jueves. 25.04.2024

La burbuja ha muerto

Vivimos de espaldas a la muerte. Preferimos vivir como si fuéramos a hacerlo eternamente. Hace mucho tiempo que hasta los curas tienen poco predicamento cuando hablan de la muerte y prefieren hablar del sexo, la droga, el aborto, la eutanasia, o la educación para la ciudadanía, que calan más en cierto tipo de clientes. Si es necesario se habla del nacionalismo, el terrorismo o el agua.
Vivimos de espaldas a la muerte. Preferimos vivir como si fuéramos a hacerlo eternamente. Hace mucho tiempo que hasta los curas tienen poco predicamento cuando hablan de la muerte y prefieren hablar del sexo, la droga, el aborto, la eutanasia, o la educación para la ciudadanía, que calan más en cierto tipo de clientes. Si es necesario se habla del nacionalismo, el terrorismo o el agua. Pero vivir la vida sin conciencia de la muerte requiere olvidar el pasado y a quienes nos dejaron ya. Instalarse en el presente. No pensar demasiado en el futuro. Vivimos un mundo de profundos cambios como si nada fuera a cambiar nunca.

Pero el tiempo pasa, las cosas cambian. La muerte llega. La situación económica actual ha venido a recordárnoslo. Con nuestra capacidad de ahorro y endeudamiento al límite puesta en el banco para pagar una hipoteca o descansando en un fondo de pensiones, de inversiones, o similar, que asegure mi renta actual o futura, creemos que tenemos asegurado el futuro. Además nos han dicho que los bancos españoles y las cajas de ahorros son muy sólidos. Que sus préstamos están muy garantizados. Que tenemos inmunidad ante la crisis financiera. Pero las cosas cambian. Lo que hoy es, mañana puede no ser, o ser de otra manera.

Los bancos ya no se prestan dinero, o se lo prestan por poco tiempo y a alto interés. Mala señal. Si son tan seguros, si ganan tanto dinero cada año. Si prestan sobre seguro ¿por qué tienen dudas? Porque son voraces, ambiciosos y han contraído riesgos y no saben la dimensión de su riesgo, ni el de los demás. ¿Cómo se explica esto? No es sencillo, pero vamos a intentarlo. Prestar dinero con bajos tipos de interés no es un gran negocio. Cobrar comisiones a los clientes trae problemas si se abusa demasiado, porque la gente se harta de que le cobren por tener dinero en el banco.

Estados Unidos, la capital mundial de la voracidad del capital, inventó entonces los préstamos a los “ninjas” (en inglés “no ingreso, no trabajo, no propiedad”). En épocas de bonanza los “ninjas” pueden salir adelante y encontrar maneras de pagar un préstamo mayor que el propio valor de la vivienda y amueblarla y comprarse un coche. Incluso pueden pagar un interés mayor que los que se cobran por créditos más seguros. Como los precios de la vivienda y su demanda suben imparablemente, no hay problema. Si no se paga la vivienda termina valiendo mucho más que el crédito. Son las “hipotecas subprime” que han desencadenado el primer golpe financiero internacional.

¿Por qué unos créditos estadounidenses crean problemas en todo el mundo? Porque con esos crédito se han montado paquetes de productos financieros que, a través de sociedades creadas por los mismos bancos, han ido colocando en entidades financieras, fondos de inversión y sociedades de capital-riesgo de todo el planeta, que han obtenido altas rentabilidades� hasta ahora.

Esos productos financieros, las obligaciones garantizadas por hipotecas, contienen hipotecas “prime” de bajo riesgo, hipotecas de riesgo medio e hipotecas “subprime” de alto riesgo. Estos paquetes se han reconvertido y reagrupado en nuevos productos que combinan el riesgo de impagos con los altos beneficios. Mientras la economía ha ido bien, ha generado empleo y la burbuja inmobiliaria ha crecido, los beneficios han sido altos para los que han invertido en estos productos nacidos en Estados Unidos, pero inmediatamente globalizados.

El problema surge cuando la economía estadounidense se enfría, se crea menos empleo, se construye menos vivienda, se compra menos vivienda, los precios bajan, los definidos como ninjas dejan de pagar la hipoteca. El montaje de productos financieros basados en hipotecas de riesgo se hunde como un castillo de naipes. Nadie los quiere comprar. Nadie los puede vender. Nadie sabe cuantos bichitos de estos tiene entre sus inversiones. Cuanta basura hipotecaria tienen entre los productos que compraron. Nadie se fía de nadie. Nadie se presta dinero. De hecho, no hay liquidez. No se presta dinero y las empresas inmobiliarias empiezan a estar acogotadas y sus acciones caen. El interés de las hipotecas sube y las familias trabajadoras, altamente endeudadas, llegamos peor a fin de mes. Consumimos menos en los comercios. El paro en la construcción y los servicios aumenta y compramos aún menos. La industria que produce para la construcción y bienes de consumo para los hogares termina resistiéndose.

La situación se complica con la subida de los precios del petróleo, la subida de interés, el menos crecimiento de la economía y la incapacidad de los Gobiernos parea afrontar una situación economía globalizada más allá de sus propias fronteras nacionales. La incapacidad de la política para gobernar y establecer reglas para una economía globalizada.

¿Cuánto va a crecer la bola de nieve? ¿Hasta cuándo? Los economistas nos explicarán algún día cuánto creció la crisis y cuánto tardó en derretirse la bola. Por el momento nadie sabe cuánto dinero, ni de quien, está en operaciones de riesgo. La desconfianza es generalizada. Unos políticos intentan transmitir confianza y hablan de desaceleración o ralentización para intentar restablecer un cierto nivel de confianza que permita salir antes del bache. Otros intentan ponerlo todo muy negro para ver si la crisis termina pagando réditos políticos.

Ni lo uno, ni lo otro. El modelo económico ha muerto. Hay que alumbrar un nuevo modelo asentado en la economía productiva; el desarrollo tecnológico; la innovación de los productos; la calidad de los servicios; la formación, cualificación y estabilidad del empleo; el fortalecimiento y la calidad de los servicios públicos.

La economía global no puede seguir en manos de la especulación financiera e inmobiliaria. Son ellos los responsables de la crisis actual. Han jugado con el dinero de todos y han acumulado grandes fortunas blindadas en paraísos fiscales. No pueden ahora pretender socializar el sufrimiento y acogotar aún más a los trabajadores y trabajadoras en situación de precariedad. Los Gobiernos no pueden convertirse en sus cómplices. La producción, la productividad, la calidad, el trabajo decente, la cohesión social, deben ser los ejes fundamentales de la economía y la sociedad en un mundo globalizado.
  • Secretario General de CCOO de Madrid

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