sábado. 20.04.2024

La vergüenza

Nunca me asombraré lo suficiente. En estos días de ocio he tenido la oportunidad de asistir a uno de esos programas que, con la excusa de la información, hinchan el perro de la intolerancia, del escándalo, del insulto, de la hipocresía.Veía y escuchaba una de esas tertulias que, al socaire de la actualidad, tratan temas terribles, de una gran complejidad, con absoluta ligereza.
Nunca me asombraré lo suficiente. En estos días de ocio he tenido la oportunidad de asistir a uno de esos programas que, con la excusa de la información, hinchan el perro de la intolerancia, del escándalo, del insulto, de la hipocresía.

Veía y escuchaba una de esas tertulias que, al socaire de la actualidad, tratan temas terribles, de una gran complejidad, con absoluta ligereza. Eran tertulianos que hemos visto en otros programas �incluso de contenido político- y entrevistaban �por decir algo- a la novia del hombre que ha sumido en un coma profundo al profesor Neira, el hombre que salió en defensa de una mujer maltratada, ella misma.

La joven defendía a su novio. Y los contertulios, apoyándose en unas declaraciones anteriores de la mujer al semanario Interviú, le lanzaron las más terribles acusaciones. Vaya por delante que su actitud no tiene justificación alguna, a no ser la desesperación de una mujer tan perdida y tan desgraciada como el hombre que atacó a Neira.

Pero me pareció terrible que se tratara con tanta hipocresía un hecho tan horrible. La acusaban de haber ido al programa cobrando, y ninguno de los tertulianos reprochó a la cadena de televisión �que, por cierto, también les pagaba a ellos- que hubiera dado esa oportunidad a aquella joven.

Despellejaron a la mujer, la insultaron, pugnaron cada uno de ellos por ser el que más se significara en su postura progre. Todos condenaron los hechos �estaría bueno-, todos mostraron su horror por la brutal agresión, todos quisieron ser la némesis de una pobre desgraciada que �y si no al tiempo- tendrá su periplo por otras televisiones, mientras agoniza un hombre que hizo lo que muchos no nos hubieramos atrevido a hacer. Todos la reprocharon que cobrara utilizando la agonia del profesor, olvidando que ellos cobraban por lo mismo y que sin ella, ellos no hubieran estado allí.

Los mismos conductores del programa, que habían llevado a la novia del agresor hasta el plató, se mostraron escandalizados, mientras, seguramente, recibían por el pinganillo, los buenos resultados de audiencia. La guinda fue cuando el programa conectó con una redactora que había acudido al hospital donde Neira permanecía en coma, para preguntar las reacciones de la familia.

Vivimos, sobre todo en las televisiones, unas informaciones deleznables, viles y mezquinas. Hacemos del sufrimiento negocio. Y somos capaces de buscar en otros lo que nosotros mismos hacemos todos los días.

Con Pablo Neruda podemos decir:

Sucede que me canso de ser hombre.

Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro

navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.

Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,

ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.


Sucede que me canso de ser hombre.

Cosas como estos programas, es verdad, hacen que nos sintamos cansados de ser hombres.

La vergüenza
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