sábado. 20.04.2024

La Izquierda Posible ha muerto. Larga vida a la Izquierda

Si este artículo fuera el relato de un velatorio y el cadáver protagonista se llamara “Izquierda” y se apellidara “Posible”, probablemente os contaría que los asistentes...

Si este artículo fuera el relato de un velatorio y el cadáver protagonista se llamara “Izquierda” y se apellidara “Posible”, probablemente os contaría que los asistentes, como en cualquier velatorio al uso, comieron y bebieron mientras comentaban con comprensiva perspectiva todo lo admirable que la, en este caso difunta, hizo en vida. Pero no solo eso: llamándose Izquierda, estoy seguro que también habría autocrítica, un concepto alienígena para nuestra inenterrable derecha zombie, pero consustancial al progresismo, sea cual sea el coyuntural apellido que lo acompañe. En este velatorio, estando fallecida y en cuerpo presente la Izquierda “Posible”, no dudo que se hablaría también de memorias no tan admirables, incluidos los grandes errores, los inexplicables "olvidos" y las inauditas reformas constitucionales expres:- Si no fuera por su apellido, ”Posible”, aún estaría entre nosotros-, comentó uno de los presentes.

Ese intercambio de conversaciones sobre los antiguos, y no tan antiguos, haceres y deshaceres de la yacente protagonista del acto, centró cada uno de los minutos de los familiares y amigos participantes en aquel político adiós. Mientras tanto, y quieta, la despedida se limitó a ejercer el único papel que le había sido asignado por afines y simpatizantes, en aquel su largamente anunciado entierro: el de olvidada.

La Izquierda “Posible”, esa de la que en la reciente España democrática hemos tenido extensas muestras, ha fallecido. La izquierda mansa, dócil, siempre temerosa, cual princesa bailando sobre suelo de cristal fino, atenta para no despertar a nuestros monstruos nacionales, dulce hasta la obsesión para no incomodar a los poderes fácticos de este país; llámense estos iglesia, bancos, finanzas, corrupción o monarquía, nos ha dejado. O mejor dicho: los que siempre creeremos en los porqués de la izquierda, la hemos dejado por irreconocible.

En esta hipotética reunión de despedida que hoy me ocupa, los asistentes al acto podríamos hablar con serenidad sobre lo conseguido por la difunta: cierto es que impulsó avances importantes en algunos ámbitos, avances que la inalterable derecha nacional jamás hubiera propugnado y que de hecho intentan cercenar a la primera de cambio, pero también es cierto que fue acomplejada en demasía, y no solo en un principio o entre medias, no. Incluso llevó sus complejos hasta el último de sus suspiros políticos conocidos, promoviendo en la primavera de 2013, por ejemplo, un arrodillado pacto de Fe liberal a la sombra de un gobierno popular enajenado. La Izquierda “Posible” padeció de esa mistérica, que según dicen rima con histérica, responsabilidad de estado, manoseada coletilla a la que tantas veces apeló como alquímica justificación ante lo injustificable, y de un severo síndrome de Estocolmo con los poderosos, que la llevó a olvidar hasta su propio nombre: “Izquierda”. Pecó de olvido asumiendo gobernar, o hacer oposición, a costa de obviar su propia identidad y la de aquellos que la apoyaron; pecó de amnesia olvidando los principios y valores que la trajeron al mundo; y sobre todo pecó de no querer "pecar", asimilando el concepto de pecado que liberales, mercaderes, privados y vaticanos siempre patrocinaron y patrocinarán, como si fuera cierto, como si fuera propio.

Si nuestra difunta de hoy hubiera entendido a tiempo que a la mayoría de los que nos sentimos progresistas en este país ya no nos vale con una Izquierda posible, contemporizadora, acomodaticia, timorata; si hubiera reaccionado a tiempo, no hubiera acabado desaparecida, ausente, sin razón de ser  y en velatorio.

Si la malograda protagonista de este artículo hubiera caído en la cuenta, antes de tener que asistir yacente a su propio funeral, de que lo único que nos vale ahora a los ciudadanos comprometidos con los valores opuestos a los esgrimidos por la derecha nacional, lo único que queremos, necesitamos y exigimos, es una Izquierda erguida, plena, orgullosa de sus respuestas y dispuesta a defenderlas y aplicarlas; de haberse enterado, yo no hubiera tenido que escribir este texto.

La izquierda “posible”, se denomine socialdemócrata, tercera vía, izquierda de los palotes o santo grial, está muerta, es pasado, y no saldrá de la tumba hasta que no recuerde su nombre y se olvide de su acomplejado apellido. Así es, pero esto, no nos confundamos, no debe ser motivo de duelo para aquellos que seguimos creyendo, y defendiendo activamente en las calles y entornos cercanos, una sociedad más justa, más solidaria, más social, más equilibrada,  más sostenible, más vivible para todos, sin distinción de sexos, colores, profesiones o ingresos; muy al contrario, debería ser motivo de júbilo. Celebrémoslo, porque muerta la Izquierda “Posible”, superados sus miedos y frecuentes connivencias con el capìtalismo de capirote y oligarquías adyacentes, es hora de saludar la definitiva consolidación de la, aquí y ahora, única izquierda posible, la que no se limite a hacer lo que sus adversarios ideológicos le señalan como tal, como “posible”, la que, tenga las siglas que tenga, y aun estamos a tiempo de sumar, sumarnos, reniegue de apellidos posibilistas o liberales fórmulas magistrales. Nada que inventar. Todo está en los libros. Poner en práctica lo que ya es sabido. Larga vida a la Izquierda, como suena, tal cual, a secas: IZQUIERDA.

La Izquierda Posible ha muerto. Larga vida a la Izquierda