jueves. 18.04.2024

Lecciones de la crisis actual

NUEVATRIBUNA.ES - 28.5.2009En mi opinión no es suficiente con que los dogmas del catecismo neoliberal o "neocon" hayan caído por los suelos con la crisis económica y las estafas que la han acompañado (caso Madoff) para derrotar esa ideología.
NUEVATRIBUNA.ES - 28.5.2009

En mi opinión no es suficiente con que los dogmas del catecismo neoliberal o "neocon" hayan caído por los suelos con la crisis económica y las estafas que la han acompañado (caso Madoff) para derrotar esa ideología. Ahora hay que ser constructivos, y serlo precisamente en plena crisis para dar una respuesta en el campo de la teoría y en el campo de la política económica efectiva, porque por más increíble que parezca, los mismos políticos que defendieron y propiciaron en parte con sus políticas la presente crisis, los mismos periodistas que la defendieron, los mismos medios de comunicación que alentaron la autorregulación y el sólo mercado, esos mismos siguen defendiendo lo que hicieron, aunque ahora pidan que “la teta del Estado” –nuestros impuestos- salve lo que pueda con un intervencionismo de derechas, es decir, un intervencionismo coyuntural, “un paréntesis” –como diría el jefe de la patronal española- para volver a las andadas en el próximo ciclo. Pero no basta con juzgarlo desde el punto de vista ético ese comportamiento, porque ese comportamiento sólo repugnancia nos merece. Ahora –por suerte o por desgracia- hay que articular un discurso alternativo y criterios económicos que nos permitan navegar mejor en medio de la crisis para encontrar la salida lo antes posible. Esto es lo que se pretende con este breve artículo: unas recetas coyunturales para este fin, pero también asentar criterios estructurales para estar mejor preparados para la siguiente, porque nadie, por más cosas que se han intentado, nadie decía, ninguna política económica ha evitado los ciclos económicos. Sí podemos aspirar en cambio a aplanarlos, hacerlos más llevaderos y que no siempre caigan los ajustes en los que menos tienen y/o sobre los que tienen sólo su trabajo. Ahí van los criterios coyunturales:

a) La política macroeconómica debe navegar por las aguas bravas de la crisis evitando caer abruptamente en 2 orillas peligrosas. La primera es la de la recesión derivada de una caída de la demanda agregada como consecuencia de un menor consumo. La demanda agregada es la suma del consumo privado, más la inversión privada, más el gasto público y las exportaciones. Pues bien, cuando uno de estos componentes flaquea como es el caso del consumo privado en la presente crisis, lo que tiene que hacer el gobierno de la nación y los gobiernos autonómicos es aumentar el gasto público de tal manera que la demanda agregada de un año no sea inferior a la demanda agregada del año anterior en términos reales (descontada la inflación). De ahí las medidas aprobadas recientemente en la cumbre de Washington de aumento del gasto público, además de otras que no comparto como las de reducción de impuestos.

La otra orilla a sortear es la inflación. Es la otra cara del criterio anterior, su techo máximo que marca el límite del criterio de aumento de la demanda agregada. El problema es el posible desfase temporal entre los efectos o consecuencias de ambos criterios, pero nadie ha dicho que gobernar sea fácil y la política económica aún menos.

En mi opinión ambos criterios están siendo observados por el Gobierno, pero que pueden no cumplirse con la actitud pesimista del ministro Solbes y de los cantos de sirena del P.P., que aboga equivocadamente por la austeridad en unos foros, pero luego pone la mano cuando el Gobierno de la nación aumenta las partidas de gasto para las CC. AA. en las que gobierna.

b) Con el criterio anterior, habría que dotar con capacidad de gasto a los sectores cuya relación entre consumo y renta es más alto para que el multiplicador del consumo sobre la renta tenga su efecto. Esta relación –esta elasticidad como dicen los economistas- es más alto en las clases con menos renta y patrimonio, porque apenas pueden ahorrar aunque intenten “apretarse el cinturón”, por lo que es precisamente en estas crisis donde más se hecha de menos las posibles “rentas de integración” o “rentas no contributivas” para todos los desempleados que hayan agotado las prestaciones por desempleo o que no las hayan tenido nunca.

