jueves. 28.03.2024

Lenguaje, economía y razón

Schumpeter, que no puede decirse que fuera un economista de izquierdas, afirmaba que “inevitablemente surgirá una forma socialista de sociedad de la descomposición igualmente inevitable de la sociedad capitalista.

Schumpeter, que no puede decirse que fuera un economista de izquierdas, afirmaba que “inevitablemente surgirá una forma socialista de sociedad de la descomposición igualmente inevitable de la sociedad capitalista.” Y es lástima que muchos dirigentes socialistas no lo crean, arrastrados por lo “políticamente inevitable” que auspiciaba quien Franz-Olivier Giesbert presentó en las páginas de “Le Nouvel Observateur” como “ese gran profeta antisocial del capitalismo al cien por cien” llamado Milton Friedman.

Todo parecía fácil cuando la política socialista se encarnaba en un progresismo epidérmico de happy pandy y entendimiento light de marketing  antimetafísico e instantáneo donde la ideología y la política eran un estorbo para esa gestión a golpe de imágenes coloristas. Se trataba de un desplazamiento hacia “in modo” para rehuir las cuestiones “in re”, donde lo importante era el celofán del hato. La vida partidaria y la institucional se habían convertido en una apariencia sin reparar que, como dijo Ansel Adams, no hay nada peor que una imagen brillante de un concepto borroso.

Preguntarse por el sentido de las cosas que no sucedieron siempre es tan estéril como afanarse escuetamente en construir ingeniosas excusas para justificar las cosas que no sucederán. En ocasiones la modernización de las ideas no es más que la modernización del lenguaje, el cual, por moderno que sea, no resuelve los problemas. Más que una huida hacia adelante es, en realidad, un salto hacía atrás, sobre todo, cuando se está dentro del sistema y el sistema se hace inhóspito para las mayorías sociales cuyos intereses se deben defender.

Los atajos nunca han sido ninguna solución ni para el caminante que acaba perdido ni para el que justifica los senderos equivocados pensando que no es él sino la realidad la que se produce tendenciosamente. Según Adorno la sociedad industrializada presenta una estructura que niega al pensamiento su tarea más genuina: la tarea crítica. En esta situación, la filosofía se hace cada vez más necesaria, como pensamiento crítico para disipar la apariencia de libertad, mostrar la cosificación reinante y crear una conciencia progresiva ante la radicalidad del modelo neoliberal que trata de imponer un cambio de mentalidades que lo normalice y con ello la hegemonía cultural mediante el control de las representaciones colectivas. 

El socialismo disfrazó como profunda controversia ideológica lo que no era sino una discusión con pretensiones sobre estrategia y propaganda electoral. La consecuencia son líneas estrategias prometiendo empleabilidad, flexiseguridad, gobernanza global, y otros aparatos semánticos que en realidad no resuelven nada porque no significan nada, olvidando, como afirma D. Motchane, que el camino del socialismo es la profundización y la ampliación de la democracia en toda la esfera de la vida política, económica y cultural.

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