martes. 23.04.2024

La crisis continúa y no se sabe hasta cuándo

NUEVATRIBUNA.ES - 9.9.2010PARA FUNDACIÓN SISTEMAEl pesimismo se ha vuelto a instalar en muchas economías desarrolladas, principalmente en Estados Unidos, ante los últimos datos que se ofrecen de la evolución económica.
NUEVATRIBUNA.ES - 9.9.2010

PARA FUNDACIÓN SISTEMA

El pesimismo se ha vuelto a instalar en muchas economías desarrolladas, principalmente en Estados Unidos, ante los últimos datos que se ofrecen de la evolución económica. El mejor comportamiento alemán ha permitido en este país un respiro y ha generado alguna esperanza, que se ha trasladado a otros países de la Unión Europea por el papel que Alemania desempeña de locomotora en el área europea. Se confía en que el tirón alemán pueda tener un efecto positivo en el resto. Sin embargo, los aceptables resultados alemanes no son suficientes para suponer que pueden ser un indicio de que este país esté en el camino de salida de la crisis. Todavía hay muchas incertidumbres en la economía alemana para echar las campanas al vuelo. Pero lo que sí resulta evidente es que la locomotora alemana no tiene suficiente potencia para tirar de demasiados vagones, y además muy pesados por el lastre que arrastran sus economías. A pesar de estos buenos indicios, no hay que confundir los deseos con la realidad.

El pesimismo ha sido la nota dominante en la reunión que se ha celebrado en Jackson Hole (Wyoming, EEUU) de economistas, gobernadores y banqueros de los diferentes estados y de la Reserva Federal. Se ha discutido, ante los datos últimos de la economía norteamericana, sí se está ante el peligro de una nueva recaída o se está dando una recuperación, pero eso sí a cámara lenta. Una economista como Carmen Reinhart, que ha escrito junto con Kenneth S. Rogoff el libro “This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly” (Princeton Universiy Press, 2009), que se ha convertido en referencia obligada cuando se habla de la crisis, señala que ésta durara diez años, sobre todo en los países que se encuentran más endeudados, entre los que están, entre otros, Estados Unidos y España.

No son afirmaciones muy alentadoras pero tal vez sean realistas y no hay que descartar que entre las posibilidades diferentes que se pueden dar en los próximos años conviene suponer un escenario de este tipo para no caer en los errores del pasado, como ha sido el de negar las evidencias. Hay que poner de manifiesto con contundencia que los análisis de Reinhart, aunque no se compartan, son sólidos y los argumentos consistentes. Por eso es por lo que considero que convendrá tenerlos en cuenta y no desecharlos sin más señalando que son en exceso pesimistas. Ya se hizo en su momento con los economistas que advertían del peligro en que se estaba incurriendo, y no descartaban la posibilidad de que una crisis de envergadura estaba a punto de darse. Una vez que los hechos han dado la razón a los que se trataba de descalificar como pesimistas crónicos, no creo que fuera conveniente hacer lo mismo con lo que dicen, entre otros, Reinhart y Roubini, sobre todo teniendo en cuenta que éste último fue de los que pronosticaron la crisis años antes de que se produjera.

Ante un estado de cosas de esta naturaleza Obama ya ha reaccionado anunciando un nuevo plan de estimulo. La realidad a la que nos enfrentamos no está nada bien, especialmente para el empleo, y tocan años plenos de dificultades. Lo ha dicho muy bien el presidente de Estados Unidos, la situación por la que se pasa se ha gestado durante varios años y ahora va a costar varios años también restaurar la economía para volver a encontrar una senda de crecimiento estable y de creación de empleo.

