miércoles. 24.04.2024

La indigencia cultural que padecemos

No deja de sorprenderme que cuánto más años llevamos viviendo en democracia más y más evidentes sean la manifestaciones que nuestra sociedad realiza a diario de falta de interés por aquello que culturalmente pueda destacarse.

No deja de sorprenderme que cuánto más años llevamos viviendo en democracia más y más evidentes sean la manifestaciones que nuestra sociedad realiza a diario de falta de interés por aquello que culturalmente pueda destacarse. El desierto cultural al que me refiero, se muestra, con absoluta crudeza, en todos y cada uno de los medios de mayor consumo por todos, tales como la televisión, la radio, la prensa, diaria o semanal, y hasta en el los espectáculos, de menor consumo, como pueda ser el cine o el teatro.

Reconozco, que incluso hasta en los años de la dictadura de Franco, la oferta cultural era más amplia y de mayor calidad.

La incapacidad para interesar a la sociedad por una oferta cultural de calidad, hoy día, no creo que sea dificil de comprobar.

Una televisión vendida al más absoluto consumo masivo que sólo busca añadir números a su cuota de pantalla, descuidando, no sólo ya, la mínima calidad de su oferta, sino incluso rayando, en muchos casos, con propuestas moralmente muy cuestionables, demuestran fehacientemente lo anterior. Reconozco que excluyo, de dicha crítica, a la televisión estatal pública, quizá en su mejor momento de su historia, pero que a la que tampoco le auguro mucho éxito con la más que anunciada llegada de los populares al gobierno de la nación. El resto canales y televisiones públicas locales, respondiendo: “a la voz de su amo”.

Una prensa diaria, que salvo raras excepciones, busca sólo su hueco en el mercado, atendiendo exclusivamente a los supuestos gustos del lector al que se dirigen, sin importarle los más mínimo la veracidad de la información, o generando opinión, sin respeto alguno, a lo más esencial que debe presidir los principios básicos de una sociedad.

Los semanarios de calidad, al menos para mí, como: Triunfo, Cuadernos para el diálogo, Cambio 16, o algunos no tan lejanos en el tiempo, ni están, ni se les espera.

Nada, hoy día, que se aleje de la rentabilidad, o de la defensa de determinadas opciones políticas, normalmente de la derecha más tozuda, tiene cabida.

Las propuestas de teatro, pasan fundamentalmente por la reciente moda de los musicales, con su cuestionable calidad temática, por más que su puesta en escena, no esté exenta de esfuerzos, sobre todo económico, aunque ni la temática , ni el argumento concreto carezca del más mínimo interés.

Hasta la clase política, en general, y la de la presunta ‘triunfante derecha’, en particular, creo que se encuentra hoy culturalmente bajo mínimos. Sólo pensar que Ana María Botella, pueda, ser próximamente, la máxima autoridad local de la capital de España, prueba sobradamente lo que sostengo. Por no citar los modos y las formas de la Sra. Aguirre, que amparándose en su amplia mayoría, que suele continuamente repetir, trata al resto de los ciudadanos de Madrid como auténticos idiotas.

Indigencia cultural ¡que digo!, más que eso; penuria, pobreza, carencia, miseria, y quizá me quede corto.

Tiempos de penuria cultural, como los que vivimos, sinceramente no los recuerdo, como decía, ni en la dictadura, pues entonces, y con las mínimas garantías, parte de la sociedad, aunque fuera mínima, mantenían la esperanza de un futuro mejor. Entendían que el dinero era sólo un medio y nunca un fin, y la llama de un mejor futuro para todos permanecía siempre encendida. Hoy, todo lo que no sea ganar dinero, apostar por algo líquido carece de sentido. Y buena parte del mundo de la llamada cultura también desgraciadamente se encuentra enfangado hasta los ojos por el mismo objetivo, supongo.

La indigencia cultural que padecemos
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