jueves. 28.03.2024

¡Un médico!

Varios diputados acudieron a la llamada de Villalobos... para que luego digan que no hay nivel en el Congreso...

BALDOVÍ

Si en lugar de ocho médicos hubiéramos sido ocho economistas, ahora tendríamos doce o catorce diagnósticos diferentes y ninguna terapia efectiva

El mundo del hemiciclo del Congreso de los Diputados es bastante peculiar, por decirlo de alguna manera. Con el tiempo uno llega a la conclusión de que los diputados no somos muy distintos de los periodistas, y que unos y otros vamos al hemiciclo cuando hay algo que nos interesa. Así que, si quieres que la gente te escuche, tienes que luchar por la audiencia. Ya no vale un buen  discurso, tienes que hacer algo más llamativo. Si el mismísimo Demóstenes subiera a la tribuna del parlamento para fijar posición en una «moción consecuencia de una interpelación urgente sobre el criterio del Gobierno a la hora de transformar en autovías aquellas carreteras que discurren de manera paralela a autopistas de peaje, con especial referencia a la N-II y N-232 en sus tramos aragoneses», probablemente sólo bajaría al hemiciclo a escucharlo su virtuosa madre.

Peleando por la cuota de pantalla, durante esta legislatura, he visto al diputado Baldoví hacer un streptease, estrujar una lata de coca-cola, y enseñar los más diversos objetos desde la tribuna. Generalmente con notable éxito publicitario, aunque no sé si político. ¿Pero quién tiene éxito político en esta legislatura en el Congreso? 

Así que mientras el diputado Baldoví mostraba las letras del abecedario de su crítica política al presidente Rajoy como a un parvulito, yo le prestaba atención con un oído y dedicaba el resto de mi conciencia a tratar de terminar un texto en el ordenador que los diputados tenemos en el pupitre. Cuando Celia Villalobos, con voz potente, dijo «¡siéntalo!» temí que Baldoví hubiera subido al atril, pero no, no era una performance. Al levantar la mirada vi que Baldoví se sentaba casi desplomándose, y todos nos quedamos suspensos. 

A la llamada de la presidenta pidiendo un médico, y para que luego digan que no hay nivel en el Congreso, a la llamada de Villalobos y de su propia vocación profesional, acudieron al instante la ministra Ana Pastor y mi compañera del grupo socialista Pilar Grande. Un  par de segundos después llegaban Pepe Martínez Olmos y Gracia Fernández, y no tardaron en llegar Puerto Gallego y Carmen Montón, todos ellos médicos y diputados socialistas. En seguida llegó otra diputada, creo que del PP, que también debía de ser médico. En suma, que cuando llegaron Pedro, el médico del Congreso y Ana, la enfermera, había tal embotellamiento médico que temimos por la integridad del pobre Baldoví.  Para aquel entonces ya nos habían tranquilizado, todo había sido un susto y Joan Baldoví estaba bien. Gaspar Llamazares, se quedó prudentemente al final de la escalera, pero cerca de la tribuna por si hacía falta otro médico. Cuando volvía a su escaño, le pregunté: «¿tú no te has sumado a la partida de rescate?», a lo que Llamazares me respondió con gracia «mi especialidad es salud pública, y para intervenir necesito por lo menos una epidemia». 

Pedro Saura, nuestro portavoz en Economía me dijo: «si en lugar de ocho médicos hubiéramos sido ocho economistas, ahora tendríamos doce o catorce diagnósticos diferentes y ninguna terapia efectiva». En fin, que yo también prefiero a los médicos y, sobre todo, que sólo sea un vahído.

¡Un médico!