jueves. 28.03.2024

La "crisis" y la burla

Si a alguien le queda alguna duda de que el poder económico es el factor dominante en estas sociedades, sólo tiene que abrir los ojos y observar el espectáculo. Si a alguien le quedan dudas de que la “democracia” de estos países es una simple fachada para la dominación de unos cuantos, sólo tiene que abrir los ojos y observar.

Si a alguien le queda alguna duda de que el poder económico es el factor dominante en estas sociedades, sólo tiene que abrir los ojos y observar el espectáculo. Si a alguien le quedan dudas de que la “democracia” de estos países es una simple fachada para la dominación de unos cuantos, sólo tiene que abrir los ojos y observar. Algo alejado, no mucho, quedan los cambios políticos de Portugal e Irlanda, pero es de rabiosa actualidad lo que está ocurriendo en Grecia, Italia y España; en todos los casos con la “crisis” como telón de fondo. Papandreu, que fue elegido en las urnas hace un par de años, ha sido fulminado por el simple hecho de atreverse a insinuar medidas que se salen del camino marcado, Berlusconi promete irse sin elecciones previas; éste tendrá ahora que operar desde el núcleo de poder económico que controla, o desde la mafia. Zapatero se autoinmola, y en un acto de contrición, se autoinculpa del paro en nuestro país; esto, y la asunción de otros tantos males que nos aquejan, lleva a los socialistas a la debacle; ¿para qué hacen falta las elecciones del 20N?; todo el mundo sabe, incluso el PSOE, que el PP obtendrá la mayoría absoluta; todo esto sucede ante una ciudadanía silenciosa cuya participación electoral carece de sentido y de valor. Repito: ya es ciencia cierta, sin que hablen las urnas, que el PP ganará por aplastante mayoría. La “democracia” queda cuestionada, inútil y eclipsada por el poder económico, por el capital camuflado tras el disfraz de “los mercados”. Se burlan de nosotros cuando, en épocas de elecciones, nos dicen eso de que “ahora es el pueblo el que decide”.

La “crisis” que nos atenaza fue anunciada antes de que se sintieran sus efectos, por eso gentes tan destacadas como nuestro actual presidente del gobierno, o el por entonces director gerente del FMI, no se percataron hasta bien entrado el año 2008. Esto es una señal inequívoca de que tras ese anuncio se escondía una táctica más para seguir marcando diferencias entre dominantes y dominados, y para recurrir a nuevas vías de enriquecimiento ante el agotamiento de las ganancias a través del endeudamiento privado. Desde que se anunció nominalmente la crisis hasta estos momentos, de forma intencionada, el lío es monumental, sin que nadie sea capaz de ver esa luz que tantos reclaman para salir de ella. Pero, a pesar del maremagno, hay algunas evidencias que merece la pena destacar. Con esta operación, una vez reventada la anterior burbuja, el poder económico ha conseguido encontrar un nuevo camino para multiplicar el capital a través de la deuda pública, asfixiando a los países del sur de Europa, manipulando a los correspondientes gobiernos y asustando a la población. Por otra parte, a pesar de las medidas restrictivas y de los “recortes”, una parte importante de esa población, los que aún conservan su puesto de trabajo, apenas sienten los efectos de la “crisis”. Eso sí, con esto de la “crisis”, han conseguido que, el miedo a ver reducido el poder adquisitivo de cada cual, se esté produciendo una reducción del consumo, lo que, a su vez, está provocando un estancamiento, cuando no una recesión de imprevisible alcance.

Las consecuencias negativas de esta nueva e inédita situación, son las siguientes: a) por un lado, un sector social bastante numeroso queda marginado sin expectativas de insertarse en la actividad productiva; b) de ellos, son los más jóvenes los que sufren de manera sangrante la falta de empleo; c) la pobreza se extiende a capas sociales que antes nunca tuvieron necesidad de recurrir a los centros de caridad tal como ahora lo tienen que hacer; d) como contrapartida, los ricos, generadores de la situación actual, siguen aumentando sus ganancias por la vía de la especulación, consiguiendo que el capital se reproduzca a través del propio capital; e) en el ámbito institucional, se potencia el descrédito de lo que nos presentan como democracia, porque, como estamos comprobando, los cambios en política tienen lugar sin la participación de los ciudadanos.

