jueves. 25.04.2024

Messi y el fútbol de los sueños

NUEVATRIBUNA.ES - 8.4.2010 Yo soy de lo que era un pueblo cerca de Madrid (Vicálvaro) y nuestro único mundo deportivo era el futbol. En pleno franquismo -tengo 57 años- no había otra ilusión en el erial de los juegos -entonces el concepto de ocio no existía- que darle patadas a un balón y/o jugar a los billares donde los había.
NUEVATRIBUNA.ES - 8.4.2010

Yo soy de lo que era un pueblo cerca de Madrid (Vicálvaro) y nuestro único mundo deportivo era el futbol. En pleno franquismo -tengo 57 años- no había otra ilusión en el erial de los juegos -entonces el concepto de ocio no existía- que darle patadas a un balón y/o jugar a los billares donde los había. Darle a la pelota era más barato. Así pasamos de la niñez a la adolescencia los hijos de los pobres, aunque de ilusiones fuéramos ricos. Si alguien se fijaba en ti en el erial franquista podías ir a algún equipo infantil o juvenil de los poquísimos que había. Si además llegabas a jugar en ese supuesto equipo infantil o juvenil con un entrenador de los pocos que había en el erial franquista, entonces te explicaba que por más que fueran tus habilidades no sabías jugar al futbol, porque ese deporte era lo contrario de lo que hacías con el balón con los chicos del barrio, porque en el erial franquista, los barrios eran donde vivían los pobres.

Si te gustaba regatear -es un suponer-, el entrenador te decía que primero tenías que mirar a tus compañeros porque era preferible pasarle la pelota a uno de ellos; si te gustaba ir hacia adelante, te decían que debías guardar la posición; si te gustaba ir a disputar la pelota, buscarla, acosarla, te decían que primero debías estar en tu demarcación y cubrir líneas de pase. Y así una retahíla de normas aburridas y exasperantes cuando tú medías tu satisfacción por las veces que tocabas la pelota durante el juego. A veces los niños nos íbamos detrás de las porterías de los mayores para cuando se fuera el balón por la línea de fondo -el nombre lo aprendía ya de mayor- poder devolverla pelota y así encontrar la satisfacción de golpear tan dócil y duro elemento. En el erial franquista estas eran nuestros primeras satisfacciones hasta que te fijabas -cosa casi de repente- en las chicas, y los más afortunados tenían alguna opción con ellas, porque en el erial franquista eso era coto vedado, aunque algunos -sin saber porqué- entraban en el coto y a veces... cazaban.

Pues bien, viendo jugar a Messi recuerdo mi niñez. Messi juega como un niño, pero burlando a los mayores, con el desparpajo de quien no ha sido corrompido por la moral de los mayores, por las normas de los mayores, tratando como niños a los de barba cerrada y pelos en las piernas. Messi, a veces, coge el balón y recuerda al niño que fue y que aún es, y se va con él hacia adelante, con quiebros y requiebros, buscando las piernas del contrario para dribarlas con la disculpa del balón y del juego; es el baile de un solista en un coro que improvisara siempre los movimientos con el objetivo de alojar el balón entre los 3 palos llamada portería y con el permiso del cancerbero, llamado también portero (lo de cancerbero no lo entendí hasta que leí la Divina Comedia). Messi no busca el agrado ajeno, la admiración del otro, el aplauso de los suyos: sólo busca su satisfacción, que es seguir siendo un niño a pesar de su edad, a pesar de sus compañeros, a pesar del contrario, a pesar de los sesudos y a veces arbitrarios árbitros. Messi nos vuelve a la infancia cuando casi la teníamos olvidada, a nuestra patria que es la infancia, como decía el recién desaparecido Miguel Delibes. Con Messi renace el deseo de inmortalidad, por eso ¡ójala! que nunca te hagas mayor, que nunca madures futbolísticamente, que no te contaminen los entrenadores y demás con tácticas y estrategias, con líneas de pase y posiciones, con entrenamientos sin balón, con pesas y ejercicios espurios.

Messi, si hubieras nacido en pleno helenismo, habrías sido elegido por los dioses para los olímpicos, para el Olimpo de los juegos; te sentarías, al lado de Hermes, de Artemisa, incluso al lado del desterrado Hades, para compartir con ellos la ambrosía, sus privilegiados asientos y sus virtudes, porque tú estarías exonerado de defectos. Pero estás con los mortales en el siglo de la anodina tecnología de la comunicación y de la desigualdad. Messi, sigue adelante, juega como sabes, es decir, disfrutando como un niño, porque así y sólo así nos harás disfrutar, devolvernos la infancia y los deseos de inmortalidad a todos, también a los hijos de los pobres.

Antonio Mora Plaza - Economista.

Messi y el fútbol de los sueños
Comentarios