Hay que ser conscientes de esto, ponerse en lo peor y prepararse para afrontar la complejidad de los hechos, siendo conscientes de que no hay remedios sencillos. Pero ante una crisis estructural como la que atravesamos se ha perdido ya mucho tiempo y ahora se pagan las consecuencias de no haber actuado como se tenía que haber hecho desde un primer momento. No se han tomado acciones internacionales de calado para combatir el mal principal que ha generado la crisis como es la globalización del sistema financiero. La desigualdad internacional, como la existente dentro de los países, es otro de los causantes de los males presentes. En suma, los gobiernos tratan de poner tiritas ante grandes heridas. No se puede combatir un mal estructural con medidas coyunturales.

El problema principal es que la crisis ha cogido fuera de juego a la mayor parte de los economistas académicos, y no digamos a los dirigentes de la economía internacional y de los diferentes países. Esto se ha debido a lo que hemos reiterado insistentemente: la enseñanza de la economía actual es muy restrictiva en su objeto de estudio para entender los procesos tal como tienen lugar. Además, se vivió en los años precedentes a la crisis una gran euforia que venia reforzada por las tasas de crecimiento conseguidas. No se quiso ver mas allá de lo que había detrás de ese crecimiento y tal como se estaba dando. Las burbujas especulativas y el gran endeudamiento eran unos de los factores principales en los que se estaba basando el crecimiento rápido y aparentemente triunfal. Se vivieron años de satisfacción y conformismo sin querer ver lo que había detrás de todo eso, y sobre todo los costes que un crecimiento de esa naturaleza estaba creando.

El auge de las finanzas alimentaba una manera de crecer el consumo y la producción, pero no podía tener unas bases sólidas que lo sustentaran, como se ha demostrado en cuanto todo eso ha estallado. Efectivamente, como ha dicho Obama, la crisis fue gestada en los años de crecimiento rápido y fácil. Ahora, hay que sanar una economía que se encuentra enferma, y en esto se ha avanzado poco. Pero el problema principal no es solamente hacer sanar al enfermo, que se encuentra muy contagiado de virus malignos, sino que hay que cambiar las coordenadas de ese crecimiento que han causado la pérdida de la salud.

Esto es como cuando a una persona enferma del corazón, por ejemplo. No solamente se trata de sanarle sino que necesita para no recaer cambiar sus hábitos de vida y de alimentación. Esto que es tan evidente en la salud humana resulta que no se aplica al organismo social. Se debería, por tanto, aprender de las ciencias de la salud, y salvando las distancias con lo que es una ciencia social, extraer algunas enseñanzas que pueden resultar muy valiosas. En este caso lo son: hay que modificar el modo de producción y consumo si se quiere realmente avanzar en el progreso económico y social, y no solamente en una forma de crecer que no es sostenible ni social ni ecológicamente.

Por desgracia las voces criticas apenas son escuchadas por los dirigentes y da la impresión de que son intervenciones inútiles predicando en el desierto. La izquierda, que es la que se tiene que hacer eco de esas voces disidentes, se encuentra desmoralizada, sobre todo tras la actuaciones de algún gobierno socialista que ha caído bajo las garras de la ortodoxia económica y financiera, y encima se encuentra sin apenas capacidad movilizadora cuando lo único que puede ofrecer algún grado de resistencia ante lo que está sucediendo es la realización de grandes manifestaciones.

En fin, de seguir así las cosas continuará la crisis, con el agravante de que no cambian las políticas económicas y que todo el coste se hace recaer sobre las clases intermedias y bajas, sobre las mujeres y los jóvenes. Hay que tomar conciencia de lo que sucede para actuar reivindicando un cambio, y que no se haga lo mismo que se ha venido haciendo en los últimos tiempos. De ser así, la salida de la crisis estará lejos, aunque mejoren los indicadores del crecimiento, pero muchos damnificados se están quedando en la cuneta y no va a ser fácil su reinserción en la actividad económica y social.

Carlos Berzosa es catedrático de Economía Aplicada y rector de la Universidad Complutense de Madrid desde el 23 de junio de 2003, tras ser Decano los catorce años anteriores de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de dicha Universidad.

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