viernes. 26.04.2024

Inmigración a la baja

NUEVATRIBUNA.ES - 18.3.2010 El gobierno regional ha informado hoy a los ciudadanos de la Comunidad de la renuncia de José Güemes como Consejero de Sanidad y del nombramiento de Fernández-Lazquetty como su sucesor. Javier Fernández Lasquetty tiene su propia historia. Fue uno de los delfines de Aznar, como presidente de Nuevas Generaciones en el Barrio de Salamanca.
NUEVATRIBUNA.ES - 18.3.2010

El gobierno regional ha informado hoy a los ciudadanos de la Comunidad de la renuncia de José Güemes como Consejero de Sanidad y del nombramiento de Fernández-Lazquetty como su sucesor. Javier Fernández Lasquetty tiene su propia historia. Fue uno de los delfines de Aznar, como presidente de Nuevas Generaciones en el Barrio de Salamanca. Más tarde fue Secretario General de  FAES - el tanque de pensamiento del conservadurismo religioso en España - , y a lo largo de toda su trayectoria ha estado vinculado a los “Legionarios de Cristo”.

De los escritos que hemos leído de Lasquettty en su faceta de “pensador”, se desprende su vinculación a autores ultraliberales como Hayek y a la escuela austriaca en general y la influencia antiprogresista y reaccionaria del pensamiento de la nueva y beligerante derecha compasiva.

Estos influjos se pueden apreciar con facilidad al analizar su paso por la Consejería de Inmigración: una actuación populista y clientelar hacia los inmigrantes, reconocidos no como sujetos de las políticas de integración, sino como objetos de las mismas, junto con una propuesta asimilacionista de fondo destinada a captar el voto receloso de los españoles hacia los inmigrantes.

Para lograr todo esto, Lasquetty articuló a estas organizaciones amigas de talante ultracatólico con la intervención social hacia (y no con) los inmigrantes, aderezando su opción con el recelo absoluto hacia la prestación de servicios comunitarios y todo atisbo de estado del bienestar, en pro de la absoluta privatización y mercantilización de la gestión de lo migratorio. Todo ello persiguiendo el  objetivo político marcado por el Partido Popular  consistente en adoctrinar y captar a los inmigrantes como nuevo electorado e intentar inculcarles de paso los valores del conservadurismo español, a la vez que consolidar el voto más derechista y xenófobo de los españoles no dispuestos a la verdadera integración mutua.

El mejor ejemplo: el aborto. No hubo ética ni consideración con  las mujeres inmigrantes que se acercaron  a los CEPI para poner fin a su embarazo. Se las persuadió para que fuesen madres, en contra de su voluntad, con mentiras y manipulación de su conciencia.  Por supuesto, la elaboración de todos estos planes se financiaron con dinero de todos y todas los y las madrileños/as puesto en manos de empresas privadas proselitistas de valores que no son 'los de todos'.

El ex Consejero de Inmigración no escatimó tiempo ni recursos para lograr la misión encomendada: desarticular la intervención pública destinada a la gestión pública y normalizadora de la diversidad y articular una red paralela de intervención etnicista hacia la inmigración. Muchos fueron los desafueros que se cometieron en pos de tal objetivo. Se buscó fragilizar las redes de organizaciones tanto de apoyo e iniciativa social como de inmigrantes, se desencadenaron procesos clientelares y sectarios, se provocó un inusual trato de favor hacia las entidades afines, por descarado que resultara adjudicar las subvenciones a los “suyos” con el fin de que cumplieran la tarea encomendada de materializar las ideas y la autoridad del modelo conservador. Se paseó a la lideresa en todo acto, romería y folclore inmigrante que enfatizara la inmigración no como sociedad, no como ciudadanía, no como cultura, sino como colorismo y caridad. La igualdad queda lejos.

Con la situación de crisis y dada la baja educación cívica, ética y cultural que mayoritariamente padecemos, aflora entre los españoles la idea de que el número de inmigrantes es excesivo, que las leyes son demasiado tolerantes con ellos y, en definitiva, que son una carga para el Estado. Bajo el hongo de esa idea y haciendo un mal uso de la inmigración, se pretende desmantelar el estado de bienestar, que es lo que Hayek y sus discípulos predican como el peor mal de las sociedades libres.

