jueves. 28.03.2024

Matar al mensajero

El domingo pasado, en el aeropuerto de Magas, la nueva capital de la pequeña y pobre República de Ingusetia, perteneciente a la Federación Rusa, los servicios de seguridad asesinaron a sangre fría al periodista Magomed Yevloyev, creador y propietario de la página de noticias Ingushetiya.ru, una publicación crítica con el gobierno y la única que existe en lengua local. Desde el momento de su creación, en 2001, Ingushetiya.
El domingo pasado, en el aeropuerto de Magas, la nueva capital de la pequeña y pobre República de Ingusetia, perteneciente a la Federación Rusa, los servicios de seguridad asesinaron a sangre fría al periodista Magomed Yevloyev, creador y propietario de la página de noticias Ingushetiya.ru, una publicación crítica con el gobierno y la única que existe en lengua local. Desde el momento de su creación, en 2001, Ingushetiya.ru ha hablado de secuestros, desapariciones, ejecuciones sumarias, torturas, atentados, razias de grupos armados no identificados�

Para la historia, Magomed Yevloyev hace el número veintidós de los periodistas asesinados en Rusia desde la llegada al poder de Vladimir Putin, en 2000. La anterior fue Anna Politkovkaya: el próximo 6 de octubre se cumplirán dos años del día en que la abatieron a tiros en la entrada de la casa donde vivía, en Moscú. También para la historia: en ninguno de los veintiún casos anteriores se ha encontrado, y condenado, a nadie como responsable. En el imperio que sigue dirigiendo Putin la impunidad ha terminado por convertirse en norma. Los asesinos pueden dormir tranquilos, que nadie irá a buscarles. Todo lo contrario de lo que les ocurre a sus víctimas.

Al bajar del avión que había tomado en Moscú, y en el que viajaba también el ex agente del KGB y actual presidente de Ingusetia, Murat Zyazikov, a Yevloyev le esperaban unos agentes del Ministerio del Interior, que se lo llevaron. “Se me llevan, Roza”, le contó por el móvil a la redactora jefe de su página, Roza Malsagova, refugiada desde hace un mes en París, donde se reunieron el pasado 26 de agosto para hablar del futuro: el suyo, personal, de ambos, y el de la publicación que compartían. Se lo llevaron, le subieron a un coche y de allí le sacó, con un disparo en la sien, la ambulancia que le trasladó al hospital donde falleció mientras le operaban. La versión oficial de los hechos dice que Yevloyev se resistió cuando le detenían e intentó quitarle el arma a un policía; la de un testigo presencial, líder de la oposición y amigo de la víctima, Magomed Khazbiev, que había acudido a esperarle, le dispararon deliberadamente una vez que se encontraba en el coche oficial.

Hacía mucho tiempo que Yevloyev tenía “problemas” con las autoridades. Sobre él pesaban varias denuncias. Hace un mes que la justicia rusa prohibió el acceso a Ingushetiya.ru en el territorio, por “extremista”; pero antes, en abril de 2007, los proveedores de acceso recibieron la orden la bloquear la página, y sus periodistas la transformaron en octavillas que repartieron por las calles de Nazrán (la antigua capital).

En marzo de 2008, el presidente Zyazikov intentó primero comprar la página y, al no conseguirlo, creó otra publicación digital con una dirección muy similar a la de la publicación de Yevloyev. La última osadía de la página de Yevloyev fue incluir, en julio, una lista de agentes del FSB (antigua KGB) implicados en las desapariciones que llevaban años denunciando. A partir de entonces empezaron a llegar las amenazas y se tuvo la certeza de que a los periodistas de Ingushetiya.ru les vigilaban y escuchaban. En Magas, las tropas especiales disolvieron, el 2 de septiembre por la mañana, una concentración convocada para exigir una investigación imparcial de la muerte de Yevloyev y la dimisión del presidente Zyazikov. En París, los diplomáticos de la embajada rusa se negaron, el 3 de septiembre, a recibir a una veintena de personas encabezadas por Roza Malsagova. Tan solo pretendían conseguir la garantía de que van a investigar lo que está ocurriendo en Ingusetia, un territorio caucásico pequeño y sin recursos, que linda con Chechenia. Lo que allí ocurra, como en muchas de las restantes repúblicas, regiones y comunidades autónomas de la Federación Rusa, es algo que tiene sin cuidado a eso que hemos dado en llamar comunidad internacional.

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