jueves. 28.03.2024

La iglesia de Colón

Colón fue un minero de futuros. Oradó olas, percutió vientos. Y al final estaba la gran esperanza: América. Andaban en aquel tiempo cerrando horizontes Isabel y Fernando: expulsando, cerrando a España sobre sí misma como un erizo que defiende su pequeñez con púas envenenadas. Católicos ellos hasta ser su título histórico. Los Reyes católicos cerrando puertas, empequeñeciendo mapas.

Colón fue un minero de futuros. Oradó olas, percutió vientos. Y al final estaba la gran esperanza: América. Andaban en aquel tiempo cerrando horizontes Isabel y Fernando: expulsando, cerrando a España sobre sí misma como un erizo que defiende su pequeñez con púas envenenadas. Católicos ellos hasta ser su título histórico. Los Reyes católicos cerrando puertas, empequeñeciendo mapas. Colón y catolicismo real oponiéndose en la arena de la historia.

Diciembre como otros diciembres. Mundo abierto, global, ancho. Queriendo que todos quepan en la aldea. Colón abriendo caminos, para que el hombre camine por el hecho de ser hombre. Menos fronteras cada vez. Más de par en par la plaza grande del mundo. Y con el hombres, sus ideas, su quehacer, su talante. Respaldadas sus opciones por derechos humanos firmados por casi todos, aunque a veces respetados por pocos. Haciendo camino al andar, como machados perpetuos, empeñados en derrocar muros, ampliando senderos para hacer de la historia un pan bueno para que todos coman libertad, justicia, igualdad. Ya sé que no es así, pero debería serlo y muchos hay empeñados en la construcción humanizante de la vida.

La Iglesia luz del mundo, amor de hermanos unidos en la palabra, manos entrelazadas para que el cariño ande por las aceras llevando por la cintura la esperanza de un mundo mejor. Colón ahí. Encrucijada de calles. De pié entre avenidas anchas, como si América llegara hoy, siempre joven y guapa en un autobús cualquiera. Colón abrigándose con poncho latinoamericano, reconfortado con mate santiagueño. Colón emancipado de reyes excluyentes. Unificando razas, lenguas, estilos. Colón es una patria de ríos Paraná y Guadalquivir, de ciudades guaraníes, quechuas, sevillanas y gallegas.

Castellana invadida de báculos y mitras. Obispos, cardenales, fieles muy fieles, aunque nadie sabe exactamente a quién. “Queremos matrimonios como Dios manda” Como si el amor se dispensara sólo con recetas episcopales. “Gracias a las familias cristianas venimos a este mundo” dice Rouco. De las familias no cristianas no nace nadie porque el amor, las caricias y los besos son exclusividad de marías humildes y josé carpintero. No existen las demás criaturas porque el amor, las caricias y los besos no están regados con el agua bendita de anillos y pectorales.

Una Iglesia que pretende ser un reflejo del mundo en el que vive, no puede permanecer de espaldas a la realidad circundante. No puede ser abrazada si se sitúa al margen de la ciencia, de la realidad del presente, de los anhelos de una humanidad que evoluciona en sus aspiraciones, en sus deseo de paz, de justicia, de amor, nazca éste donde nazca, del valor de la feminidad, de los avances médicos y de todo ese conglomerado de coordenadas que significan ser hombres del siglo XXI. La resistencia a valores como la homosexualidad, la familia como unidad ante el amor y no ante la frialdad de una ley, de la mujer como valor supremo en sí misma, la realidad de la pobreza como fuerza revolucionaria, no puede optar a otra categoría más que la de talibanes endogámicos, fanáticos e intransigentes. No puede pretender que se la estime como presencia y proclamación del amor que ilustra la sombra luminosa que contradictoriamente es el corazón humano.

No se trata sólo de exigir a la Iglesia su renuncia a un nacionalcatolicismo, sino que debemos constreñirla a que respete la libre decisión de las conciencias, la laicicidad de gobiernos que no marchan bajo el palio de la infamia y de una legislación que va por su camino sin que nadie tenga el derecho de interceptar sus decisiones soberanas. Dios no es, no puede ser alguien enfrentado al hombre ni es su competencia en la construcción de su propio camino.

Entre un Colón desbrozador de horizontes y un episcopado cegador de futuro no hay elección posible. Dios debe ser prójimo, nunca muro interruptor de esperanzas.

La iglesia de Colón
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