jueves. 28.03.2024

La Europa que importa

NUEVATRIBUNA.ES - 12.6.2009 Los resultados de las octavas elecciones Europeas y sus consecuencias son interpretados desde diferentes ópticas y queman mucho papel innecesario.La alta abstención en toda Europa merece especial atención, precisamente porque obviarla es condenarnos a repetir errores y debería ser responsabilidad de todos el buscar aciertos y soluciones para no reincidir en errores.
NUEVATRIBUNA.ES - 12.6.2009

Los resultados de las octavas elecciones Europeas y sus consecuencias son interpretados desde diferentes ópticas y queman mucho papel innecesario.

La alta abstención en toda Europa merece especial atención, precisamente porque obviarla es condenarnos a repetir errores y debería ser responsabilidad de todos el buscar aciertos y soluciones para no reincidir en errores.

Quiero referirme a la abstención en España y en Madrid, donde la tendencia ha sido similar a la del resto de Europa, lo cual, en mi opinión, no debe ser ningún consuelo.

Sorprende la autocomplacencia de algunos representantes de los partidos ante la alta abstención y la interpretación triunfalista de los resultados electorales que obvian este “pequeño” detalle. Pero los datos son tozudos y desafortunadamente la ganadora de las elecciones ha sido la abstención. Incluso más: sumados los votos de todos los partidos, obtuvieron menos que los que la abstención consiguió, de modo que si “quedara representada” la abstención en el parlamento europeo veríamos muchas sillas vacías que ahora se llenarán por los perdedores materiales de las elecciones.

Ya se que las normas legales establecen mecanismos para resguardarse de una abstención siempre existente, pero resulta peligroso refugiarse en este argumento como si nada hubiera pasado, porque lo cierto es que más de la mitad de la ciudadanía con derecho al voto decidió no prestar un apoyo explícito y eficaz a ninguna de las propuestas en liza y eso pone en cierto modo en cuestión la que ha venido en llamarse legitimidad de ejercicio.

Pero también porque es el fiel espejo de lo que le importa a los ciudadanos la idea de Europa y de la propia inexistencia de una idea bien dibujada y atractiva de la misma; o más bien es el rechazo a una política que no transmite ni hace pedagogía sobre Europa y a una Europa que se siente lejana y desde hace unos años anquilosada y sin ideas fuerzas, ante los retos de la interdependencia y las consecuencias de una globalización con tantas desigualdades e injusticias.

Esta falta de proyección, es lo que se percibe en el ambiente así como el desconocimiento y la casi ausencia de participación e implicación en la construcción europea por parte de los ciudadanos. Si en la ciudadanía se produce un cierto desencanto y desinterés por lo que Europa pueda hacer para afrontar la crisis, ¿qué legitimidad tendrán esos europarlamentarios para pedir a la ciudadanía sacrificios y empeño en la construcción de una idea común?

La evidencia de que Europa no es una unión política y que el proyecto de tratado constitucional no se consolidó, la certeza de que no se debatió en su momento y en estas elecciones tampoco, se aprovechó para trasladar mensajes y contenidos de vital importancia en medio de una crispación insana que sólo movilizó a la derecha dejando a la otra mitad de ciudadanos en casa. Todo eso es lo que la abstención recelosa anuncia con su voto de castigo a la política efectuada.

Hoy que estamos a la espera del tratado de Lisboa y su aprobación final por Chequia y el referéndum en Irlanda, la gran mayoría sigue sin saber exactamente de qué se trata, qué mayores competencias tendrá el parlamento con él. Esta ausencia de pedagogía, debe ser superada, no sólo ha de hacerse en elecciones.

Los partidos tienen en ello responsabilidad, pero no se les escucha con una sola voz en Europa. Los ciudadanos tienen la sensación de que sólo se les tiene en cuenta en período electoral y como mercancía a la que pedir el voto, relegando su rol de ciudadanos a meros consumidores indefensos ante maquinarias de producción de candidatos sin contenido ideológico o programático. Esto se traduce en la frase de la calle: “no dicen nada, sólo se pelean”. Por ello no es de extrañarnos que a los añadidos problemas de la construcción se sume esta desinformación y la distancia con la que la miran los ciudadanos de a pie, en nombre de los cuales se dice que se hace todo.

Si bien el Parlamento Europeo tiene cada vez más competencia en lo social y lo económico, no elegir al presidente de la comisión supone un déficit de autonomía cuando menos, pero, además –lo más grave- es que el modelo social europeo, esta en contradicción con el modelo económico y esto se percibe en cada país. Baste mencionar la tentativa de aprobación de 65 horas semanales. Esa reducción de derechos que propone la derecha en Europa para los trabajadores muestra a la ciudadanía una Europa que no apuesta por ellos. La caída de la renta tanto en Alemania como en España muestra a los ciudadanos una Europa que no reacciona ante la pérdida de empleo ni ante el empobrecimiento de sus trabajadores. La tardía regulación del sistema financiero y las propuestas que a propósito de la crisis no se escuchan aún, son elementos que suman a la desilusión.

Las ofertas que si oímos con mucha altisonancia, son las que representan retrocesos. Son fórmulas de la derecha europea ante la crisis económica y social. Sólo se les ocurre más desregulación del trabajo, menos control financiero. En los últimos diez años, lo más importante que ha hecho Europa es la moneda única, desde la entrada del euro, cuestión muy importante, pero la Europa social está desdibujada.

Todo los postulados de Delors y sus preocupaciones por el empleo, por los derechos, parecen olvidados. La agenda social ha desaparecido. Son los jóvenes y los trabajadores los más desafectos a Europa y es palmario justamente en que ellos no ven que Europa defienda sus derechos, sino que a veces va incluso en contra de los derechos de los que disfrutan en el nivel nacional, ¿entonces para qué Europa?.

El pasado es glorioso para Europa. Eso ha quedado y no hay que olvidar nunca los valores que la han caracterizado, pero ahora parecen dormidos y los retos han cambiado, ¿Quién los liderará? En medio de una crisis impredecible, cómo revertir el proceso de desencanto?. Quizás en Europa hay que empezar el edificio por abajo. Ello requiere otros métodos de hacer política, partidos que se escuchen en Europa y con proyecto europeo, un cambio de la concepción de participación pasiva o delegada de los partidos, y que hoy con las nuevas tecnologías hace posible una participación para decidir, la renovación de un proyecto ampliado que debe presentarse con una sola voz ante el mundo y con promesas para cumplir, con proposiciones ante la crisis, ante el cambio climático y ante los desafios que hoy afrontamos. Por fortuna los y las ciudadanas hoy son más exigentes con la política. No podemos interpretar su ausencia en los comicios más que como el peligro de desligitimación de las instituciones europeas que no es un triunfo sino una derrota de todos, en medio de la cual avanza la derecha antieuropeísta y xenófoba que nunca falta religiosamente a la cita electoral.

Yolanda Villavicencio M. es diputada Socialista Asamblea de Madrid. Es licenciada en Económicas y Ciencias Empresariales, especialista en Cooperación Internacional al Desarrollo, especialista en Mujer y Desarrollo, máster en Migraciones y Relaciones Intracomunitarias y en los últimos ocho años ha dirigido la entidad AESCO, especializada en migraciones, cooperación al desarrollo y codesarrollo.

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