c) Evitar por todos los medios los intentos de la derecha de “soluciones” de “reforma del mercado laboral” y de “flexibilidad del empleo”, porque además de injusto, eso es nefasto porque atenta contra el primer principio, es decir, tira a la baja las rentas de los asalariados, que es el principal componente (en torno al 50%) del consumo y, por ende, de la demanda agregada. Estas son las recetas que han fracasado una y otra vez, pero que la derecha, a pesar de su mala conciencia, las esgrime una y otra vez porque no tiene alternativa al fracasado neoliberalismo.

Antes de entrar en las medidas estructurales quería salir al paso de un misterio, de un fantasma que flota en el aire y que es difícil de comprender y que podría sintetizarse con la pregunta: ¿cómo es que se está produciendo una contracción del crédito si el Gobierno de la Nación y el Banco Central Europeo ha facilitado todo el crédito posible, toda la liquidez necesaria y bajado además los tipos de interés? La respuesta es que hay que distinguir entre la “base monetaria” y la “oferta monetaria”.

El BCE y los gobiernos de los diferentes países europeos -el estadounidense y los de otras naciones- han facilitado el crédito y con ello el aumento del circulante, pero ello influye en la “base monetaria”, aumentando con ello “el efectivo en manos del público” y “las reservas voluntarias y obligatorias de los bancos”, pero para que eso se traslade al resto de la economía real, es decir, para que se produzca un aumento de “la oferta monetaria” ha de producirse una expansión del crédito que depende de 2 factores: a) de los criterios de las entidades de crédito por mantener la misma relación anterior entre sus reservas voluntarias –las obligatorias las damos por hechas- y el crédito otorgado a empresas y particulares; b) de empresas y particulares, no aumentando el ahorro y sí manteniendo la relación entre efectivo y depósitos en sus bancos. Si, como consecuencia de las previsiones, o del temor a las consecuencias de la crisis, o por un aumento de la incertidumbre sobre el futuro, los bancos disminuyen los créditos otorgados –y con ello aumentan sus reservas- en relación a los depósitos, y los particulares y empresas por su lado retraen su consumo aumentando la relación entre su efectivo y sus depósitos, entonces la crisis está servida o, al menos, está alimentada.



En este cuadro se puede apreciar cómo se ha desacelerado los diversos componentes del crédito en España, pasando de un aumento del 25,9% del año 2006 en relación al 2005 a un exiguo aumento del 3,1% del año 2008 respecto al 2007, y que si lo deflactáramos con la inflación, este pequeño aumento se quedaría en puro estancamiento.

Lo mismo refleja el cuadro siguiente, donde se presentan los “préstamos a residentes” de la zona euro y España, pasando nuestro país de un aumento del 16,4% del año 2007 en relación al 2006 a un 8,2% del 2008 respecto al 2007.



No es que desaparezca el dinero como mucha gente se pregunta, ocurre simplemente que el dinero monetario, el que podemos palpar y/o hacer sonar –billetes y monedas- es sólo una pequeña parte del dinero real –el dinero así entendido- más “los depósitos a la vista”, es decir, “la oferta monetaria”. Aquí hay también un multiplicador, porque la capacidad de multiplicación del dinero que importa, es decir “la oferta monetaria” es la inversa de las reservas obligatorias y voluntarias de las entidades de crédito; dicho de otra forma, en condiciones ideales, por cada 100 euros de reservas, si el coeficiente de estas es del 10% en relación a los depósitos, nos da unos depósitos de 1000 euros. Todo lo que sea detraer de la creación de depósitos por el comportamiento de entidades de crédito, de particulares y de empresas antes señalados, supone menos capacidad de gasto de los mismos interesados, es decir, de entidades de crédito, empresarios y particulares. Es ciertamente una paradoja que “apretarse el cinturón” –como dice increíblemente el Sr. Rajoy- conduce a la crisis, y es la diferencia entre contemplar los intereses particulares y el interés general, que en situaciones como esta son simplemente contradictorios. Este conocimiento de las cosas es una conquista intelectual de primera magnitud, que no por ello impide esos nefastos comportamientos por más que quepa señalarlos y denunciarlos. Los neoliberales y “neocon”, en cambio, siguen con su doctrina de austeridad –como la derecha española- porque sigue grabado en el subconsciente la moral religiosa del ahorro y el pecado de la frugalidad.

