jueves. 25.04.2024

Meros tertulianos

A menudo se oyen las frases “no era eso lo que quise decir” o “no se si se entiende lo que quiero decir”, manifestaciones de cualquier hijo de vecino que, sospechándolo o no, vive inmerso en un mundo tan caótico como globalizado y cambiante, en donde las rectificaciones son cosa de sabios sólo cuando no se hacen a diario.

A menudo se oyen las frases “no era eso lo que quise decir” o “no se si se entiende lo que quiero decir”, manifestaciones de cualquier hijo de vecino que, sospechándolo o no, vive inmerso en un mundo tan caótico como globalizado y cambiante, en donde las rectificaciones son cosa de sabios sólo cuando no se hacen a diario.  Luego de escuchar a ciertos políticos y de hurgar en sus discursos, suele quedarnos la sensación de que sería imposible determinar si el que acaba de hablar dijo lo que quería decir, si se acercó al menos a lo que pretendía decir, si supo alguna vez lo que querría haber dicho o, en el mejor de los caso, si tiene alguna idea de lo que estuvo diciendo durante toda su vida.

“Escuche”, me decía hace unos meses mi vecino Antonio, señalándome la vieja radio portátil con la que cada mañana se pasea por la plaza mientras alimenta a las palomas. “Están hablando de fútbol. ¿Pero a que no sabe qué?”, me preguntó. A lo que sin esperar mi “qué”, continuó diciendo. .. “usted cree que en más de una hora de tertulia alguno de estos comentaristas ha dicho gol, pelota, portería o patear. Pues no, nadie ha dicho ninguna de esas palabras. Sin embargo sí que han dicho compra, venta, contrato, millones, firma, préstamo y estadística”. Y al finalizar esta suerte de reflexión inconclusa se me quedó mirando con una mueca de desconcierto que le fruncía el ceño, dándole a su rostro un aspecto desolador. “¿Se da cuenta?”, preguntó seguidamente, como esperando de mi parte una opinión que varias semanas más tarde le ofrecí sin coste alguno.

Algo de lo que Antonio me había dicho estaba sucediendo a cada instante. Pero no sólo en las tertulias radiales de programas deportivos, sino en cada comparecencia de celebridades de la política nacional ante los medios de comunicación. Algunos le llamaban aforismos; maniobras verbales que se utilizan para tomar ciertas medidas que a menudo pueden ser perjudiciales o, casi en el mejor de los casos, de resultados imprevisibles. Sin embargo un aforismo es -según Wikipedia- una declaración u oración concisa que pretende expresar un principio de una manera sucinta, coherente y en apariencia cerrada. Por lo cual descarté de plano que esas idas y vueltas del lenguaje utilizado por quienes manejan los destinos del país, pudieran ser simples axiomas, ya que la coherencia a la que alude la definición de este término no es patrimonio de discurso político alguno; al menos en estos tiempos.

“¿Se da cuenta?”. La pregunta de Antonio volvía a ocupar mis cavilaciones una y otra vez. “Es un programa de fútbol, pero no hablan de fútbol”. Finalmente advertí los paralelismos entre los tertulianos radiales que escuchaba mi vecino y esos otros tertulianos a quienes el ciudadano, en pleno ejercicio de la democracia, ha encomendado resolver los problemas que aquejan al país, dejándose conquistar por un programa electoral repleto de soluciones. Advertí que así como en aquel programa de fútbol se hablaba de todo menos de lo más importante de ese bello deporte; en la política sucedía exactamente lo mismo: se hablaba mucho y de todo, aunque sin mencionar lo verdaderamente relevante; es decir, el ciudadano.

Según dijo alguna vez el ex presidente Felipe González, los políticos sufren una fuerte dependencia por lo inmediato y por las opiniones de los medios de comunicación; y es eso lo que los lleva a ser cambiantes y a adaptarse a lo que la opinión pública va a decir en cada momento. Esto explicaría la actitud del gobierno frente a la lacra de los desahucios. Hubieron de ser varias las vidas perdidas para que finalmente Rajoy y los suyos se interesen por este tema. Pero mientras la troupe Montoro, de Guindos y Santamaria salvaban bancos, hablaban de Euribor, primas, herencias, rescates e incluso veían brotes verdes, familias enteras se iban quedando en la calle y otros optaban por morir.

“¿Se da cuenta?”, decía mi vecino Antonio sin despegarse la radio de la oreja. Hablan de todo menos de fútbol. 

Meros tertulianos