viernes. 26.04.2024

La historia del pazo y el caudillo

NUEVATRIBUNA.ES - 10.10.2010El Pazo de Meirás abrirá sus puertas al público tras el rechazo por parte del Tribunal Supremo del recurso de casación presentado por Carmen Franco con el fin de impedir que presencias ajenas a su entorno puedan visitarlo.
NUEVATRIBUNA.ES - 10.10.2010

El Pazo de Meirás abrirá sus puertas al público tras el rechazo por parte del Tribunal Supremo del recurso de casación presentado por Carmen Franco con el fin de impedir que presencias ajenas a su entorno puedan visitarlo. Es de suponer que el cura nostálgico de Meirás, y confesor de los Franco durante 36 largos años, estará tan apesadumbrado como cuando se aprobó el decreto que incluyó el pazo entre los Bienes de Interés Cultural (BIC) de Galicia: “Es una propiedad particular de la familia y deberían mantenerla así, es su casa y se verían obligados a abrirla a cada momento”. Un deseo que no coincide con lo que establece Ley 8/1995, del Patrimonio Cultural, una disposición que obliga a los Franco a abrir la propiedad al público durante cuatro días al mes.

Este podría ser el fin de una historia que empezó mucho tiempo atrás…

Érase una vez un caudillo bajito y dictador, un general al que le gustaba que le llamasen en grado superlativo, que era alérgico a la libertad y cuya familia era un “ejemplo” a seguir para las descarriadas familias españolas.

Eran los Franco unas gentes devotas y piadosas que seguían a pies juntillas los dictados de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana. Una iglesia, justo es reconocerlo, siempre atenta a las necesidades del dictador y los suyos y siempre presta a llevarlo bajo palio.

De la devoción de aquel general en grado superlativo da fe, nunca mejor dicho, Antonio Pazo Buján, cura párroco de San Martín de Meirás y confesor del dictador durante sus estancias en el Pazo de Meirás: “Franco era un hombre muy devoto, comulgaba todos los días y se confesaba siempre que podía… Era encantador. Mantenía un trato excelente con él y con su mujer, siempre me decían que les comentase cualquier necesidad que tuviese la parroquia… Franco ayudó mucho a esta parroquia, y siempre contribuía para las fiestas. Era una persona muy normal y hogareña que no exigía nunca nada y preguntaba siempre sobre los feligreses”.

Antes del disfrute de aquellos veranos en Meirás “decorados” con las hortensias que Carmen Polo ordenó plantar a lo largo de varios kilómetros, de los tricornios y de las metralletas que invadían la zona cada vez que la troupe dictatorial se dejaba caer por el lugar, se produjo “la donación” que el pueblo gallego le hizo a “su caudillo”, nada más y nada menos que las Torres de Meirás, un edificio del siglo XIX y estilo neomedieval que había pertenecido a la familia Pardo Bazán y en él que doña Emilia escribió gran parte de su obra. Uno más de los múltiples edificios, entre otros tipos de bienes, que la familia Franco arrebató a sus legítimos propietarios y que nunca devolvió.

“Gracias” a esta generosa “donación” decenas de familias sufrieron la expropiación de sus propiedades, muchas de ellos bajo amenazas y sin recibir ninguna contraprestación a cambio. Los vecinos de la zona eran conscientes de que si el muro del pazo se acercaba a su propiedad se quedaban sin casa. Incluso a los funcionarios se les quitó parte del sueldo para sufragar el “regalito. Los que se atrevieron a negarse a esta pantomima fueron tachados de “rojos”.

Y así fue como las tierras originales del pazo vieron duplicada su extensión con la anexión forzosa de las tierras circundantes y como décadas después de muerto el dictador sus descendientes se niegan, al igual que los señores feudales, a dejar de ocupar las propiedades ajenas.

Pilar Rego - Educadora social

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