jueves. 28.03.2024

La democracia y la demonización de la política

Están surgiendo nuevos sujetos políticos en el interior de un proceso de desconstitución de la política que se desarrolla a escala mundial, tras el fracaso de las recetas neoliberales para reformar el Estado. Estos nuevos sujetos florecen fuera de los partidos, tanto en los regímenes democráticos como en los países autoritarios.

Están surgiendo nuevos sujetos políticos en el interior de un proceso de desconstitución de la política que se desarrolla a escala mundial, tras el fracaso de las recetas neoliberales para reformar el Estado. Estos nuevos sujetos florecen fuera de los partidos, tanto en los regímenes democráticos como en los países autoritarios. A los partidos les sustituyen hoy las redes sociales, las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres contra Berlusconi, los movimientos populares de jóvenes en Egipto, las “banlieues” en las periferias de Paris.

Son todos movimientos en red, que no piden permiso a los partidos ni a los sindicatos. Son designados por los medios de comunicación, equivocadamente, como “revoluciones”, pero sin una ideología unitaria. Lo que piden son reformas, reconocimiento, oportunidades de trabajo, democracia y participación. Son movimientos relativamente espontáneos, no contra la política, sino por otra política. Todo espontaneísmo es saludable cuando se desdobla, en algún momento, en organización consciente. Resulta peligroso y contraproducente sin embargo , en términos democráticos, cuando permanece sólo en estado líquido, sin que llegue a sustituir lo “viejo” por un orden nuevo. La desesperanza en estos casos puede redundar en un salvacionismo dictatorial reciclado, que genere situaciones aún peores que la anterior.

Es evidente también que existe en gran parte de los medios de opinión, una campaña contra la política y los políticos, lo que en el fondo, y con independencia de la voluntad de algunos periodistas, es también una campaña contra la democracia. Esta campaña generaliza el desprecio a los políticos y al Estado, principalmente en aquellos supuestos en los que éste todavía preserva aspectos que defienden el Estado de Bienestar. Hay que recordar que son siempre los partidos políticos los legatarios que reorganizan la sociedad, bien en una dirección de mayor cohesión social y mayor igualdad, bien en la de incrementar la jerarquía, las diferencias sociales y el autoritarismo.

Es cierto que pocos partidos han comprendido la profundidad de aquellos movimientos, siendo incapaces de presentar nuevas alternativas. La mayoría en la defensa de sus programas de gobierno se limitan a dosis mayores o menores de “liberalismo” o “keynesanismo”.

No han comprendido el hecho de que las relaciones culturales, científicas y económicas globales han cambiado todo. Y que hoy es preciso proponer nuevas formas de organización del estado, nuevos tipos de políticas públicas y también organizar un nuevo sistema de defensa de la moralidad pública. Pero “representación” y elecciones siempre han de constituir, mal o bien, formas de resistencia contra el dominio, sin límites, de los manipuladores del capital financiero especulativo que controla la vida de las naciones. Elecciones y representación plantean , siempre, “problemas” para los mentores de las reformas neoliberales, que son ahora los herederos políticos de su fracaso.

El dominio de la ideología neoliberal además de haber conseguido su hegemonía a partir de la idea de “único camino”, ahora requiere conclusiones únicas sobre los efectos de la crisis para diluir las responsabilidades de quien la inició. Desmoralizar la política, los partidos y los políticos, ayuda a desmoralizar las críticas al fracaso de su modelo de sociedad.

Por eso las frecuentes campañas genéricas contra el Estado y contra los políticos en particular han sido muy duras. Son campañas contra el Estado ausente, que dispensa políticas sociales. No es contra los políticos corruptos en especial. Sino una campaña intensiva contra el Estado y contra la política.

Las lecciones de Oriente y también de Europa sirven para quienes, como nosotros que, imbuidos del “desarrollo económico y social”, defendemos que el Estado debe ser fuerte para ser transparente y asequible a la participación popular. Jamás puede “adelgazar” para aplicar las recetas de reducción obscena de gastos sociales. Porque después, ha de remitirse a la caridad privada como medio de compensar las desigualdades brutales que el neoliberalismo nos ha legado.

La democracia y la demonización de la política
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