viernes. 19.04.2024

La moral y la política

Dicen que el poder cambia a la gente. Que nadie resiste la tentación del Boletín Oficial del Estado. El profesor y filósofo López Aranguren, establecía una recurrente contradicción entre la moral que se esgrime cuando se está en la oposición, y la política que se hace cuando se ha obtenido el poder.

Dicen que el poder cambia a la gente. Que nadie resiste la tentación del Boletín Oficial del Estado. El profesor y filósofo López Aranguren, establecía una recurrente contradicción entre la moral que se esgrime cuando se está en la oposición, y la política que se hace cuando se ha obtenido el poder. Y efectivamente, resulta poco edificante observar, tras el 20N, a la oposición entrante agitar súbitamente programas de cambio y críticas al poder, que en realidad son severos varapalos a su maltrecha conciencia; mientras la oposición saliente, ahora Gobierno, descubre el poder de la política y las estadísticas para activar medidas que negó tres veces en la anterior legislatura. Incluso, aprovechando un generalizado diagnóstico de resignación ciudadana, los nuevos gobernantes, con grandes dosis de temeridad, no dudan en aplicar más vueltas de tuerca al ya manido discurso de “sálvese quien pueda”, eso sí, envuelto en papel de celofán como ya nos tienen acostumbrados: “a los más débiles no podemos pedirles más sacrificios” (Soraya dixit). Menos mal.

El desplazamiento de la política

Hace unos días, el ministro de Hacienda, Luis de Guindos, confesó que el primer paquete de medidas del Gobierno hubo que aprobarlo porque de lo contrario “nos lo hubieran impuesto otros”. Es la confirmación del progresivo y firme desplazamiento de la política por la economía. En otras palabras, es la derrota temporal de la democracia a manos de las instituciones financieras y los mercados que, después de recuperar el aliento con ingentes recursos públicos, arremetieron sin piedad contra los Estados mediante un lema para enmarcar: nosotros chantajeamos, nosotros decidimos.

Esta es la gran batalla de ideas y de medios que debe liderar la izquierda en España y en Europa, si quiere salir del atolladero. Y no puede hacerlo solo con la actual masa crítica que se parapeta alrededor de las principales formaciones de la izquierda. Debemos hacer un esfuerzo de convergencia de las izquierdas, abriendo el campo de las ideas y acotando el espacio de intervención unitaria. Cierto que no ayudan los discursos y gestos que los más cualificados dirigentes de aquellas formaciones han exhibido tras las elecciones generales del 20 de noviembre. Unos para exaltar su fe en el futuro de un partido que convoca un congreso express, en medio de una asombrosa renovación de candidatos -un decano de gobiernos y experto proveedor; y una exministra, hoy por la justicia y la humanidad, ayer por España y los mercados- y una improvisada mutación política; y otros para proclamar su elección por los dioses como única izquierda, en medio de una descontextualizada euforia postelectoral, y un primer parte de guerra, aun cuando el conflicto social estaba en pañales.

Sea como fuere, hemos de reconocer que es la izquierda europea la que tiene ante sí la ineludible necesidad de abrir un nuevo tiempo, una suerte de periodo constituyente para reforzar su discurso corporativo, pero también para construir polos amplios de las izquierdas capaces, no solo de hacer frente a las políticas conservadoras, sino y sobre todo, de elaborar un programa alternativo, principalmente económico, al que gobierna en buena parte de Europa.

Crítica y alternativa

Paul Krugman afirma que Keynes tenía razón con aquella máxima de que “la expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal”. Luego, a propósito de las políticas de ajuste, Krugman deducía que “recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más”. De esta reflexión parte y ha partido siempre, por ejemplo, la oposición de CCOO a las políticas de ajuste, que puso en marcha a partir de mayo de 2010 el Gobierno de Zapatero -cediendo al chantaje del dinero- y que hoy ya aplica el Ejecutivo de Rajoy, con la convicción de quien cree firmemente en lo que hace. Seguramente, ha tragado algún sapo –subida del IRPF-, pero ninguna de las medidas aprobadas le resulta incómoda.

Se equivocaría, no obstante, la izquierda social y política, si actuara ante la crisis económica y financiera cual observador ético, dispuesto a radicalizar su discurso crítico con la misma destreza que oculta su alternativa a la situación. Tan importante es transmitir a la ciudadanía la voluntad de combatir el programa liberal, que maltrata a las personas y elogia las estadísticas, como ofrecerle un programa alternativo, creíble, centrado en mejorar las condiciones de vida de la gente, y en enfrentar el déficit –que preocupa y mucho- con realismo y prudencia para hacerlo compatible con la reactivación económica, la inversión pública y la creación de empleo. Para ello, es imprescindible huir de la resignación y de la demagogia.

Las políticas de ajuste que hoy recorren España y Europa, y que consisten en recortar los derechos sociales con el objetivo de disminuir el gasto público y debilitar el poder contractual de los sindicatos para deflactar salarios y flexibilizar los mercados laborales, tendrán siempre enfrente a la izquierda social y política. Paralelamente, nadie deberá alarmarse si el movimiento sindical intenta por todos los medios, pelear derechos laborales en las mesas de negociación. Sorprenden ciertas opiniones que saludan la iniciativa sindical si esta se dirime en la movilización, pero huyen como de la peste, si el conflicto social conduce en momentos determinados al diálogo y el acuerdo. El sindicalismo, que debe igualmente reflexionar con altura de miras sobre lo que está pasando, tiene discurso propio, programa reivindicativo y estrategia sindical. Una estrategia que pone a prueba cada día, en el centro de trabajo o en el diálogo social. La izquierda política, en el ejercicio de su autonomía, debe converger con el movimiento sindical –aunque no solo- y traducir con ambición las demandas de los trabajadores en iniciativa social e institucional. Tenemos tiempo por delante. Todos somos necesarios.

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