jueves. 28.03.2024

Maniobras de distracción

NUEVATRIBUNA.ES - 5.10.2009PARA FUNDACIÓN SISTEMANo hay que fijarse en el dedo que apunta a la Luna, sino en La luna.
NUEVATRIBUNA.ES - 5.10.2009

PARA FUNDACIÓN SISTEMA

No hay que fijarse en el dedo que apunta a la Luna, sino en La luna. No hay que perderse en las querellas internas entre “zaplanistas y “campistas”, en las sutiles admoniciones de la señora Cospedal o los almuerzos en un Parador de Cuenca, ni el recuerdo de un Congreso de Valencia del que Rajoy salió triunfador, pero prisionero. El Partido Popular tiene serios problemas de liderazgo desde hace mucho tiempo, y el inexorable avance de los tiempos judiciales en los procesos por corrupción que afectan a decenas de políticos de esa formación, tanto en Madrid como en Valencia, profundiza en la herida, pero no es la causa. Desde los núcleos mayoritarios de formación de opinión, netamente escorados hacia la derecha, se intenta dirigir el debate hacia cuestiones palaciegas, aprovechando la ocasión para saldar viejas rencillas familiares, intentando ocultar que lo que verdaderamente les preocupa es que el principal partido de la oposición esté desperdiciando la oportunidad de rentabilizar la crisis económica para sus beneficios electorales. Se trata de una trampa hábil, en la que se corre el riesgo de caer si el resto de los responsables políticos aceptan el juego y asumen la idea de subordinar a la satisfacción por la debilidad del adversario, la defensa firme de los valores democráticos. Frente a la tentación de utilizar los casos de corrupción como proyectiles en una polémica que amenaza con convertir a los ciudadanos en espectadores de un combate en el que los “hinchas” de cada equipo jalean los golpes propios y desdeñan los ajenos, es la ocasión de elevar el discurso y practicar la pedagogía.

El enemigo de la credibilidad política, que comporta, naturalmente, la credibilidad en los políticos, es ese sentimiento difuso pero extenso, de la igualdad de comportamientos. A la izquierda, más que a nadie, le afecta la necesidad de romper con ese mensaje insidioso. Denunciaba, hace ya muchos años, Eduardo Haro Tecglen, en su Diccionario Político, que parece comprobado que en los países de mayor corrupción gobernante hay mayor corrupción del gobernado. Mi viejo compañero hablaba del prestigio social o, por lo menos, la comprensión, hacia los evasores de impuestos, y concluía el capítulo, desde su acostumbrado pesimismo: “La ira mayor contra el que comete actos de corrupción procede del que no puede cometerlos”

Contra esa idea fatalista hay que articular una ofensiva regeneradora de las virtudes-¿por qué no recuperar esta palabra?- de la política practicada con limpieza. Ciñéndonos a la actualidad de las fundadas sospechosas sobre comportamientos delictivos que tiene en la mira de los Tribunales a muchas personalidades de primera fila en el territorio del Partido Popular, la máxima preocupación, desde el punto de vista de la salud democrática en España, no puede ser, exclusivamente, conocer el destino final de unos consejeros autonómicos, unos concejales o ciertos altos cargos partidarios. Será la Justicia quien establezca responsabilidades y sanciones. La gran tarea a desarrollar es denunciar la perversidad intrínseca de alegatos como los que el Presidente Camps pronunció en sede parlamentaria: Las urnas me premiarán.

Utilizo las palabras de la Catedrática María Dolores Amorós: “Si la ciudadanía sigue premiando la supuesta corrupción, es éste un hecho para un estudio serio de Sociología e incluso de Antropología, porque es una transgresión a las barreras de lo que estamos habituados a considerar normal: el respeto por unos principios y una ética para convivir lo mejor posible…”

Ojalá las sentencias, junto a las penas de prisión y las sanciones económicas, llevaran aparejada la obligación de pedir perdón por los daños hechos a la moralidad cívica. Declaración pública exigible por un delito de escándalo, que deberían reproducir en horas de máxima audiencia, los medios públicos que ahora practican el silencio cómplice.

Eduardo Sotillos es periodista y, actualmente, secretario de Comunicación y Estrategia del PSM.

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