jueves. 18.04.2024

La ética, también en la politíca

Un mínimo de ética personal es de absoluta necesitad en todos y cada uno de nosotros si deseamos vivir en sociedad y no en la jungla.

Un mínimo de ética personal es de absoluta necesitad en todos y cada uno de nosotros si deseamos vivir en sociedad y no en la jungla. Pero, cuando se sale del ámbito personal y se desempeña una función pública con responsabilidad directa ante la ciudadanía, es imprescindible la transparencia, la verdad y la sinceridad como bases de una ética que avale nuestra condición de ser humano que entiende al ciudadano como un igual y no como un servil cliente.

Por lo que se vislumbra desde todos los ámbitos, ni Rubalcaba ni Rajoy van a ser capaces de sacarnos de esta crisis-estafa que amenaza desvergonzadamente a gran parte del mundo con una pronta recesión. Sin embargo sí hay una diferencia entre uno y otro en cuanto a las prioridades a salvar. Rubalcaba ha sabido hacer frente a los problemas que de él han dependido directamente. ETA agoniza, y el PP solo sabe dar la vuelta al calcetín para culpar al candidato socialista de no sé cuantos males inexistentes en Euskadi. Cualquier cosa menos valorar en justicia lo que hace dos años estaríamos celebrando todos. Mientras que Rajoy ha demostrado su incompetencia en los diversos ámbitos que no ha sabido lidiar en su también dilatada 'vida política' por la que ha pasado de manera inodora, incolora e insípida.

No hay varitas mágicas que transformen la calabaza en real carroza. Sin embargo, así lo ha venido afirmando durante cuatro años, día sí, día también, el Partido Popular. De repente, y viéndose ya mandando en España, le han dicho a Rajoy que diga que en materia social nada se puede prometer, todo depende del falseado "agujero" que va a encontrarse en la economía estatal. Y Rajoy así lo ha dicho. Pons, el González, ha dado la previa.

Las CCAA, buena parte de ellas en manos del PP, están esquilmadas hasta el tuétano. En unos casos por herencia de los antiguos gobiernos socialistas. En otros es el 'suma y sigue' de los gobiernos del PP, incluso de los mismos mandatarios en muchos casos, y entonces la culpa es del Gobierno central. Es este el cacareo reiterado sin vergüenza alguna, ni propia ni ajena, de un PP instalado en el país de la indecencia del todo vale. Han dejado a las Cajas hacer su agosto. Y bien que lo han hecho, con el esquilme de la brutalidad de millones de euros rapiñados de los bolsillos de los trabajadores para satisfacción propia de unos ineptos directivos que se autopremian su ineficacia con el aplauso de los mandatarios políticos.

Afirman, los del PP, que sólo con ellos España tiene la solución tan necesaria ahora. Y ponen el parangón del 96. Mienten ante la opinión pública, ávida de encontrar una salida a esta situación que nos angustia. Bien saben los 'políticos' del PP que nada tiene que ver la coyuntura de entonces con la actual, engullidos como estamos por unos poderes económicos insaciables de sangre de oro. Saben demasiado bien que las políticas ultraliberales, que ellos comparten, han propiciado las circunstancias que están devorando a los diferentes países entre los que España se encuentra.

Saben que las clases medias-bajas han visto mermados sus salarios o congeladas sus pensiones y han aceptado responsablemente la situación con la resignación de arrimar el hombro y procurar con ello la superación de una etapa tan difícil. Y continúan inyectando el malévolo complejo de culpabilidad y de resignación 'cristiana' ante un mal del que nada somos responsables. Una gran mayoría de españoles con una media de 20.000 euros anuales ¿qué despilfarros orgiásticos puede haber hecho? La oligarquía financiera necesita de un poder político que no se postre ante su inmoral obscenidad, sino que le plante cara en pro de unos ciudadanos necesitados de protección. Eso jamás lo hará el PP -más bien todo lo contrario- ni el comatoso actual Gobierno que no cesa de poner palos en las ruedas de su propio candidato, Rubalcaba, y de sus anhelos de sacar adelante a la ciudadanía y sus derechos sociales enteros.

Y justo son estas mismas clases, que ya han soportado su personal crisis-estafa, contra las que han cargado Aguirre y Cospedal con absoluto beneplácito de Rajoy. Los recortes-ajustes en educación y sanidad son el primer paso de la política de Rajoy tras el 20-N. La indecencia de estas 'damas' vituperando las legítimas huelgas de los docentes quedan agigantadas por su infantiloides celos ante el civismo con que se aceptaron los recortes mencionados más arriba.

También en Cataluña, con CiU al frente, partido igualmente de corte neoliberal, -y con el apoyo recíproco de Alicia Camacho- los estragos en sanidad son de una obscenidad intolerable. Y con el millón ochocientos mil euros de la extra de los altos cargos que no piense CiU que sus pecados quedan perdonados. Cargar contra los más débiles, los dependientes y los enfermos, es de una crueldad y vileza que supera todos los males imaginables.

Lo que resulta evidente es que la mentira y la crispación solo puede generar violencia. Y a estos señores del PP no parece importarles. ¿Nuevamente más policía represora, menos libertades y una inaceptable vuelta atrás?

Para contrarrestar tales aberraciones tenemos la cultura, los estudios, el saber. El refuerzo de este pilar básico es totalmente necesario para conseguir una ciudadanía libre. Sin libertad no hay humanidad. Debe quedarnos claro que ni Rajoy ni el grueso del PP van a consentir hombres y mujeres que con el pensamiento y la palabra puedan combatir el abuso egoísta y explotador del débil.

Queda dicho y reiterado. ¿Qué más hay que hacer para despertar a la ciudadanía ante el abismo de las urnas?

Es difícil despertar las conciencias cuando se hunden las cabezas en el pozo de la irresponsabilidad. Ni se ve ni se oye si no hay voluntad de averiguar la realidad que nos circunda.

La ética, también en la politíca
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