distintas estructuras sindicales y las  empresas. En esta tarea debe estar involucrada toda la dirección, puede ser sumamente enriquecedor (si se va con voluntad de aprender, sin dogmatismos ni prepotencia) el intercambio directo, sin intermediarios, entre dirigentes y trabajadores.

Hay que avanzar en la utilización de las nuevas formas de comunicación pero internet no puede sustituir la presencia del delegado o dirigente sindical en las asambleas o reuniones con los afiliados.

La formación debe ser una apuesta de futuro. Formación que abarque todas las actividades de la vida sindical (nociones de derecho y economía, de métodos de dirección, trabajo en equipo, capacidad de análisis y síntesis, expresión oral y escrita, relación con medios de comunicación…). Una formación que no solo nos transmita información sino que nos proporcione instrumentos para comprender mejor la sociedad tan compleja y cambiante que nos ha tocado vivir.

El sindicato, los sindicalistas, necesitamos un importante cambio cultural. Esta es una compleja y ardua tarea, pero imprescindible. Por eso, cuanto antes empecemos mejor, no perdamos la oportunidad que nos brinda el congreso.

No perdamos esta oportunidad
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