jueves. 25.04.2024

Lo uno o lo otro

Tomar decisiones es el ejercicio de mayor complejidad de cuantos realizan los hombres y mujeres, pues el riesgo implícito a la toma de decisión se acompaña de una cierta angustia por la inseguridad sobre el éxito o fracaso de la decisión. Pero hemos de hacerlo, tomar decisiones o renunciar a la condición de seres humanos. Y hay territorios en los que la decisión no puede dilatarse más.

Tomar decisiones es el ejercicio de mayor complejidad de cuantos realizan los hombres y mujeres, pues el riesgo implícito a la toma de decisión se acompaña de una cierta angustia por la inseguridad sobre el éxito o fracaso de la decisión. Pero hemos de hacerlo, tomar decisiones o renunciar a la condición de seres humanos.

Y hay territorios en los que la decisión no puede dilatarse más. Los modelos de vida, trabajo y producción de hábitos y conducta generados en el siglo XIX y ejecutados en el XX, han llegado a su conclusión. Nos hallamos en un nuevo milenio y eso se nota. El mundo dominante de este periodo, básicamente el Occidente representado por países como Inglaterra, Francia, EEUU, Holanda… y bueno si, también España, declina y no por obsolescencia, sino por saturación.

El modo de vida de los países ricos o áreas desarrolladas es inviable, no es sostenible según la nueva nomenclatura de la crisis global. Cada año se produce de manera más temprana el shock de la finiquitación de la reserva ecológica del planeta. Este año a mediados de Agosto, mes número 8 de los doce del calendario, el consumo de recursos ha agotado su crédito, esto es ha traspasado el umbral de reposición de que dispone el propio planeta. El resto del año viviremos  endeudados, consumiendo recursos del futuro y la prima de riesgo de esta deuda acumulativa va a ser cosa seria, ya lo es de hecho.

Occidente, que ha enseñado a sustraer de la naturaleza más de lo que resulta razonable para llevar una vida digna y feliz, se encuentra bajo la responsabilidad de alumbrar un nuevo modelo de vida en el que la sobreabundancia, siempre irracional, sea sustituido por un modo de vida que acompase las posibilidades del planeta con las expectativas justas de un vida digna en cualquier lugar del mundo.

El nuevo escenario, el paradigma de un modo de vida que deje atrás la sobreexplotación de los recursos como condición de vida a través de modelos de consumo delirantes, ya se dibuja. El cambio en las pautas de vida conectadas a nuevas formas de producción y consumo de energía quizá sea la vanguardia de las alternativas al modelo inviable heredado de la predación irresponsable. Pero no es el único signo de transformación, incluso las dimensiones del espacio y del tiempo comienzan a acompasarse a la evolución sostenible. La nanotecnología en la comprensión e intervención en el espacio y la comunicación en tiempo real de cuanto acontece en el planeta, son elementos sustanciales de un escenario sostenible que está por desarrollarse, pero que ya acoge los principios de una nueva manera de entender la vida y todos sus accidentes.

Los países o áreas desarrolladas, por responsabilidad histórica y por dominio del conocimiento necesario, tienen la obligación de abordar la cuestión del cambio en los modos de vida apropiados para toda la humanidad. Es su responsabilidad generar toda la tramoya necesaria para que en el (nuevo) escenario se represente una vez más el milagro de la vida.

Pero hay otro escenario, aquel en el que se desenvuelven las cuitas de las áreas en desarrollo (antes llamado tercer mundo). Escenario que recoge lo “mejor” de la tradición del Occidente triunfal: El derroche, la codicia y la brutal expoliación de los recursos materiales y la no menos brutal explotación de los recursos humanos.

Hemos de tomar una decisión, hemos de elegir el escenario en el que se desarrolle el modo de vida que creemos ayudará a un mayor numero de personas a ser felices en su tránsito por este mundo.

Y ello requiere optar por lo uno o por lo otro. Las opciones conservadoras neoliberales o tradicionalistas ya han fijado su posición. La representación en Europa del escenario del siglo XIX es la CDU alemana y su apuesta es un escenario de competencia con  los países emergentes con sus mismos argumentos: derroche, codicia y brutalidad. Por ello exigen desmontar todo mecanismo de fijación de salarios que no responda a un ejercicio de fuerza que permita la sobreexplotación impune de todo tipo de recursos.

Desde luego que aquí en España tenemos émulos de esta opción. En el entorno de las asociaciones patronales anidan muchos de ellos. En sedes políticas de la derecha también. Pero son tristes e inexpertos remedos, por eso su conducta medioambiental viene dada por la experiencia de un primo y la ordenación de las relaciones laborales ha quedado reducida al albur, siempre inestable, de la cuenta de resultados de un ramillete seleccionado de empresas. 

Lo uno o lo otro
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