viernes. 29.03.2024

La excelencia según San Mateo

No ha tenido mejor idea Esperanza Aguirre que situar su Bachillerato de la Excelencia en el Instituto de Enseñanza Secundaria San Mateo. Un lugar céntrico y bien comunicado para que la élite estudiantil madrileña, elegida con criterios de “excelencia”, acuda cada día a estudiar. San Mateo, el primer evangelista es representado habitualmente como un hombre en forma de ángel, o ángel con forma de hombre, según se mire.

No ha tenido mejor idea Esperanza Aguirre que situar su Bachillerato de la Excelencia en el Instituto de Enseñanza Secundaria San Mateo. Un lugar céntrico y bien comunicado para que la élite estudiantil madrileña, elegida con criterios de “excelencia”, acuda cada día a estudiar.

San Mateo, el primer evangelista es representado habitualmente como un hombre en forma de ángel, o ángel con forma de hombre, según se mire. Y es que su Evangelio se inicia con la enumeración de los antepasados humanos de Jesús y con la aparición de un ángel a San José, para anunciarle el embarazo de María.

El tal Mateo no era un tipo bien visto. Era recaudador de impuestos al pueblo judío, que eran entregados al ocupante romano. Eran además tipos dispuestos a enriquecerse fácilmente en esa especie de cultura del pelotazo que ha recorrido siempre la historia humana. Y ahí andaba Mateo metido, cuando se cruzó con Jesús y lo dejó todo.

Mal ejemplo ha ido a elegir Esperanza Aguirre para dar nombre a su Instituto de la “excelencia”. Además la concepción de la infancia y la educación de San Mateo tiene poco que ver con los planteamientos de la Presidenta, si tenemos en cuenta que el criterio que San Mateo pone en boca de Jesús es el siguiente: “Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos. Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo perdido”.

Para continuar reflexionando sobre el futuro de los niños descarriados: “¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se le extravía una, ¿no dejará en el monte las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada? Y si logra hallarla, se alegrará por ellas más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que no se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos”.

A tal dureza llega, al sostener este planteamiento, que afirma: “Pues el que se humille hasta hacerse como un niño de éstos. Ése será el más grande en el reino de los cielos, y el que por mi recibiere a un niño como éste, a mi me recibe; y al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le hundieran en el fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque no pueden menos de haber escándalos; pero ¡ay de aquel por quien viniere el escándalo!”

En definitiva, más valdría que la Presidenta instalara su Instituto, si no hay remedio ni enmienda, en algún otro sitio menos adverso ideológicamente a sus planteamientos, si no quiere verse sometida al juicio inexorable de San Mateo cuando afirma: “Nadie puede servir a dos señores, pues o bien aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

La excelencia consiste en otra cosa. Formar ciudadanos y ciudadanas libres y comprometidos con la igualdad. Ahí están la generaciones excelentes que este país necesita. Hay otras maneras de hacer campaña electoral, con propuestas serias para mejorar la educación madrileña, con profesorado y recursos. Qué menos que eso.

La excelencia según San Mateo
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