Esta tendencia xenófoba se constata en varios estudios de opinión,  que advierten del riesgo de que estas ideas puedan proliferar.

El paro remitirá, pero el mercado de trabajo futuro requiere otro tipo de mano de obra y el eslabón más débil… profundizará en su exclusión. Por eso la inmigración es un valor a la baja, que casi nadie está dispuesto a defender en estas horas de depresión, no sólo económica sino de ánimo, con la sensación de derrota que cunde en la sociedad hasta el punto de que casi nadie tiene iniciativa para la reacción.

Madrid no es ajena a esta realidad y la extinta Consejería de Inmigración ha querido aprovechar este impulso. La encuesta de 2009, elaborada por FEDEA para la Consejería de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid, muestra que a los inmigrantes les ha afectado mucho más la crisis (su tasa de paro es del 21,1%, la de la región es del 14,4%). Tampoco es cierto que acaben con las becas (sólo el 10% las reciben), no colapsan las guarderías públicas (sólo el 5% tiene acceso a ellas). El sueldo medio es 900 euros más bajo que el sueldo medio de la región, pero la sociedad mayoritariamente los ve como competencia frente a los escasos recursos sociales que ofrece el Gobierno de la comunidad y por ello concluye que son excesivos.

Estos resultados no son como para sentirse satisfechos. La Comunidad “hizo la guerra por su cuenta” en materia de inmigración con un objetivo mezquino e instrumental. Y cuando fueron bien dadas, el discurso populista hasta parecía tolerante y amable. Ahora que vienen mal dadas, el PP tiene el discurso más duro, como demostró con la modificación de la Ley de Extranjería que se aprobó recientemente. Por ello, ni la Consejería ni su consejero son necesarios ahora.

Es más, son un estorbo para las expectativas electorales porque podría parecer que el PP de Espe quiere a los inmigrantes y eso, ella lo sabe, quita votos. No hay que hablar de lo que ahora se quiere ocultar. Buena prueba de ello es que este jueves, en la reunión de los portavoces de la comisión de inmigración no se fijó ningún tema para el control y la que se había previsto para el mes de abril ya no se celebrará, ¿Dónde entonces se controlará esta política?. Los temas pasan a la consejería de Mujer y Empleo. Muchos temas para una sola cartera, con perdón de la austeridad.

Llama la atención recordar cómo se jactaba el consejero al recalcar que esta consejería había sido la primera en crearse. Ahora deberá ufanarse de ser la primera que se ha cerrado. Seguramente, no se lamentará de colaborar en su derrumbe. ¿Es que tal vez para el cálculo del PP sería demasiado tener un consejero, el de inmigración, como el actual viceconsejero, Gabriel Fernández, que es de origen colombiano?

Ahora que la Consejería ha caído, es más fácil desmontar cualquier tipo de instrumento de solidaridad tal como ocurre ya en el ayuntamiento de Madrid con la nueva política que emprendió la actual Concejala, una persona próxima a Esperanza Aguirre, al desmantelar los dispositivos que en tiempos de un PP de otro talante ellos mismos impulsaron.

Lo hecho, hecho está, pero la sociedad pagará y por lo tanto nosotros pagaremos. La mala gestión en materia migratoria, la falta de ética y pedagogía para tratar un asunto de tanta transcendencia nos pasará factura. Porque España y Madrid cuentan con sangre nueva. Los migrantes vinieron para quedarse y, aunque el retorno también esté presente de forma marginal en el imaginario de esta población, sus hijos se quedarán y formarán parte de nuestra sociedad. Su sensibilidad es diversa y distinta. Y su aportación, imprescindible.

Yolanda Villavicencio M. es diputada Socialista Asamblea de Madrid. Es licenciada en Económicas y Ciencias Empresariales, especialista en Cooperación Internacional al Desarrollo, especialista en Mujer y Desarrollo, máster en Migraciones y Relaciones Intracomunitarias y en los últimos ocho años ha dirigido la entidad AESCO, especializada en migraciones, cooperación al desarrollo y codesarrollo.

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