viernes. 19.04.2024

Mi modesta (y tal vez molesta) opinión sobre las primarias en el PSOE

En un sistema de primarias, cuando alguien anhela legítimamente ser catapultado hacia la presidencia del Gobierno, autonómica, etc, necesita la mayoría de votos...

En un sistema de primarias, cuando alguien anhela legítimamente ser catapultado hacia la presidencia del Gobierno, autonómica, etc, necesita la mayoría de votos entre la  militancia de su partido. Esto le obliga a “compensar” a quien le pueda arrimar más papeletas a su urna, lo cual, a su vez, se suele pagar con algún puesto (listas para el Congreso, Senado, CCAA, asesor, altos cargos, etc.).

Lo anterior  arrastra, inevitablemente, a colocar en puestos muy importantes a personas que conocen los entresijos del partido y son hábiles para recolectar votos, pero que pueden resultar totalmente ineptos para los puestos con los que son “recompensados”.

Además del tufo clientelar que lo anterior conlleva, debemos añadir un elemento muy pernicioso: la idea de que todo el mundo vale para todo o casi todo. Esto, además de ser  falso, provoca un sentido rechazo  entre aquellos que realmente dominan un área impulsándoles a repudiar un partido que enarbole ese dislate.

Así, una misma persona puede ser diputad@ y después desempeñar responsabilidades en Interior, sin desdeñar Justicia, Asuntos Sociales o cualquier otro alto cargo en el primer ministerio, CCAA o Ayuntamiento que le ofrezcan. Un puesto en el Senado o un sillón de asesor tampoco parecen desdeñables.

Ante este cuadro clínico-político que tanto se repite caben dos explicaciones: o nos encontramos ante un portento de la naturaleza, una suerte de híbrido entre Pitágoras y Leonardo, o la chapuza y el amiguismo campearán. Los ciudadanos perciben esto. A nivel consciente o inconsciente. Y lo demuestran con su rechazo en las urnas.

Y esta desafección se exacerba y materializa entre los votantes de izquierda. Tal vez lo anterior no represente mayor problema en la derecha, donde el trinque y la recomendación se asumen con naturalidad. Pero el  ciudadano progresista no lo digiere. Y se nota.

Bajo estos esquemas, unas primarias dejan de ser un valioso instrumento para seleccionar a los más preparados. Muy al contrario, degeneran en un taimado tablero de componendas, una  pirámide donde los favores y apoyos se engarzan desde la cúpula a la base. Sin otro objeto que vivir de la política el mayor tiempo posible. Algo a lo que suelen aspirar quienes ven en la política el modo de disfrutar un status que jamás conseguirían por otros méritos.

Es decir, hablaríamos de mediocres, ambiciosos,  conspiradores … y una pirámide que se construye con esos ladrillos está  abocado al pronto derrumbe.

Mi modesta (y tal vez molesta) opinión sobre las primarias en el PSOE