sábado. 20.04.2024

Más artistas y menos políticos

La situación social y económica es tan desequilibrada, sucia y carente de sentido en España y en Europa,  que  no podemos sino solicitar el rebaje para un buen número de políticos y su sustitución por un número suficiente de artistas.

La situación social y económica es tan desequilibrada, sucia y carente de sentido en España y en Europa,  que  no podemos sino solicitar el rebaje para un buen número de políticos y su sustitución por un número suficiente de artistas.

Por supuesto que cuando hablamos de políticos candidatos a pasar a la reserva, nos referimos de manera preferente al conjunto de políticos burócratas adscritos con exclusividad al partido, con poca o ninguna experiencia más allá de la vida interna de los mismos, conocedores de los intestinos del partido y de sus vínculos con las instituciones de gobernanza, pero desconocedores por inexperiencia de las tramas y conexiones que articulan la vida de las sociedades que aspiran a gobernar y/o administrar

Del mismo modo, cuando defendemos la preeminencia del artista en la vida colectiva no estamos pensando en sujetos rabiosamente individuales, inmersos en abstrusas materias inabordables para el resto de los ciudadanos, dados a todo tipo de extravagancias. No, no nos referimos a este tipo de artistas (si existe fuera del arquetipo). Necesitamos la presencia activa de los artistas en el sentido aristotélico, de artistas sabios y comprometidos con su mundo, dotados de una particular capacidad para generar un mundo más veraz, más justo y, por ende,  más bello

El momento actual está dominado por la incertidumbre y la indeterminación. Nuestro mundo ha devenido caprichoso en su comportamiento y las acciones emprendidas por los órganos regulatorios al uso (nacionales e internacionales), no aciertan a fijar una línea de acción clara. Las tendencias se diluyen de un día para otro. Los gobiernos fijan planes y presupuestos para su funcionamiento y los mercados lo desbaratan al día siguiente. Las necesidades sociales crecen y los gobiernos no pueden atenderlas porque no comprenden la matriz de la que surge la necesidad en nuestro tiempo. Los organismos internacionales realizan precisos análisis de la obvia realidad, incapaces de aportar solución alguna, ni de alumbrar caminos de salida que no se vean interrumpidos en la siguiente reunión de sus comités directivos… se puede continuar describiendo este camino a ninguna parte hasta la extenuación.

La de la actualidad es una tesitura compleja por novedosa que requiere que se afronte con un tipo de lógica distinta y alternativa a la obsoleta racionalidad que domina el mundo de los políticos burócratas. El burócrata, el racionalista añejo, es la antitesis de lo que necesitamos, pues la especialidad de éste no es resolver problemas sino acercar dichos problemas a una solución preestablecida.

El político burócrata tiene predeterminado en su ADN partidario cómo es la sociedad que le rodea y cual la solución para sus males. El ejercicio político ya no es sino un mero balance para contabilizar cuántas acciones de su recetario ha conseguido llevar adelante. Y si esto no es suficiente para el buen gobierno de su sociedad, allá ella. El político burócrata tiene una misión y los acontecimientos de su sociedad no va a impedirle cumplirla. Si algo falla es que la sociedad se equivoca, se deja enmarañar por cantos de libertad o de secesión. Su identificación con la esencia del aparato del partido le impide ver lo que no esté allí

¿Son tan distintos los artistas? ¿tanto que podrían suplir las carencias del político burócrata?  En mi opinión si. No ese artista veleidoso que hemos traído antes aquí, si no un artista comprometido con su trabajo y que esté dispuesto a realizar tantos actos de pedagogía como su mundo le exija.

Un artista es un ciudadano que está acostumbrado a trabajar en escenarios inciertos y que no tiene una respuesta predeterminada para desarrollar su trabajo; su respuesta a los retos que asume es dedicación y honestidad. Justo esto es lo que parece necesitar la complejidad de nuestro mundo: una mentalidad dispuesta y capacitada para entender y aceptar lo distinto, lo inesperado y los desconocido para convertirlo en algo asumible por todos y admirable por su elegancia.

Se puede argüir que además de esa capacidad de comprensión y doma de lo alternativo propia del artista, al ciudadano activo en política se le exige el dominio de un cuadro de instrumentos, normas y reglas de tipo jurídico y técnico que el artista no tiene porqué conocer. Esto es cierto, pero también debe recordarse que esas normas y reglas son códigos simbólicos que representan la realidad. Y la interpretación simbólica es la materia preferente del artista. Por ahí no debería haber problema para que la conducta artística desplace a la conducta burocratizada

Pero además, creo honestamente que muchas de esas normas y los protocolos de su aplicación, tribunales incluidos,   parecen existir sólo para recrear el mundo esotérico en el que se ha convertido la política burocratizada. 

Más artistas y menos políticos
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