viernes. 29.03.2024

La huelga general puede ser el principio

NUEVATRIBUNA.ES - 24.9.2010Muchas cosas han cambiado desde que a finales del siglo XIX el movimiento obrero comenzó a organizarse para hacer valer los derechos de los más necesitados, entre otras cosas las mentalidadades: Hoy muchos de los convocados a la huelga general del 29 de septiembre esgrimen como razón para no secundarla argumentos tan peregrinos como el descuento que las empresas aplicarán a sus nóminas.
NUEVATRIBUNA.ES - 24.9.2010

Muchas cosas han cambiado desde que a finales del siglo XIX el movimiento obrero comenzó a organizarse para hacer valer los derechos de los más necesitados, entre otras cosas las mentalidadades: Hoy muchos de los convocados a la huelga general del 29 de septiembre esgrimen como razón para no secundarla argumentos tan peregrinos como el descuento que las empresas aplicarán a sus nóminas. Con mucho menos que perder que lo que quieren arrebatarnos ahora, sin nómina, sin seguridad social, sin subsidio de paro, los trabajadores de hace un siglo abandonaron sus puestos de trabajo en multitud de ocasiones para mejorar sus condiciones de vida y las nuestras. Aquellos hombres generosos se jugaron la vida para que hoy tuviésemos una jornada laboral y un salario justos, escuela y sanidad pública, vacaciones y pensiones, libertad de expresión, reunión y asociación, salieron a las calles a pecho descubierto para enfrentarse a los sables y las pistolas del poder, sólo con un objetivo: Conseguir todo aquello que nos fue alejando de la explotación, conquistas irrenunciables que hoy parecen tambalearse ante la embestida salvaje de los dueños de todo, sabedores como son de que vivimos en un tiempo de silencio, de que, al menos de momento, están rotos todos los lazos de solidaridad internacional y todos los mecanismos de contestación que puedan inquietar mínimamente sus intereses globales.

No hay que ser excesivamente perspicaz para saber cuáles son los mecanismos por los que se rige el mercado, palabra sacrosanta a la que se acude de modo habitual para justificar todas las decisiones irracionales que toman los gobiernos, pues es irracional todo aquello que atenta contra la dignidad y la libertad de los hombres. Si bien hay mercaderes que sólo pretenden obtener una ganancia justa por la distribución y venta de un determinado producto, lo que mueve a los dueños del negocio global es la obtención del máximo beneficio en la producción y comercialización de bienes a gran escala. Dado que el dinero no tiene patria, este concurrirá –conseguida la libre circulación de capitales- a aquellos territorios en que los costes sean menores y los beneficios mayores, dejando progresivamente a un lado a los países que tienen una avanzada legislación de protección social. Es decir, en vez de extender los logros sociales que tanta sangre costaron a nuestros antepasados, el mercado trata de extender la pobreza y la explotación, de igularnos por abajo. Esto habría sido imposible mientras el mundo era bipolar, mientras el movimiento obrero gozaba de salud, pero después de la crisis de 1973 y de la llegada de Tacher y Reagan al poder quedó demostrado que la respuesta de la ciudadanía ante el desmantelamiento de los derechos sociales era tan suave como inadecuada.

Rodríguez Zapatero llegó al poder dispuesto a dar un fuerte impulso en España a las políticas sociales. De hecho en sus primeros años puso en marcha leyes que han marcado un hito en nuestro devenir, la ley de dependencias, la ley de matrimonios homosexuales, la ley de igualdad, la ley de conciliación de la vida laboral y familiar, la menguada ley de la memoria histórica dan fe de ello aunque pueden quedar en agua de borrajas de seguir por el camino emprendido hace unos meses. Como se ha dicho, todos entendemos el funcionamiento del mercado, todos sabemos que si se suben los impuestos directos sólo en España, los inversores no vendrán y acudirán con su dinero a países con menos presión fiscal, también sabemos que desde hace décadas esos inversores tienen otros ámbitos de actuación geográfica, pues por mucho que se rebajen los impuestos nunca serán tan bajos como los existentes en China, Corea o Indonesia; también sabemos que se aumenta la competitividad si se bajan los salarios y las cargas sociales, pero nunca podremos disminuirlos tanto como los países antes citados, del mismo modo que somos conscientes de la interrelación existente entre las diversas economías mundiales y las políticas económicas de los diversos países. Sin embargo, nadie, ni antes ni ahora ni después, podrá convencernos de que la única salida a las crisis cada vez más agudas del capitalismo occidental sea la que dictan los mercados, o sea el recorte progresivo de los derechos de los trabajadores: Desde la llegada de Tacher y Reagan al poder, desde la caída de la URSS, el amansamiento de los sindicatos y la acomodación de los partidos socialdemócratas, todas las crisis del sistema se han saldado con privatizaciones de los servicios públicos esenciales, aumentos reales de la jornada laboral, precarización del empleo y, por ende, del Estado del bienestar. Hay que poner fin de una vez por todas a esa dinámica que amenaza con regresarnos a la Inglaterra de Charles Dickens en menos tiempo del que creemos.

Ante la intensidad de la crisis financiera mundial, muchos economistas, políticos y financieros de todo el mundo se atrevieron a pedir la suspensión temporal del capitalismo, demandando de los Estados inversiones gigantescas de dinero público para salvar la “Dictadura del Mercado”. Conseguido el objetivo –las cantidades empleadas en ese pozo sin fondo de la gran estafa mundial, habrían servido de sobra para acabar con el hambre la explotación en todo el mundo- y ante la nula respuesta de los trabajadores, lo jefes del mercado iniciaron un ataque sin precedentes contra los derechos de los trabajadores, ataque que en España se concretó en una reforma laboral inasumible y en el traspaso de la factura del quebranto a quienes nada tenían que ver con el. Es muy posible que Rodríguez Zapatero cambiase de política económica ante las presiones de los grandes mercaderes, ante el miedo a la soledad, que pensase que si durante su mandato se salía del atolladero, podría volver a emprender su labor reformista. No lo dudamos, pero hay cosas que un gobernante de izquierdas no puede hacer y si hubo presiones, que las hubo y tan fuertes como para bajarnos a la segunda división planetaria, se dimite, se denuncian y se combaten. El patriotismo no lo justifica todo, tampoco la buena voluntad, y es llegado el momento de empezar a decir no a las ruedas de molino: La huelga del próximo día 29 de septiembre, que tendría más valor si los sindicatos la hubiesen convocado en toda Europa, puede ser el principio de una nueva etapa que ponga fin a los desmanes de los neoconservadores y sus ambiciones esclavistas, de un periodo en el que “los mercados”, los gobiernos y los Estados estén al completo servicio del SER HUMANO.

Pedro L. Angosto

La huelga general puede ser el principio
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