martes. 23.04.2024

Lucrecia

En estos días se cumplieron 20 años de la muerte de Lucrecia Pérez, primer crimen racista en la democracia española. Este recordatorio está dirigido a esa mujer, ese inmigrante, que vino en busca de un futuro mejor y se topó con una muerte injusta provocada por unos descerebrados imbéciles.

En estos días se cumplieron 20 años de la muerte de Lucrecia Pérez, primer crimen racista en la democracia española. Este recordatorio está dirigido a esa mujer, ese inmigrante, que vino en busca de un futuro mejor y se topó con una muerte injusta provocada por unos descerebrados imbéciles.

Me acuerdo perfectamente del impacto de aquel crimen en el colectivo de dominicanos y particularmente dominicanas, pero también en todos nosotros, trabajadores llegados de otras patrias para intentar labrarnos un futuro mejor y más digno. Hablo de impacto porque nadie esperaba que el primer acto racista de “envergadura” de la democracia acabase en muerte absurda. Sobre todo nos costaba creerlo porque la cantidad de ciudadanos extranjeros era insignificante en esa época y porque las demandas de mano de obra inmigrante se producían en sectores no apreciados por los españoles, y porque me atrevería a decir que éramos hasta exóticos! 

Luego se abrió la veda de la sinrazón, que alcanzó su momento álgido con los ataques racistas de El Ejido, cuyas víctimas siguen sin respuestas ni indemnización. El edil de entonces, Juan Enciso, del PP, no tuvo reparos en considerar a Juan Goytisolo persona non grata por denunciar los hechos. Hoy este personaje prosigue su carrera en otra formación política, lo que no le impide continuar mezclado en asuntos que apestan.

Después vino aquello de “había un problema y lo hemos resuelto”, fórmula efectista de aquel presidente que apreciaba el acento tejano. Esta frase era  preludio de una hoja de ruta y de un discurso en el que las victimas se señalan con el dedo y en el que la carga de la culpa la soporta la víctima, pese a las leyes de obligado cumplimiento para los países miembros que se aprobaron en la Unión Europea. Y por último, apareció el edil de Badalona, pionero en la aplicación  de esa hoja de ruta, personaje con una capacidad pasmosa de escurrir el bulto y culpabilizar a los demás.

Pero a pesar de todo, muchas veces ocurren cosas que, sin  proponértelo conllevan connotaciones sorprendentes. Sin ir más lejos, el lunes pasado ese edil en un mitin de campaña electoral catalana les preguntaba a sus seguidores  ¿A que ahora la ciudad está más limpia?, pero, antes de que nadie pudiera responderle, apareció una enorme rata y la gente empezó a gritar y correr como respuesta. Claro la ciudad estaba limpia, pero no de las ratas porque las ratas sobreviven en las cloacas. Y de las cloacas seguro que dicho edil sabe y mucho!

Entre el acto racista y criminal y los otros mencionados hay una diferencia importantísima. Si el primero era un acto “aislado” aunque participaba un miembro de las fuerzas de seguridad, los otros son prácticas incitadas desde personajes e instituciones públicas. 

En otro orden de cosas, el otro día me invitaron a un encuentro europeo sobre los medios de comunicación, la diversidad y el racismo en el deporte. Estaban presentes la mayoría de los medios españoles, tanto los privados como los públicos. Veníamos a hablar de cómo luchar contra los estereotipos y cómo concienciar los clubs deportivos particularmente de futbol para que se esfuercen en  erradicar los mensajes y lemas discriminatorios en el deporte, teniendo en cuenta que éste mueve masas y porta valores. No obstante, ese encuentro que empezó abordando la temática  planteada, al poco nos hemos encontrado hablando de la situación de precariedad, de malas condiciones de trabajo y de las malas expectativas de futuro del periodismo y  de los propios periodistas. Esto nos sacudió porque nos ocurrió como aquel que se fue al médico para encontrarle solución a sus dolencias y este le respondió ya somos dos.

La conclusión de todo esto es que estamos en el mismo barco y que el enemigo sea la que sea la forma que adopte, sigue siendo el mismo, porque los valores universales que  compartimos son los que nos guían a todos y  los debemos defender juntos, porque nos costaron mucho y porque no nos fueron regalados y además la confabulación de ciertos sectores no es poca. No hay más que ver algunas portadas de algunos periódicos cómo hablan de la huelga y de los manifestantes.  Por todo ello y en memoria de Lucrecia, que murió anteayer, y también en memoria de los que dieron su vida para que podamos estar en paz y gozar de un mínimo de bienestar, y en memoria de los que acaban de suicidarse por culpa de una legislación burda e injusta, tenemos que sumarnos a todo lo que nos permita reconquistar lo que es nuestro, que es en definitiva  lo que nos une. Que no se olvide.

Lucrecia