viernes. 19.04.2024

Multinacional

Obviamente el mundo en estos últimos cuarenta o cincuenta años ha sufrido un enorme cambio que, en muchos casos, ha servido para mejorar las condiciones de vida de muchas personas. Igualmente ha servido para enriquecer de modo rápido, casi de súbito, a muchos otros ciudadanos hasta llegar a aparecer en la lista de Forbes, en apenas veinte años de comenzar sus aventuras empresariales.

Obviamente el mundo en estos últimos cuarenta o cincuenta años ha sufrido un enorme cambio que, en muchos casos, ha servido para mejorar las condiciones de vida de muchas personas. Igualmente ha servido para enriquecer de modo rápido, casi de súbito, a muchos otros ciudadanos hasta llegar a aparecer en la lista de Forbes, en apenas veinte años de comenzar sus aventuras empresariales.

Y también, por otra parte, ha servido para rasar a un importante número de ciudadanos del mundo.

Desde la estética, el periodo al que me refiero, ha sido el más útil para mimetizar a todas aquellas sociedades que han sido capaces de salir de la autarquía, al menos la cultural, y me atrevo que incluso a buena parte éstas.

Cuestión bien distinta sería los citados efectos desde la ética.

Como es sabido, o al menos a mí así me lo han contado y yo en consecuencia lo he interpretado; la multinacional pretende de modo sencillo ocupar el mayor espacio posible estableciéndose y llevando sus actividades y, sobre todo, sus intereses al mayor número de países del mundo.

Además de ampliar el mercado, algo de gran utilidad, permite también comprar y fabricar a los mejores precios donde se encuentren los productos y mano de obra más baratos.

Producir a los mejores precios y vender a los más altos precios posibles, en principio parece el sueño de cualquier aspirante a aparecer en la lista de la afamada agencia neoyorquina, dedicada a la publicación de listas de aquellos que triunfan en los negocios y en las finanzas.

Si además, a todo ello, le añadimos la conocida como globalización, que no es otra cosa, que la tendencia de los mercados a extenderse, tenemos completado el proyecto estratégico.

El mundo entero bebe Coca-Cola, viste tejanos y zapatillas deportivas, consume diariamente más de una tv-movie, la ración de hamburguesas y perritos, completa la dieta global tan publicitada.

Los paseos por las calles de ciudades como Segovia, Soria, Burgos o Jérez de La Frontera, por citar algunas, salvo los monumentos históricos, son praticamente identicas en oferta. Zara, Mc Donald's, Burger King,...las iguala y las hechiza de globalización.

Nuestras viviendas, cada día más, están decoradas y amuebladas de manera idéntica, salvo que no se tenga un Ikea, a mano.

En el Metro, por ejemplo, la mayoría de los lectores aficionados, se mimetizaron de igual modo, con las obras de Stieg Larsson, o en su defecto, y como un pequeño guiño a lo nuestro: con las de Carlos Ruiz Zafón, que para eso reside en Los Ángeles, y ha sido capaz, en breve espacio de tiempo, de dotarse de todas y cada una de las condiciones para ser un 'multinacional' de primera línea.

La lista sería interminable, sólo la presencia en el mercado de multitud de iPhone, como si los regalaran, y cuanto más joven sea el usuario más moderno es el modelo del conocido producto de la compañía de la manzana.

Me cuesta opinar sobre la bondad o no de este tipo de procesos, que como decía, llevan años dándose, y parece no tener final, o al menos éste no se vislumbra a corto plazo.

Supongo y trato de ver, reconozco que no sin esfuerzo, sus ventajas que las tendrá, pero niego la supuesta igualdad, que pueda suponer el 'invento'. Y, sobre todo, me molesta que nuestras ciudades, las más bonitas, originales, vistosas, sean cada vez más como la otra, y a su vez como la otra.

Y además, eso sí, prefiero mil veces el Bar Manolo, de cada rincón de cualquiera de nuestros pueblos o ciudades, que los 1.000 montaditos, los Cañas y Tapas, los Gambrinus, ....y similares. Exactamente igual que prefiero la tienda de la esquina que el poderoso Carrefour, serán cosas de la edad.

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