viernes. 29.03.2024

Las dos Españas

“Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”   Estos proverbios de Antonio Machado fueron editados en 1912, en su obra “Campos de Castilla”.

“Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”

Estos proverbios de Antonio Machado fueron editados en 1912, en su obra “Campos de Castilla”. En los mismos, se recoge, la ya vieja idea, de las dos Españas. La de una España, progresista, que quiere emerger al albur de la modernidad y la otra, conservadora, que no deja paso a la primera. Es más una imagen cultural que política. La España bipolar es una representación de valores; entre aquellos que confían el futuro al progreso y a la fuerza de la voluntad ciudadana, y otros que lo confían al destino determinista de lo existente. Nada que ver con otras concepciones dualistas y cainitas que posteriormente se precipitaron.

Quedan seis días para conocer cual será el próximo Gobierno de España. Prácticamente, casi todos dan un seguro ganador. Como sociólogo, soy consciente de la certeza y evidencia de los barómetros de opinión. Pero, me rebelo contra los pronósticos.

Si el PP gana las elecciones será el partido con mayor poder institucional acumulado desde la instauración de la democracia. Y a mi modo de ver, esa realidad institucional no se reflejará con la realidad sociopolítica de España. Los múltiples estudios sobre posicionamiento ideológico de la ciudadanía española visualizan una España más escorada socialmente hacia la izquierda que hacia la derecha. En el último estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, los españoles se posicionan, dentro de la escala ideológica del 1(izquierda) al 10(derecha), en el 4,86 y sitúan al PP en el 7,87. Por ello, me atrevería a decir que, si se constata el pronóstico, nos encontraremos con una seria disfunción entre la realidad institucional y la realidad social. La razón de este desclase, se haya en la desesperanza del electorado progresista. Ese electorado además de cabreado, se entiende impotente para cambiar el rumbo impuesto por el mercado. Considera que el mercado se ha apoderado de los gobiernos y que la política se ha agotado. Por ello, probablemente, se ubicarán mayoritariamente en la abstención, que denota desesperanza.

Bien es sabido que la diferencia entre un optimista y un pesimista es que éste último es un optimista bien informado. Además, la tormenta financiera que se cierne en Europa es algo que no nos traerá nada bueno. Aún así, sigo confiando en la política y en su acción. En que la misma puede amparar a los más desfavorecidos, subordinando las órdenes del mercado. Quizás mi confianza más se deba a la necesidad de creer en algo que a las evidencias. Pero también la Historia nos ha enseñado el valor de la voluntad ciudadana. Por ello, el voto como compromiso ciudadano es algo que no se debe dejar de ejercer. Un compromiso en el que la razón debe imponerse a la pasión.

Porque como dijo, José Martí: “Por ley de historia, un perdón puede ser un error, pero una venganza es siempre una infelicidad. “

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