jueves. 28.03.2024

La hoguera de papel

Hace poco se nos fue ese encuentro de papel, de opiniones, de información, de intercambio de pareceres que fue el periódico PUBLICO. Se fugó el dinero, alcantarillas abajo a los sótanos de los kioskos. Y se oxidaron proyectos, ilusiones, plumas esgrimidas contra molinos de viento, de mucho viento que le dolían en las aspas sembradas en el aire limpio de la democracia.

Hace poco se nos fue ese encuentro de papel, de opiniones, de información, de intercambio de pareceres que fue el periódico PUBLICO. Se fugó el dinero, alcantarillas abajo a los sótanos de los kioskos. Y se oxidaron proyectos, ilusiones, plumas esgrimidas contra molinos de viento, de mucho viento que le dolían en las aspas sembradas en el aire limpio de la democracia. Jesús, Nacho, Arturo, Escudier… Empecé a quererlos a finales de aquel setiembre regresando de Gijón. Me alegraba el encuentro mañanero, mientras el café y la tostada. Y a lo largo del día por si acaso Zapatero-presidente, Rajoy-aspirante, Esperanza-emperatriz o Merkel-zarina. Me fui acostumbrarlo a quererlos, a sentarlos en el tresillo, a ofrecerles una cerveza con aceitunas.

Llegó la crisis como el cabezazo de un mulo. Empujando, destrozando, arrasando. Rompiendo derechos de los trabajadores. Europa aplastando con el déficit, con la deuda, con los intereses de la no sé qué soberana. Y había que guardar el euro para las patatas diarias, fruta sólo para niños, filete a lo mejor los domingos. Casi como entonces, cuando la cartilla, leche en polvo y la mantequilla americana, chocolate de tierra los domingos. Cinturón ahorcando las cinturas, apretado con José Luis-de-León. Estrangulando con los impuestos subidos que nunca subirían. Con millones de parados porque Pons no ha tenido tiempo de colocar a los tres millones prometidos, porque María Dolores se ha puesto guapa para integrarse en el partido de los trabajadores, porque Mariano está decorando la Moncloa con nóminas y pensiones compradas en rebajas.

Once millones de españoles tocando la miseria, buscando una luna llena para suplir el desahucio. Estudiantes golpeados porque se apostata del futuro que son. Camps vestido de Gürtell porque el jurado popular se entretuvo en la inocencia. Garzón exiliado para burlar a Franco perseguidor. Se ha llevado los muertos de las cunetas escondidos en la absolución del Tribunal Supremo que le condenó porque Manos Limpias (qué paradoja) defendía que el dinero no tiene patria y se puede marchar de veraneo a donde quiera Correa. Garzón archivó los aplausos y las penas y se arrimó al cariño del mundo, escondido de una España que lo tiraba por la ventana suprema del Supremo.

Y cuando Rajoy había puesto a España en su sitio, con su reforma laboral para poder despedir por obra y gracia de Rosell-emperador, de Fernández-cacique, de Feito-agente-promotor de Laponia, el periódico PUBLICO empezó a licuarse, a derretirse, a marcharse casi silenciosamente. A la calle todos lo que hacen posible un periódico. A la cola del paro que es larga, larga y llega hasta las esquinas de la vida, de la ilusión, del comer, del dormir bajo techo. Podrían emigrar a Laponia, o barrer como voluntarios que desplazan a los fijos o escribir artículos a pocos céntimos el folio. PUBLICO nos ha dejado una tristeza gris, una nostalgia lluviosa, un recuerdo entre las manos.

Pero no todo es pena, ni luto, ni brazalete negro en el alma. La marcha de PUBLICO también ha causado alegría. “El diario ‘Público’ ya no difundirá más el laicismo radical a través de su edición impresa” A De La Cigoña, columnista “cristiano-cristiano” de La Gaceta, se le estremece el alma. “El más anticatólico de los periódicos españoles ha concluido sus tristes días de laicismo radical. Una demostración más de que la idea de visionarios trasnochados ha dejado de vender en España. La promesa de matar curas, quemar iglesias o de una versión algo edulcorada de lo mismo, ha dejado de mover a una parte de los españoles” “¿Lágrimas por mi parte? Ni una. La inmensa mayoría de los que van al paro cuentan con toda mi simpatía, no son enemigos míos. No combaten mis ideas, no quieren hacer desaparecer mis principios, no pretenden apoderarse de las mentes de mis nietos ni atacan a mi Iglesia. No es el caso de algunos cuantos de PUBLICO. Con su pan se lo coman”

Hay que estar alerta para no quemar curas, incendiar templos ni adoctrinar a los nietos de La Cigoña. La Iglesia es propiedad privada de este columnista de La Gaceta, cristiano, muy cristiano, alberto-alcázar-y-pedrín, generalísimo de catedrales y ermitas.

La hoguera de papel se ha consumido a sí misma aventada por la alegría cristiana de La Cigoña.

La hoguera de papel
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