jueves. 28.03.2024

Las malas ideas económicas desplazan a las buenas

He dirigido en la semana del 25 al 29 de julio, conjuntamente con mi compañero de departamento José Antonio Nieto Solís, un curso de verano en la Universidad Complutense que se celebra en San Lorenzo del Escorial. Este curso, bajo el nombre de Economía Política de la crisis, ha sido inaugurado por Stiglitz, premio Nobel de economía, y han participado cualificados ponentes que han ofrecido una visión sobre la crisis diferente a la convencional.

He dirigido en la semana del 25 al 29 de julio, conjuntamente con mi compañero de departamento José Antonio Nieto Solís, un curso de verano en la Universidad Complutense que se celebra en San Lorenzo del Escorial. Este curso, bajo el nombre de Economía Política de la crisis, ha sido inaugurado por Stiglitz, premio Nobel de economía, y han participado cualificados ponentes que han ofrecido una visión sobre la crisis diferente a la convencional.

Los análisis son diferentes y las propuestas también, pero es indudable que todos los ponentes han desarrollado sus conferencias con gran rigor académico, han sido sugerentes, han ofrecido visiones y enfoques distintas a las convencionales, y en consecuencia han realizado planteamientos distintos a las ideas que día tras día escuchamos a los economistas oficiales y que tienen un gran predicamento en los medios de comunicación. Se ha huido de los tópicos y de los análisis superficiales y todos ello han tratado de analizar factores más allá de determinados datos macroeconómicos, y que no resultan tan visibles. Tengo que decir que en este curso se han tenido en cuenta, además, de los análisis económicos y financieros que pueden explicar los comportamientos que han dado lugar a la Gran Recesión, cuestiones relevantes como la ecología y las relaciones de la desigualdad de género.

El premio Nobel de economía Stiglitz criticó a los fundamentalismos de mercado y a las malas ideas que predominan en la economía en la actualidad. Han sido estas malas ideas las que han conducido a la crisis, al haberse tomado decisiones económicas sustentadas en criterios erróneos. Las malas ideas deben ser sustituidas por las buenas, y nunca por la ausencia de ideas. Como dijo en la conferencia y ha subrayado en su libro “caída libre” el mercado de las ideas no es más perfecto que el mercado de los productos, del capital y de la mano de obra. Las mejores ideas no siempre prevalecen, al menos a corto plazo. Pero la buena noticia es que, mientras la teoría absurda de los mercados perfectos predominaba en algunos sectores de la profesión económica, había universitarios que estaban tratando de comprender cómo funcionan realmente los mercados. Ahora sus ideas están aquí, para que las usen aquellos que quieren construir una economía más estable, más próspera y más equitativa.

Efectivamente en este curso se ha podido comprender que las buenas ideas están presentes y son las que debemos de usar y no las que configuran en la actualidad el pensamiento dominante en la economía. Desde los años setenta del siglo pasado hasta la fecha hemos podido comprobar que el fundamentalismo de mercado se ha ido imponiendo en la teoría y en la práctica desplazando al paradigma que había dominado en los medios académicos y en las políticas económicas de los gobiernos desde el final de la segunda guerra mundial. Se ha pasado así de un capitalismo regulado y en el que han convivido el estado y el mercado, aunque con predominio mayor de este último, a un capitalismo cada vez más desregulado y sin control que ha conducido a este sistema a su desbocamiento.

Las malas ideas desplazaron así a las buenas, del mismo modo que la mala moneda expulsaba a la buena de la circulación, tal como afirma la Ley de Gresham, que formuló en los tiempos en los que se acuñaban las monedas, y en la que se exponía con argumentos convincentes y basados en la observación de la realidad,. Esto es lo que ha sucedido también en el mercado de las ideas, y de esta forma se propagó la creencia de que los mercados son eficientes, en contra de lo que la experiencia histórica había demostrado, y de los buenos resultados que se habían logrado en la evolución del capitalismo en los años de expansión tras el final de la segunda guerra mundial y hasta los años setenta del pasado siglo.

Estas malas ideas beneficiaban a la ideología dominante y favorecía una acumulación del capital que posibilitaba una mayor concentración de la riqueza y de la renta, al tiempo que se iba aumentando la desigualdad dentro de los países, aunque con grados diferentes. La crisis supone un final de ciclo para un modelo económico sustentado en la desregulación, primacía de las finanzas sobre la economía productiva, y crecientes incrementos de la desigualdad. A su vez una presencia mayor del mercado, y una pérdida efectiva de la acción del estado, no solamente como factor regulador, sino también como corrector de las desigualdades de renta, riqueza, de género, y oportunidades. Un modelo que ha supuesto un gran deterioro del medio ambiente y con efectos muy negativos sobre los recursos naturales.

Una crisis estructural de esta naturaleza tiene que llevar consigo la crisis de las ideas dominantes, pero esto es lo que no está sucediendo, y eso es también lo que explica la mala respuesta que se ha dado ante este fenómeno y la tardanza en reaccionar, por ejemplo, en la Unión Europea (UE), ante la gran crisis de varios países que han dejado al euro maltrecho. La tardanza en las actuaciones de los órganos de decisión de la UE, y las actuaciones tan deficientes del Banco Central Europeo, son, entre otras muchos cosas, producidas por la influencia de estas malas ideas, y empeñarse en seguir manteniendo la ortodoxia económica cuando el barco se está hundiendo.

Un fin de ciclo requiere un cambio en el paradigma dominante de las ideas. En este caso, lo viejo se resiste a desaparecer, pues beneficia a los ricos del planeta, y lo nuevo aunque trata de abrirse paso, aún no lo consigue, a pesar del optimismo de Stiglitz en este terreno. Todo lo que es viejo tiene muchos apoyos económicos y de los influyentes medios de comunicación, y por eso estas malas ideas siguen desplazando a las buenas. Las mejores ideas existen sin duda, este curso es una muestra más de lo que decimos, y también hay que dar a conocer a los ciudadanos que existen grupos de economistas, en el mundo y en nuestro país, que tratan de comprender el funcionamiento de los mercados y de la globalización para hacer proposiciones en un sentido diferente a las corrientes dominantes.

Las malas ideas económicas desplazan a las buenas
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