martes. 23.04.2024

Neoliberalismo: la vuelta al viejo orden

Todo empieza en la Bastilla, con la Revolución francesa. Hasta entonces la ley natural, la ley de Dios, es el único orden existente. Dios derrama su gracia sobre el rey; la corona a su vez, fortalece la voluntad divina mediante el contrato con sus notables: ducados, condados y demás Señores, se erigen en los guardianes de la Ley Vieja.

Todo empieza en la Bastilla, con la Revolución francesa. Hasta entonces la ley natural, la ley de Dios, es el único orden existente. Dios derrama su gracia sobre el rey; la corona a su vez, fortalece la voluntad divina mediante el contrato con sus notables: ducados, condados y demás Señores, se erigen en los guardianes de la Ley Vieja. Junto al rey y sus grandes, un tercer y amantísimo estamento,  la Iglesia, sanciona y refrenda la ley natural, amén de "educar" o quemar a su grey según el día. Ajeno a los tres estamentos, el populacho, el vulgo. Una chusma que nada tiene, pero que sea como sea, es la única que paga impuestos, por conceptos tales como "obtener seguridad", o “habitar” las tierras feudales.

El populacho siempre ha agradecido la mano dura. No es ningún secreto que hay quien nace -por la gracia de Dios- llamado a "gestionar" y hay quien nace para "ser gestionado". Que se sepa, nunca se ha negado a los más pobres una mínima caridad siempre y cuando demuestren, claro está, ser conscientes de cuál es su sitio. Hasta hace poco más de doscientos años, todo descansaba en la plena armonía natural; el anhelado orden celestial de Milton Friedman reinaba en el orbe, al igual que el león devoraba a la gacela o la luna arrastraba las mareas. Pero tuvieron que llegar los ilustrados, los intelectuales, los listillos y los relativistas. Venían con Aristóteles, con Hume, con Hobbes bajo el brazo; luego con Feuerbach y hasta con Marx: que si Dios no existe, que si el rey ya no tiene “gracia”, que si el hombre tiene derechos y deberes, que si la chusma tiene derecho a ser educada... hasta Sanidad gratis hubo que consentirles, y encima funcionaba.

Durante más de dos siglos, la ley natural, la ley vieja, prenapoleónica, se ha encontrado amenazada por todo tipo de hordas que han buscado asfixiarla: que si Napoleón, que si los humanistas, los bolqueviques o los existencialistas... Todo parece llamado a volver a ser como antes. Será que siempre ha habido clases y siempre las habrá. No es ningún secreto que el vulgo se muestra secularmente ingrato y desagradecido. Les das la mano y te cogen el brazo. ¿Qué es eso de que todo el mundo tenga derecho a ser educado? Los miserables, los sans culottes, los desarrapados, educándose para qué? ¿Para hacer desaparecer a Dios? ¿Para correr el riesgo de ver a un presidente ateo, que no mire por el más allá sino por el más acá? Si hay quien viene a este mundo a sufrir, será preciso hacérselo ver y comprender. ¿Quién va a resultar mejor minero o peón que un hijo que aprenda de su padre? Tras la reconversión hacia una educación privada que mire a la excelencia, queda el otro frente, la paulatina sustitución de todo ese entramado sanitario social y bolchevique, heredado del infame siglo XX que tomó cuerpo solemne al nombre de "sanidad pública universal", por la correspondiente  transferencia a la gestión privada.

Para los casos extremos, quedará la Caridad, que nada tiene que ver por supuesto, con los principios de justicia y solidaridad. Los valores políticos de la gente decente están en el Evangelio: no hay más libertad, igualdad o dignidad que las que se desprenden de la Creación. Dios sabe impartir justicia y en prueba de su amor, las clases más desfavorecidas se benefician de la limosna, los repartos de comida y la benevolencia. Sin Seguridad Social, el enfermo rezará. Sin educación, el nuevo súbdito se entregará a sus miedos y supercherías sin riesgo de rebelión. Cada cual es responsable de su propia salvaguardia. Los mercaderes del Templo, se erigen en los nuevos apóstoles de la nueva democracia global y por supuesto, se comprometen a potenciar los brazos de la Caritas. Forma parte del juego. Mientras el desahuciado, el embargado, el desempleado, el homeless y el okupa tengan un plato caliente, se evita la Revolución. No es ningún secreto que "dar de comer" sale a cuenta. Es toda una inversión.

Neoliberalismo: la vuelta al viejo orden
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