jueves. 18.04.2024

Lo que pudo haber sido...

Parece que la crisis española tiene su origen en que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ministros, periodistas, tertulianos, nos imponen la penitencia de sufrir esta crisis por el pecado imperdonable de haber aspirado a tener un trabajo que nos permitiera la independencia de nuestros padres, la formación de una familia, el derecho a unos hijos, una casa como manda la Constitución y un coche para disfrutar los atascos diarios de nuestras carreteras.

Parece que la crisis española tiene su origen en que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ministros, periodistas, tertulianos, nos imponen la penitencia de sufrir esta crisis por el pecado imperdonable de haber aspirado a tener un trabajo que nos permitiera la independencia de nuestros padres, la formación de una familia, el derecho a unos hijos, una casa como manda la Constitución y un coche para disfrutar los atascos diarios de nuestras carreteras. Esas cosas, y no otras, han constituido las coordenadas vitales de la mayoría de los ciudadanos de este país. ¿Que tuvimos que hipotecarnos y pedir préstamos personales para la vivienda y el coche? Seguramente, pero teníamos un trabajo estable, con un sueldo digno y echando cuentas y más cuentas, podíamos aspirar al Audi que tenía el vecino y que envidiábamos cada vez que entrábamos en el aparcamiento. Sabíamos además que nuestros hijos podrían ser educados para el futuro que les tocara vivir y que si nos atacaba una EPOC como consecuencia del tabaco podíamos acudir a una seguridad social que nos proporcionaría ventolín para seguir respirando y haciendo bicicleta estática. Nada era gratuito. Lo pagábamos con nuestros impuestos. Y con nuestros impuestos preveíamos la posibilidad de cobrar ayudas por desempleo si nos fallaba el trabajo. Nada era gratis en aquel tiempo. Ni la pensión que percibiríamos de viejos porque también era el resultado de una aporte de la nómina nuestra de cada mes.

Se nos dijo en un principio que las hipotecas basura, que si la banca americana, que si las mafias económicas. Pero las grandes economías y los grandes defraudadores se sacudieron la culpa de todo y traspasaron a las espaldas de una ciudadanía mundial gozosa y tranquila las consecuencias de su egoísmo desmedido. Llevaban su estafa como un trofeo de guerra, seguían siendo respetados y respetables, podrían rellenar los agujeros con el dinero de los contribuyentes y seguirían disfrutando de jubilaciones millonarias, de presidencias honoríficas y de indultos miserables. Se transfirió la culpa a la independencia, a la casa hipotecada, a la familia creada con cariño, se impusieron los desahucios, se embargó el Audi, se mutilaron la sanidad y la educación, se pusieron en peligro la estabilidad laboral, se abarató el despido y la pensiones temblaron, la ayudas a parados, a dependientes, al sida, a la agresión machista. Se desnudó al ciudadano y se le puso ante el chorro helado de la crisis. Y sobre todo se le culpabilizó de esa crisis por haber vivido por encima de sus posibilidades.No sólo nos quitan dinero. Nos están robando el mañana: el de nuestros hijos, el nuestro propio. Nos están robando los sueños, la alegría, el gozo de cada amanecer. Es el vértigo de la inseguridad laboral, sanitario, educacional, de la vejez. Estamos situados al sur de los mercados, pisoteados por ellos. Bajo la bota de Bruselas, de la emperatriz Merkel, de la deuda, de la prima de riesgo. Cada mañana nos levantamos suspendidos del capricho de un empresario que nos puede despedir, bajar el salario, desplazarnos a Laponia. Pepe depende de una colonoscopia. Antonio espera un trasplante. Mariví tiene una escoliosis. Nada de esto es importante. Lo decisivo es que faltes a tu trabajo y te dejen en la calle con la ley en la mano, una indemnización miserable y una sonrisa de desprecio. Ahora dicen que “veinte años son nada, que feliz la mirada…” Y mañana se te acaba el paro y la esperanza y el futuro. Y te queda la tristeza de cada día arrimada a tus recuerdos, a las flores hipotecadas de tu jardín desahuciado.

Fuiste alegre, soñador, enamorado. A eso llaman algunos vivir por encima de tus posibilidades.

Lo que pudo haber sido...
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