En mi opinión, una política de izquierdas en materia de política económica debiera asentarse en un principio: “el de que cada palo aguante su vela”. Lo público, público; lo privado, privado, porque cualquier mezcla siempre va en el mismo sentido: de lo público –de nuestros impuestos- a los intereses privados. Ahí van algunos criterios estructurales:

a) Aumento en España del peso de lo público. El gasto público en España apenas llega al 40% sobre el PIB, muy lejos de los países más avanzados en Europa, con la única excepción del Reino Unido. No es casualidad que exista una correlación muy alta entre PIB y gasto público en Europa, especialmente en los países nórdicos.

b) Creación de un sector público empresarial en torno a las redes de las telecomunicaciones, eléctrica, gasística, petrolera. Aunque quepa caer en el esquematismo, la receta podría ser así: las redes, públicas; operadoras privadas, y sin renunciar posibles operadoras públicas, pero operando en condiciones de igualdad en el mismo mercado que las privadas.

c) Creación de un sector público del crédito con un comportamiento anticíclico en su política comercial; con suficiencia en cuanto a la posesión del saldo vivo crediticio; con suficientes tentáculos en términos de agencias y sucursales. Para una explicación del comportamiento me remito a mi artículo –con perdón- publicado recientemente en el sindicato con el título “Qué hacer para la (próxima) crisis”.

d) Pasar de la corresponsabilidad fiscal en la financiación de las autonomías a la de la “autorresponsabilidad fiscal”: cada autonomía que determine los impuestos a cobrar, o al menos, los tipos impositivos, reservándose la Administración Central del Estado los impuestos propios para financiar los intereses comunes del país y las normas generales de los impuestos propios de las comunidades autónomas.

e) Los posibles “fondos de suficiencia” para compensar las autonomías pobres respecto a las ricas no deben primar el menor esfuerzo fiscal, la elusión fiscal y la evasión fiscal, para evitar con ello la demagogia de la derecha, que rebaja o quita impuestos con una mano –la Sra. Aguirre en la C. de Madrid- y pide con la otra más dinero al gobierno de la nación.

f) Creación de mecanismos ágiles de suspensión de competencias de las CC. AA. cuando estas incumplen las leyes emanadas del Parlamento, como ocurre en Madrid con la ley de la dependencia, la sanidad pública o la educación pública.

g) Aumento notable del salario mínimo y de rentas de integración para los que pierdan los subsidios o para los que no tienen ningún medio de vida. Esto tendría, además de la virtud ética, la virtud del consumo asegurado por la nula capacidad de ahorro de los sectores afectados.

h) Dotar de órganos de regulación a todos los mercados con el propósito de asegurar la competencia y evitar comportamientos especulativos. En estos órganos debieran participar la Administración Central, los sindicatos, las organizaciones empresariales y las organizaciones de consumidores.

Estas medidas no pueden evitar las crisis, pero estoy seguro de que con una economía asentada en estas bases estaríamos mejor preparados en las crisis. Dejo aparte aquellos temas o medidas que siempre mejoran la economía en general y sobre las que no hay posible discusión: mejora de la educación, de la productividad, disminución de la deuda pública, etc. Nadie está en contra de ello en términos abstractos, como carta de buenos deseos a los Reyes Magos, pero algunos de ellos –en general todos- pueden ser discutibles si valoramos sus costes y sus posibles efectos adversos, o el cómo de su financiación.

Antonio Mora Plaza es economista

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