Por estos motivos, ahora se hace más verdad que nunca aquello de que los anuncios periódicos de crisis económica, sólo sirven para reajustar los beneficios de los más poderosos, generar nuevas bolsas de pobreza, pánico en las masas, sometimiento y merma en los procesos de lucha. Las desigualdades aumentan entre unos y otros estratos sociales, y aquellos que tienen algún poder lo utilizan de forma sectaria para hacer más gruesa esa línea que separa a ricos de pobres. Sólo hay que mirar en estos momentos a nuestro alrededor. Las crisis no son iguales para todos. Aquellos que determinan cuándo hay crisis, y las enuncian, son los que nunca las sufren; sin embargo, los verdaderos afectados no tienen ninguna posibilidad de intervenir en su inicio, duración o final.

Evidentemente, esta nueva situación tiene un elevado coste para la sociedad, incluidos aquellos que la han creado. Esos irracionales deseos de enriquecimiento nos llevan a un callejón sin salida, agudizan de forma irreversible las contradicciones del sistema y ponen punto final al modelo de explotación directa y al abuso de la clase trabajadora. La actual situación representa el fin de una carrera de acumulación del capital sin proyección alguna sobre la actividad productiva. ¿De dónde van a obtener ganancias una vez paralizada la actividad productiva, y empobrecidos los Estados hasta los extremos a los que les están llevando?. Todo ello, repito, muestra el final de una larga etapa, pero sin alternativas para reconducir la vida por la vía de la razón y de la igualdad. La inestabilidad intrínseca del sistema, unido al estancamiento o a una recesión sin precedentes, nos arrastra hacia ese futuro incierto. Las clases privilegiadas, animadas por ese afán de enriquecimiento, siguen en esa absurda búsqueda de lo infinito. Los abandonados por el sistema no tienen la suficiente capacidad de rebeldía que les permita salir de su situación. Los que aún conservan su puesto de trabajo se aferran a lo que tienen y no son capaces de echar una mano a los que lo han perdido. Los recursos necesarios para el sostenimiento de los parados se van reduciendo. Eso que conocemos como estado de bienestar va mermando a marchas forzadas. Los políticos siguen enredados en ese proceso endogámico, “luchando” por acaparar el poder y utilizando o engañando a las masas. Los medios de información, como si no fuera bastante con la realidad que vivimos, nos despiertan cada día con el anuncio de la “desastrosa situación económica que padecemos”: la volatilidad de las bolsas de valores, las variaciones de las primas de riesgo y la “crisis” que no tiene fin. Entre unos y otros, ricos y lacayos, aquellos que no sienten los efectos de la recesión, están potenciando esa ausencia de combatividad para luchar por una forma de vida más racional, más justa. Abusan y se burlan de una sociedad autista y temerosa sin darse cuenta de que, de una u otra manera, la necesitan para que este tinglado siga funcionando. La burla, el abuso, la falta de rebeldía, el miedo de unos y la ambición de otros nos sitúan en un círculo de fuego del que parece imposible salir. Lo que llaman crisis económica es ahora la máscara de un sistema agotado que, tal vez por cobardía, muchos se niegan a admitir. No se observa, en estos momentos, ninguna fisura por donde empezar a romper con esta agonía. Sólo se alcanza a dar palos de ciego desde uno u otro lado. Si apoyados en nuestra imaginación nos pudiéramos abstraer y ver este mundo desde la distancia, nos sentiríamos ridículos, veríamos un mundo estúpido y sufriente para una gran mayoría, veríamos a estos personajillos con traje y corbata, inmersos en una enorme maquinaria burocrática, moviéndose de un lado para otro, del G20 al FMI, de Francia o Alemania a Bruselas, desconcertados, torpes, como abstraídos; estos tipos que se creen superiores, pero que constituyen la escoria de este mundo enloquecido.

La "crisis" y la burla
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