jueves. 18.04.2024

Migración laboral, temporal y circular

Ahora que la crisis es evidente y el paro crece, con especial impacto entre los inmigrantes, hemos de asumir el reto que supone la integración de todas las personas que fueron llamadas para su incorporación al mercado de trabajo en el ciclo de vacas gordas de nuestra economía, por el tirón de la llamada burbuja inmobiliaria en las ciudades y por el descontrol del mercado de trabajo en la construcción.
Ahora que la crisis es evidente y el paro crece, con especial impacto entre los inmigrantes, hemos de asumir el reto que supone la integración de todas las personas que fueron llamadas para su incorporación al mercado de trabajo en el ciclo de vacas gordas de nuestra economía, por el tirón de la llamada burbuja inmobiliaria en las ciudades y por el descontrol del mercado de trabajo en la construcción. Esta época de bonanza reclamó mano de obra, pero no impidió ni los bajos salarios para tantos miles de peones, ni la contratación de irregulares. También fue el efecto llamada la necesidad de mano de obra agrícola para la fresa de Huelva, para el melón de Murcia o para la manzana de Lérida, y aquí tampoco se inició el ciclo de migración ordenada que señala la recomendación europea Migración laboral temporal y circular.

Asumir tal reto no obedece a una postura ética, que también lo es, sino a la realidad de los hechos y a la oportunidad que representa en el futuro mediato contar con población joven en una sociedad más bien con pocas expectativas de rejuvenecimiento. Puede resultar impopular decir esto en la actual coyuntura y en una sociedad que, más que una explicación holística de los problemas, ha buscado frecuentemente chivos expiatorios a sus males. Sin embargo es lo menos que la política con P mayúscula puede hacer como ejercicio pedagógico que le corresponde, en el momento actual.

Que los tiempos han cambiado y la economía española no necesita en la actualidad nueva mano de obra de forma permanente es una verdad indiscutible, pero también lo es que entre los parados muchos son inmigrantes que cuentan con su Permiso de Trabajo y Residencia, que son padres de nuevos/as españoles y que están aquí ya de forma permanente y con vocación de permanecer como miembros de esta sociedad. Muchas de estas familias están endeudadas por 50 años con hipotecas difícilmente pagables y que impiden un eventual retorno. También es cierto que la fresa de Huelva, la aceituna de Córdoba y la manzana de Lérida no atraen a esos parados, ya sean españoles o foráneos, y que la recogida y la nueva siembra están a la vuelta de la esquina del 2008.

Parece ridículo tener que ahondar en esto, pero como hay intenciones de ilusionar, sin éxito, a estos parados de cualquier sector para que se incorporen al trabajo de la agricultura, habría que recordar que existe el concepto acuñado de aceptabilidad laboral que viene a explicar que los inmigrantes ocupados en estas actividades lo que han hecho es sustituir a los autóctonos que no quieren realizar determinadas tareas porque son precarias, penosas y mal pagadas, como señalan numerosas investigaciones, entre ellas la de la catedrática de Sociología de la UAB Carlota SOLE. Aunque el nivel de aceptabilidad laboral de los inmigrantes es mucho más bajo que el de los habitantes de aquí, es lo cierto que éste varía con el tiempo y hace que muchos inmigrantes que trabajaron varios años en otros sectores, difícilmente vayan a aceptar el trabajo en el agrícola.

En segundo lugar, y en los años de mayor irregularidad, las condiciones del mercado laboral español, con la preexistencia de los sectores informales de la economía, sirvió como el colchón de llegada de inmigrantes en los sectores que ya no atraían a los trabajadores autóctonos, lo que permitió cierta acumulación primaria en ese uso intensivo de mano de obra barata.

La pregunta que cabe hacerse entonces es: la aceptabilidad laboral de los españoles ha bajado? Están dispuestos a irse a trabajar en determinadas condiciones que sólo han aceptado quienes vienen de sociedad tremendamente injustas y sin oportunidades?

Aspirar a que Europa llegue a la migración cero, es todo un deseo voluntarista, pero una verdadera utopía. Eso es como poner puertas al campo. Hay soluciones a largo plazo para evitar esa inmigración irregular a la que tanto tememos todos, incluidos los inmigrantes. Lo malo es que los últimos llegan a esta certeza cuando ya han pagado un coste social alto, hasta con la vida. Otras veces sólo les queda regresar sin haber cumplido el sueño.

