jueves. 18.04.2024

La burbuja bancaria

A estas alturas, ya está perfectamente claro cuál es el problema fundamental de la economía española. No es el mercado laboral, no es el sistema de pensiones, no son las políticas activas de empleo, no es el déficit público, no es la especulación internacional que la ha tomado con nosotros. Es el sobredimensionamiento del sector bancario, o, si se prefiere, la excesiva bancarización de la economía española.

A estas alturas, ya está perfectamente claro cuál es el problema fundamental de la economía española. No es el mercado laboral, no es el sistema de pensiones, no son las políticas activas de empleo, no es el déficit público, no es la especulación internacional que la ha tomado con nosotros. Es el sobredimensionamiento del sector bancario, o, si se prefiere, la excesiva bancarización de la economía española. Nuestra economía adolece de hidrocefalia: una cabeza bancaria descomunal para una base productiva atrofiada tras el colapso de la construcción y sus industrias auxiliares y complementarias. Es la contrapartida financiera del modelo del ladrillo. Tenemos un sector bancario que creció para financiar la burbuja inmobiliaria, y ahora que ésta no se puede inflar más, aquél apenas sirve ya para otra cosa. Entre 2002 y 2009, por ejemplo, los activos del sector bancario español se multiplicaron por un factor de 2,4 – muy por encima del crecimiento real o incluso nominal de la economía – y todavía por encima del crecimiento de los activos del sector bancario británico, que lo hicieron por un factor de 2,1. Las cifras no resisten la comparación: el Reino Unido es una de las primeras plazas financieras del mundo, en tanto que España ocupa, a ese respecto, una posición, a lo más, mediocre. Si nuestra actividad bancaria creció más que la británica fue, única y exclusivamente, para financiar el ladrillo. Por eso, a diferencia de lo que ocurre allí, aquí ese espectacular crecimiento del sector bancario ha corrido parejo con un marcado raquitismo de los mercados financieros, que son puras sucursales de los bancos, meros canales de distribución de los productos parabancarios.

La actitud del gobierno ante la burbuja bancaria ha estado plagada de negligencias. Empezó presumiendo en el G-20 de uno de los mejores – si no el mejor – de los sistemas bancarios de mundo. Pase que se creyera su propia propaganda hasta el otoño pasado; pero, después de la crisis irlandesa, su ceguera no tiene perdón. El que España se viera arrastrada por la crisis de la deuda soberana era claro indicio de que los mercados empezaban a percibir con claridad el sobredimensionamiento del sector bancario, un problema del que también adolece Irlanda, y que explica a las mil maravillas lo rápido del contagio. Si los mercados tienen una virtud, y solo una, es que muestran las debilidades de las economías mejor que el mejor de los análisis. Pero el gobierno se negó en redondo a aceptar la realidad. En su lugar, acusó a los mercados de “especular” contra España, no se sabe a santo de qué; quizá, por la envidia que les daba que ganáramos el mundial de fútbol, digo yo. Mientras tenía que haber prestado atención al aviso, el gobierno se empeñó en demostrar a los mercados que se equivocaban, y hacerlo con el dinero de los contribuyentes. Recientemente, ha aprobado una recapitalización de entidades de depósito, bancos y cajas de ahorros, que costará al erario público 14.000 millones de euros, que sumados a los 11.000 que ya lleva gastados el FROB, totalizan 25.000 millones, bastante más que el Plan E y todas las ayudas a los parados. Pero, mientras las prestaciones sociales dan sustento a la gente, el dinero que se entierra en el sistema bancario únicamente sirve para mantenerlo sobredimensionado, lo que a su vez mantiene en vilo a los mercados, que, por muy calmados que parezcan, no dejan de estar vigilantes a la espera de que el inevitable ajuste conduzca al sector bancario a dimensiones más adecuadas a las necesidades financieras de una economía real que funciona ya – cuando lo hace – con un mínimo de financiación bancaria. Con lo único que los mercados especulan, porque el gobierno les da todo motivo para que lo hagan, es con que, cuando ese ajuste se produzca, se tendrá que pagar, hasta el último euro, con dinero público. Y, puesto que el ajuste ha sido retrasado hasta ahora, y el gobierno está dispuesto a comprometer cuanto dinero esté en su mano para impedirlo, cuando no se pueda demorar por más tiempo forzará al gobierno a acogerse a un rescate financiero. Esa es toda la especulación que ha habido, que hay y que continuará habiendo mientras se mantenga el sobredimiensionamiento del sector bancario.

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