Debemos implementar la migración laboral temporal y circular como instrumento regulador del flujo migratorio de ida y vuelta. Esta ya se encuentra reconocida como una formula adecuada para el trabajo temporal que se produce en las diferentes áreas y sectores. Incluso en las muy cualificadas como es el campo de la medicina, donde el déficit estacional es evidente y en el que los profesionales españoles, ante salarios menos competitivos que los de otros países de nuestro entorno, se movilizan por el espacio europeo en busca de mejores oportunidades profesionales.

La libre circulación crea competencia y es beneficiosa en términos de contacto, de intercambio de conocimientos y del saber hacer, algo que se niega a los pobres: traer médicos de los países de origen soluciona el déficit de ellos aquí, pero profundiza un problema allá y abre más la brecha entre pobres y ricos a nivel mundial. Por eso en este campo la migración Laboral temporal en circularidad en períodos de tres o cinco años, con retorno al origen, vinculado a avances en investigación y superación de los graves problemas sanitarios en dichos países, si sería una apuesta por el desarrollo, donde destino y origen se comprometieran en la construcción de este ciclo migratorio vinculado al desarrollo.

Debe promoverse la Migración Laboral Temporal y Circular para actividades como la agricultura y la hostelería, superando los obstáculos que actualmente la dificultan. Se trata de aportar mediante contratos de temporada trabajadores para cubrir el ciclo productivo, ya sea agrícola o de servicios vinculados al turismo, por períodos de 8 o 9 meses al año, con un acompañamiento para el aseguramiento del retorno tras dicho período, y el “reenganche” para las temporadas siguientes en un ciclo de 5 años, por ejemplo, que permite al trabajador, suficientemente acompañado aquí y en el origen, mejorar sus condiciones de vida y las de su familia, y aportar su esfuerzo y sus capacidades al desarrollo de su zona de origen. En el caso de la agricultura, y para optimizar el coste del traslado de estos trabajadores, deben encadenarse cosechas, ya que resulta costoso el viaje y deben armonizarse los procedimientos de acogida, así como el acompañamiento y seguimiento de la preselección y selección en origen, para garantizar el retorno una vez termine el período y la continuidad del ciclo de circularidad.

Surgen aquí algunas preguntas: ¿Es flexible el modelo de contratación de temporeros establecido actualmente con un solo empleador que necesitará únicamente el trabajador por un período corto de uno-dos meses? ¿Quién concatena cosechas, existen los instrumentos de gestión para ello?. ¿Quién acompaña este proceso en origen y destino o seguiremos dejando a la mano invisible del mercado que gobierne este proceso transnacional?.

Abordar de manera seria esta alternativa es el camino para una política que articule migración y desarrollo. Ese ciclo de circularidad puede aprovechar la ventaja comparativa que tiene España en este campo, porque el asentamiento definitivo de estos campesinos en sus países de origen, tras el ciclo de trabajo en circularidad, al menos pondría en el horizonte de la seguridad alimentaría a las poblaciones de origen. Un asentamiento definitivo con compromiso corresponsable de los países de origen y destino para el emprendimiento en el agro, con formación, con buenas prácticas y con tecnología adecuada, con asistencia técnica y acompañamiento, creando condiciones locales de desarrollo, sería deseable para todos en el mediano y largo plazo. Todos saldríamos ganando con ello.

La integración otro eje de la política migratoria, en ese durante del ciclo migratorio, tiene mucha importancia para el nuevo despeje de la economía.

Ya esta claro que no habrá un retorno masivo, pero seguirán en el paro y en la temporalidad, sin embargo constituyen un capital social muy importante, y sería beneficioso promover su capacitación, reciclar su formación orientándola a las áreas de cambio productivo que se realizará en la economía española.

Una nueva fase de crecimiento económico debe aprovecharse para mayor equidad y superación de la pobreza aún persistente en España, donde los inmigrantes son una cuota importante. La historia se repite, han contribuido a la creación de riqueza pero siguen siendo pobres.
  • Yolanda Villavicencio es Diputada Socialista de la Asamblea de Madrid.

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